Una mojada de oreja
Jorge Nelson Chagas
“Tu nota Nro.32 es muy pobre en cuanto a lo sucedido el último día de noviembre de 1958. Lo que pasó ese día condicionó al Uruguay hasta el presente. ¿Es, acaso, que no sabes nada de eso? ” Estas palabras me fueron formuladas por un buen amigo mío, que lee mis trabajos históricos pero nunca comenta nada. No menciono su nombre porque no me autorizó pero lo cierto es que me llamó por teléfono y con esa última pregunta sentí que me estaba mojando la oreja. Conversamos durante más de una hora y no tuve más remedio admitir que su cuestionamiento tenía bases muy serias.
Pues bien. Es correcto. La derrota del Partido Colorado en 1958 tuvo profundas consecuencias de largo aliento. Para empezar no se trató tan sólo de la derrota de la lista 15 sino que su tenaz oponente interno, la lista 14, también fue vencida. La ciudadanía rechazó por igual a las dos interpretaciones políticas del batllismo. (La historiografía nacional tiene una deuda enorme con el pensamiento de los Batlle Pacheco y haría un bien enorme conocer su visión política y económica. Pero ese es otro tema)
Lo cierto es que aquella derrota significó un terremoto político para el Partido Colorado que era sinónimo de gobierno. Hubo un aspecto muy importante: las movilizaciones estudiantiles por la Ley Orgánica Universitaria implicaron una ruptura entre la intelectualidad y el batllismo. En un excelente trabajo titulado “Nuevo enfoque sobre los orígenes intelectuales del Batllismo” (2007) de Luis María Delio Machado, se analiza a fondo el aporte ideológico de la Universidad de la República a las políticas reformistas del batllismo. Entre 1957-1958, este esquema se rompió y la intelectualidad uruguaya se volvió extremadamente crítica del modelo batllista.
Una parte de esta intelectualidad se sintió atraída por la revolución armada y consideró que los tupamaros con su accionar habían revelado el verdadero “rostro del Uruguay”. La violencia política hacía caer las máscaras democráticas de un régimen de explotación.
Hay otra punta del problema. No soy tan duro como Juan Llantada y sinceramente no me animo a afirmar que Luis Batlle no sabía nada de economía. Creo – y me puedo equivocar- que en 1955-1958 tomar medidas liberalizadoras, terminar con el dirigismo económico, el control de cambio y los cambios múltiples, no resultaba tan sencillo. ¿La clase política uruguaya estaba preparada para esa transformación que alteraría, incluso, las propias relaciones entre sus partidos y los votantes?
Porque el sistema de sustitución de importaciones que comenzaba su larga agonía, no implicaba tan sólo una cuestión económica. Entre 1932-1950 con la industrialización del país, había surgido una nueva clase obrera que continuaba votando masivamente a los partidos fundacionales y también un tipo de empresariado rentista, ajeno al riesgo y a la innovación, que era una base importante de apoyo político. Alterar ese modelo era también alterar el apoyo social. Estoy convencido que Luis Batlle comprendía bien esto y sus vacilaciones no tuvieron que ver con la ignorancia del problema, sino con la comprensión de su vastedad y gravedad. ¿Cómo desmontar la estructura jurídico-burocrática que se había fosilizado con el paso e los años?
Pero hay otra punta más. El Partido Colorado siguió contando con un amplio respaldo ciudadano sin embargo, no pudo incorporar masivamente nuevos votantes. Las nuevas generaciones de ciudadanos- especialmente en el mundo urbano – no se sentían tan atraídas por el batllismo como en los años anteriores. Este fue un proceso lento. En 1971, cuando el Frente Amplio quedó segundo en Montevideo se prendió la luz amarilla. Es correcto que la dirigencia que tomó el control de la 15 en noviembre de 1965, con Jorge Batlle a la cabeza, tenía una clara conciencia de las reformas económicas e institucionales que el Uruguay necesitaba pero, por motivos aún no suficientemente estudiados no pudo “conectar” con la generación de los ’60, para la cual el batllismo no sólo era conservador, sino también reaccionario. Esto fue debilitando progresivamente al Partido Colorado. Es como si nunca se hubiese recuperado totalmente de aquella derrota de 1958 y aún en el presente sufriera algunas de sus consecuencias…
No sé si buen amigo quedará conforme con esta explicación. Pero no importa. Seguiremos siendo amigos.