Política nacional

Voto de compatriotas en el exterior

Adrián Baez

Estimados lectores. Desde hace algún tiempo ya, se ha venido discutiendo si debería autorizarse el voto de uruguayos radicados en el extranjero o no; ha sido apoyado por muchos, pero en el 2009, la propuesta de habilitar el voto epistolar (una de las maneras que posibilitaría el voto desde afuera), fue rechazado por la mayoría de la ciudadanía en el plebiscito que acompañó el acto electoral.

Recientemente, el tema ha vuelto a la palestra política, quizás por encontrarnos en año electoral, si es que en algún momento dejó de estarlo; los partidos políticos han comenzado a evaluar los pro y los contra de dicho paso; algunos viendo si beneficiará a la colectividad, otros si la manera no sería modificarlo y transformarlo en un voto consular; utilizándolo como herramienta para favorecerse electoralmente en las próximas elecciones, más que por el derecho legítimo en sí, que pueden poseer los ciudadanos en cuestión.

Los vaivenes de la política nos dirán más adelante si se llega a un acuerdo entre los actores políticos; se ha manifestado que, quizás, como ya se propuso anteriormente, se permita elegir parlamentarios, pero no así Presidente de la República, situación rara si las hay, pues el segundo, se elige con los primeros en una misma lista, como lo indica la Constitución, y de prosperar la idea -lo cual dudamos mucho por cuestión de tiempo-, la misma debería ser modificada en la parte electoral, lo que acarrearía otro plebiscito con su previa recolección de firmas y campaña de convencimiento; claro, si se decide consultarle al pueblo y no hacerlo por Ley Constitucional, como lo permite la misma Carta Magna.

La cuestión estaría en indagar una vez más en lo que piensa y cree la población. Se ha hecho costumbre en nuestro país pretender borrar con el codo lo escrito con la mano; a poco más de cinco años de haberse dicho no a la propuesta, se quiso renovar el debate para ver si habíamos cambiado de opinión; esperemos que, esta vez, si se llegase a tener que enfrentarnos nuevamente a la instancia decisoria, se tenga la democrática hidalguía del respeto a lo resuelto, y no se nos pase por encima como lo hicieron con la derogación de la Ley de Caducidad que, buena, regular o mala, fue sostenida por la voluntad del soberano (QUE ES EL PUEBLO Y NO LOS ILUMINADOS PARLAMENTARIOS), y desconocida arbitrariamente.

Queda mucho, dicen unos; no tanto, dicen otros. La verdad es que, se tiene la hermosa oportunidad de abrir el debate con tiempo, y que la resolución final sea abalada por todos o por lo menos la mayoría de los Orientales, y que no sea un tema más de los resueltos a la marchanta como nos han querido acostumbrar, y que tenemos el deber de combatir con la sencilla actitud de no ser indiferentes, comprometiéndonos, aunque sea con nuestra valiosa opinión. Pero no, siempre se actúa sobre el pucho la escupida, hablando mal y pronto, y lo que debería ser un debate serio, formal y responsable, tratan de banalizarlo y minimizarlo.

Sin pecar de egoístas y mucho menos de patriotas abnegados; consideramos, sinceramente, que sería una gran injusticia permitir el voto de nuestros queridos hermanos Orientales radicados por distintas circunstancias de la vida en el exterior. Creemos que quienes deben elegir a aquellos que dirigirán los destinos de un país, son los ciudadanos que habitan ese país; los que pagan religiosamente sus impuestos, y vaya si los tenemos aquí; los que sufren los altibajos de una sociedad que lucha por superarse como puede; los que tratan, desde el lugar que desean o les tocó, defender al país y pregonar el progreso; los que ven angustiados el deterioro de la educación augurando un futuro incierto para sus hijos; los que padecen la inseguridad; en definitiva, los que hacen día a día al Uruguay.

Tenemos amigos y familiares en distintas naciones; los sabemos muy uruguayos y deseosos, algunos, de volver a este terruño amado; pero, también sabemos que desean que sus hijos se impregnen de la cultura europea, norteamericana, australiana o neozelandesa; sabemos que han encontrado -y nos parece bárbaro-, la prosperidad que no les ha sabido dar la pradera patria; sabemos que muchas veces han deseado que Uruguay se transforme en aquello en lo que habitan, y así ver a sus seres queridos con altos estándares de vida; pero, lamentablemente, están lejos, y los deseos sin lucha de cuerpo presente, se hacen efímeros.

No podemos tampoco abalar que se cruce el charco cada cinco años, por ejemplo, y se nos impongan o traten de hacerlo, gobiernos que consideran serían estupendos, pero, obvio, para los que quedamos, no para ellos que vuelven a su tierra elegida, donde la ven de afuera. Lo decimos siendo conscientes que, la mayoría de esos votos fueron para las administraciones anteriores, pero que, podrían ir en algún momento a la divisa de la que formamos parte, lo que sería igualmente injusto si el triunfo fuese dado por ese factor.

Distinta sería la coyuntura de los que deben exiliarse por cuestiones políticas, ese sería otro cantar; éstos, se verían -como lo fue-, empujados a abandonar de manera férrea sus querencias, y la permanencia y el retorno, estarían coaccionados por terceros.

La crisis expulsó a muchos de los nuestros hacia el resto del mundo hace más de 20 años; el país, es otro; muchos, se quedaron allí afuera; la gran mayoría, aquí adentro.

Hoy, pensamos esto. Si en algún momento algo o alguien nos hace ver las cosas de otra manera; por este medio, retractaremos nuestra postura, con mucho gusto.

Si fuera el día de elegir por sí o por no; hoy, daríamos nuestro voto negativo al voto de los compatriotas en el exterior.

Compartir

Deja una respuesta