Política nacional

Publicidad vs. Militancia: la dicotomía de la ignorancia

Guzmán A. Ifrán.

Ya en la cuenta regresiva para el domingo 30 de junio y la resolución de las elecciones internas de los partidos políticos, algunos actores del Partido Colorado se sumieron en una controversia pública vinculada al cuestionamiento cruzado acerca de las estrategias y tácticas de campaña utilizadas por unos y otros. Algunos, criticando a quienes han hecho más hincapié en las formas del mensaje trasmitido que en su fondo, seriedad y  sustancia. Los otros, cuestionando a quienes se han preocupado por nutrir con propuestas profesionalmente elaboradas y ampliamente desarrolladas sus campañas electorales, pero utilizando canales de comunicación anacrónicos, y tácticas de trabajo político perimidas que no se condicen con las necesidades de nuestro tiempo y las particularidades de la población actual.

No me quiero detener mucho más en la falsa oposición planteada con anterioridad, y abordada en la polémica en cuestión, en tanto entiendo como harto evidente que ambos aspectos son importantes y complementarios, y que una campaña exitosa debería equilibrar adecuadamente ambas dimensiones del quehacer estratégico-electoral. Ya que es tan importante que el mensaje político tenga contenido y propuestas concretas que respondan a las necesidades y preocupaciones de la sociedad, como que las formas en que se transmita ese mensaje logre sortear airosamente las actuales dificultades inherentes al hecho que la atención de las personas es cada vez más dispersa y fugaz.

No obstante, sí quiero reparar en otro aspecto de la controversia suscitada, y es la que estriba en la falsa dicotomía planteada entre la publicidad masiva en medios de comunicación y la tracción a sangre fruto del compromiso militante.

Es claro que una buena estrategia de comunicación política es fundamental en el desarrollo de campañas electorales, ya que a través de ella se busca persuadir y convencer a los votantes sobre las propuestas y mensajes de un candidato o partido político.

En primer lugar, la comunicación política ayuda a construir la imagen y la reputación de un candidato, transmitiendo sus valores, principios y propuestas de forma clara y efectiva. Una estrategia de comunicación bien elaborada permite diferenciar al candidato de sus adversarios, destacando sus puntos fuertes y generando confianza y credibilidad en los votantes. Además, la comunicación política es clave para llegar a un mayor número de personas y amplificar el mensaje del candidato. A través de diferentes canales y plataformas como son la televisión, la radio, las redes sociales y la publicidad en la vía pública en cualquiera de sus variantes, se pueden alcanzar diferentes segmentos de la población y dar a conocer las principales ideas fuerza de una campaña electoral. De mínima, haciendo conocer al candidato en cuestión -variable excluyente para pugnar a la postre por su preferencia-, y, de máxima, generando un impacto positivo instantáneo y cautivando de inmediato su voluntad electoral.

De modo que la comunicación política es una herramienta poderosa e indiscutiblemente determinante en todo proceso electoral, contribuyendo al posicionamiento y la visibilidad del candidato, al fortalecimiento de su mensaje y a la interacción con los prospectos de votantes. Por tanto, guste menos o guste más, de la estrategia de comunicación política escogida dependerá inexorablemente el éxito o fracaso de cualquier campaña electoral.

Sin embargo, el contacto directo con la gente en las campañas políticas es también de vital importancia para los candidatos, ya que les permite conocer de primera mano las problemáticas y preocupaciones de la población. Al interactuar directamente con los ciudadanos, los políticos pueden identificar las necesidades y prioridades de la comunidad, lo que les permite diseñar asertivamente propuestas concretas y políticas públicas adecuadas que realmente respondan a las demandas de la sociedad y su realidad material. Además, el contacto directo con la gente también les brinda la oportunidad de escuchar posibles soluciones y propuestas provenientes de los propios ciudadanos. Ya que en muchas ocasiones, las personas que están involucradas directamente en rubros específicos tienen un conocimiento mucho mayor al respecto que el de un político en campaña, e incluso, también al de sus cuadros técnicos y equipos asesores. Por tanto, al abrir un canal de comunicación directa con la gente, los políticos pueden recoger información e ideas que les permitan generar propuestas más eficientes y cercanas a la realidad efectiva de la población.

En este sentido, el contacto directo con la gente no solo es una forma de conocer sus problemáticas, sino también de encontrar posibles soluciones y respuestas a través de la participación activa de los ciudadanos en el proceso político.

Es así, como la falsa dicotomía entre realizar una campaña masiva de comunicación pública y mantener una estructura tradicional de cuadros militantes en un proceso electoral, constituye un yerro conceptual común en la política actual, acentuado particularmente en el Partido Colorado en las últimas horas, en que muchos las han planteado -en un craso error- como estrategias mutuamente excluyentes. Sin embargo, no hay nada más alejado que eso de la realidad, y solamente demuestra un extraño desconocimiento de la praxis política y su múltiples jurisdicciones de acción.

La realidad indica que estas dos estrategias no son opuestas ni mucho menos, sino por el contrario, cuando bien logradas se tornan absolutamente complementarias. La campaña masiva de comunicación pública es importante para llegar a un gran número de personas en poco tiempo, generar reconocimiento de marca y difundir el mensaje del candidato de manera amplia y rápida. Mientras con una potente campaña de cercanía con cuadros militantes consustanciados y comprometidos, se puede llegar directamente a la población, estableciendo algo insustituible como lo es el contacto personal y generando confianza con el electorado.

Utilizar ambas estrategias de forma coordinada y complementaria puede ser en extremo beneficioso para una campaña electoral. La publicidad masiva puede atraer la atención de un gran número de personas y generar interés en el candidato, mientras que la campaña de cercanía puede convertir ese interés en apoyo y compromiso real por parte de los votantes. La primera capta y la segunda fideliza.

Si faltara más, estas dos estrategias claramente se refuerzan y retroalimentan entre sí. Por un lado, una campaña de comunicación masiva bien estructurada puede dar visibilidad a la labor de los militantes en el terreno, generando confianza en la estructura de apoyo del candidato. Y por el otro lado, la cercanía y el contacto directo con la gente pueden generar contenido para la campaña de comunicación pública, a través de testimonios, historias de éxito, problemas y soluciones identificados en el terreno.

De modo que la verdadera clave para una campaña exitosa no está en elegir entre una estrategia u otra, sino en combinar ambas de manera inteligente y coordinada. La comunicación masiva y la cercanía con la gente no son opuestos, sino aliados en la búsqueda de votos y apoyo en un proceso electoral. Esto es algo que se puede bien ignorar por desconocimiento o impericia, o también, negar por frustraciones no resueltas. En cualquiera de los casos, la única verdad seguirá siendo siempre la realidad.

Compartir

Deja una respuesta