Editorial

Thomás Lowy

Es necesario el recuerdo

César García Acosta

El 2020 fue un año durísimo. Mirarlo en perspectiva angustia. La pandemia a todos nos marcó los tiempos: nuestras actitudes y el destino se empaparon de incertidumbre. Pero también el 2020 -al margen de la debacle de la emergencia sanitaria-, terminó muy mal. El 29 de diciembre en el contexto de un accidente, despidió de esta vida a un entrañable amigo: Tomy Lowy. En unos días, el 7 de abril, los que lo quisimos recordaremos su nacimiento. Desde 1947 ese bohemio de andar cansino, hiperactivo de alma, marcó un camino exitoso vinculado al arte y a la política.

Antes de entrar en su recordatorio personal –porque a los amigos hay que mantenerlos siempre vigentes en la memoria- me voy a tomar la libertad de recordarlo cuando lo conocí. Corría 1986, y por esas cosas del destino, terminé en el Palacio Municipal, en su oficina del tercer piso, conversando durante varias horas (entre el humo de sus cigarrillos), sobre el desafío -que por ese entonces estaba entre bambalinas-, sería la creación de un Departamento de Cultura en el mismísimo “Palacio de Ladrillo”. Para alguien de mi edad, lo confieso, la sede de la Intendencia de Montevideo sólo se asemejaba a la burocracia `kafkiana´, sobre todo porque veníamos de 13 años de dictadura y de silencios culturales. Fue un conocido quien nos acercó. Desde ese momento y por casi cuatro años estuve más cerca de él que de mi familia. Acepté hacerme cargo del presupuesto que administraba el Teatro Solís, la Sala Verdi, la Orquesta Sinfónica, la Banda Municipal, la escuela de los actores –la Emad-, los zoológicos y hasta las bibliotecas, para pasar después a cosas más innovadoras, como lo fue conocer a la Dra. Nelly Goitiño, por ese entonces abogada del SUA, el sindicato de los actores, con quien años después compartí la experiencia de ser Ediles en la Junta Departamental de Montevideo. Tomy me hizo compartir mi trabajo burocrático con la actriz Elena Zuasti, el dramaturgo Alberto Paredes. Conocí por él al músico y director de la Orquesta Federico García Vigil, y hasta compartí mis horas con Alberto Candeu.

Tomy siempre me apoyó y eso lo llevo en el corazón.

Pero quizá fueron sus enseñanzas de vida las que más marcaron mi propio destino: venía de la cultura, y era batllista, veía al Partido Colorado como un gran instrumento político, pero no dejaba de decepcionarse por la derechización de la visión batllista, a la que le reclamaba más presencia y energía para demostrar lo que había sido, tanto para el Uruguay como para el coloradismo en particular.

Me enseñó a ser tolerante (algo que confieso por momentos me cuesta). Su ejemplo, sin darnos cuenta, era un modo de vivir, una filosofía. Era batllista.

Thomas Lowy obtuvo su licenciatura en Bellas Artes en la Udelar. Fue un artista plástico de larga trayectoria, su actividad pública comenzó en 1984, asesorando al electo Intendente Dr. Aquiles Lanza en el proceso de la creación del Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo, del cual fue director general hasta 1990.

De 1995 a 2000 también tuvo a su cargo la Dirección de Cultura del Mec, logrando rediseñar su estructura y poner en marcha las bases de un programa nacional en acuerdo con las 19 intendencias. Era un municipalista por excelencia. No concebía la cultura si no era en una esquina, en un boliche, o por la noche.

De 2001 a 2011 fue director para Uruguay del organismo intergubernamental Unión Latina. Allí participó en varios encuentros a nivel nacional e internacional en temas relativos a Cultura, cumpliendo funciones como director de programas, asesor, consultor y especialista para UNESCO, OEA, OEI, BID, CEFIR y otros. Fue invitado a formar parte del equipo para la puesta en marcha del Plan de Acción Pérez de Cuellar – UNESCO 2000.

Fue fundador, miembro del Consejo editor y diagramador del Semanario Jaque 1983/1985 de la mano de Manuel Flores Mora. El logo de esa publicación era simplemente la palabra Jaque escrita de su puño y letra. Fue docente de artes gráficas y serigrafía, dictó cursos de Gestión Cultural y conferencias sobre aspectos vinculados a Políticas Culturales en Uruguay y varios países de América Latina y Europa.

Fue dibujante, director de arte y director creativo en diferentes agencias de publicidad, para luego ser propietario y director asociado. Tuvo actividad como pintor y escultor, tallaba la madera y se desarrolló en el diseño industrial. En 2018, el Museo Juan Manuel Blanes le invitó a realizar una retrospectiva de su obra. Fue miembro fundador de la Fundación Cienarte y presidió durante más de 15 años la Fundación MAPI.

Uno días antes de muerte, el 1° de diciembre de 2020, recibió la “Medalla Delmira Agustini” como distinción honorífica otorgada por el Poder Ejecutivo, a través del Mec, para homenajear a quienes han contribuido de modo excepcional a la cultura y las artes.

Escribir sobre Tomy, definirlo como un batllista excepcional por adopción y definición, es comprometer al Partido Colorado a reinventarse en el contexto de la socialdemocracia para ser el equilibrio necesario en una coalición gobernante que cada vez necesita más de las visiones centristas que sólo la cultura puede ofrecer.

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