Política nacional

The Show Must Go On

Ricardo Acosta

Los uruguayos seremos testigos de un nuevo debate presidencial, una especie de espectáculo cuidadosamente montado. En una elección tan pareja como promete ser la del 24 de noviembre, el debate entre Álvaro Delgado y Yamandú Orsi el 17 de noviembre se perfila como una oportunidad clave para los candidatos de ganar terreno. Sin embargo, la pregunta es: ¿será realmente el debate una instancia de esclarecimiento o simplemente una actuación más? En este escenario, la famosa frase de Queen resuena: «The show must go on» («El show debe continuar»).

Y es que el debate se ha transformado en un ritual casi predecible, un evento donde, más que intercambiar ideas, los candidatos parecen más preocupados por no cometer errores que por convencer a los indecisos o ganar a los votantes que piensan votar en blanco. Al final, los del Frente Amplio dirán que Orsi ganó; los de la Coalición Republicana, que Delgado lo superó. Pero, ¿realmente alguna de estas palabras cambia el rumbo de la elección? En muchos casos, lo que se genera es un juego de espejos donde la audiencia aplaude lo que quiere oír, más que lo que realmente está sucediendo.

«Inside my heart is breaking, my mke-up may be flaking, but my smile still stays on» («Dentro de mi corazón se está rompiendo, mi maquillaje puede estar cayéndose, pero mi sonrisa sigue ahí»), dice otra línea de la canción. Esta frase podría describir a la perfección el teatro del debate presidencial: los candidatos, como actores en un escenario, deben mantener la compostura y proyectar una imagen de seguridad. No importa si dentro de ellos hay dudas, preocupaciones o una sensación de «desgaste». Lo esencial es la imagen que proyectan al público. No pueden permitirse perder el control, porque lo que realmente está en juego no es solo el contenido de sus respuestas, sino la percepción pública de su liderazgo.

En el fondo, este debate es solo una pequeña parte de una campaña mayor, un episodio dentro de un espectáculo donde las emociones, las promesas y las críticas se manejan con guion y escenografía. La pregunta que muchos se hacen es si el resultado de este «show» realmente mueve la aguja entre los votantes indecisos o entre aquellos que, cansados de la política tradicional, han decidido votar en blanco. Si somos sinceros, la mayoría de aquellos que ya tienen decidido su voto no cambiarán su postura por lo que se diga esa noche. Y los indecisos, ¿realmente encuentran algo nuevo en un formato tan rígido y predecible como el de los debates presidenciales?

Consejo a los candidatos:

arriesgar es ganar

Si pudiera darles un consejo a los jefes de campaña y a los candidatos, sería este: vayan con todo. No se guarden nada, den un paso adelante en vez de quedarse en la zona segura. Este no es el momento de ser cautelosos o predecibles, sino de mostrar convicción en sus posturas, de arriesgarse, de romper con los guiones que ya tienen preparados y presentar algo realmente genuino. Es cierto que, en una campaña tan polarizada y mediática, el riesgo de cometer un error puede ser fatal, pero también lo es quedarse en la mediocridad de una respuesta vacía.

El «show» tiene que ser más que un espectáculo; debe ser una oportunidad para los votantes de ver a los candidatos como personas, no solo como figuras en un escenario. Y aunque al final la elección no se decida por una frase brillante o un gesto heroico, la verdadera diferencia podría estar en ese momento crucial en que uno de los dos se atreva a mostrar algo más allá de su «sonrisa perfecta». La política, al fin y al cabo, no debería ser solo un show, sino una verdadera oportunidad para debatir el futuro del país.

Es difícil imaginar que esto suceda, sin embargo. El miedo a equivocarse, la presión del entorno, y la necesidad de mantener una imagen intacta seguramente harán que, nuevamente, veamos un debate donde los candidatos se cuidan más de lo que dicen que de lo que realmente piensan. Pero, mientras tanto, como dice Queen, el show debe continuar. Y, como siempre, seremos los espectadores los que, desde nuestra butaca, decidiremos qué tan valioso fue este espectáculo.

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