Coincidencia patriótica
Adrián Báez
Estimados lectores. Las urnas hablaron. El mensaje dado por la ciudadanía al espectro político nacional, fue clarísimo: a dialogar.
La no existencia de mayorías parlamentarias en los próximos 5 años, obligará al gobierno y a la oposición a sentarse a la mesa de la discusión, para alcanzar aquellos “consensos” de los que hablaba el Gral. Seregni, que darían paso a la notable “gobernabilidad” de Wilson. Ambas, esenciales, fundamentales, para la marcha del país. Otra cosa, otro accionar, se traduciría en un irresponsable estancamiento que derramaría muchísimos problemas con sus correlativas frustraciones, y muy pocas satisfacciones. Aquí comenzará a correr, una vez más, los tiempos de la ética de la responsabilidad, en contraposición a la de la convicción.
Como bien lo explica el Presidente Sanguinetti en su libro “La fuerza de las ideas”, la ética de la responsabilidad “conjuga la convicción con sus resultados en ese esfuerzo mediador que justamente es la esencia de la política: sin traicionar los principios, procurar los resultados que aseguren el fin, asumiendo en ocasiones caminos no gratos o comprometiendo el prestigio por un descrédito circunstancial, basado en las apariencias”. “El riesgo contrario, es cuando obstinadamente nos abrazamos a un principio y lo asfixiamos con nuestra intransigencia”, concluye.
A lo largo de casi 200 años de historia, nuestro país ha sabido dar ejemplarizantes demostraciones de esa ética; muchas veces, como resultado de duros enfrentamientos que regaron de sangre nuestras praderas; otras tantas, motivo de maratónicas y titánicas confrontaciones cívicas.
Desconocer la grandeza y madurez política que estuvo por detrás, lograda a lo largo de una ardua y comprometida conformación de la Nación, donde, siempre, con blancos y oscuros, se procuró -desde una perspectiva u otra-, la solidificación de las instituciones, es desconocernos como pueblo, no comprender nuestra idiosincrasia.
Hoy, las circunstancias nos colocaron en una encrucijada similar; el Uruguay se encuentra literalmente dividido, como hacía mucho tiempo no lo estaba, en dos mitades electorales, un poco más, un poco menos.
Para entender que nada es nuevo bajo el sol oriental, debemos recordar también que, contrariamente a lo que se cree, los gobiernos de Batlle y Ordóñez y Luis Batlle Berres, por ejemplo, por tomar dos de los más trascendentales gobernantes, tuvieron que negociar esa gobernabilidad; nunca tuvieron mayorías parlamentarias, y tanto los presidentes colorados como el líder nacionalista del momento, el Dr. Luis Alberto de Herrera, llevaron adelante acuerdos, a pesar del duro enfrentamiento ideológico que los separaba Un ejemplo de ello, fue el que habilitó -por decirlo de alguna manera- el gobierno de Batlle Berres, luego del fallecimiento del Presidente Berreta.
Don Luis necesitaba apoyo parlamentario para lograr la aprobación de algunas leyes, y no la tenía del sector de sus primos (Lista 14); buscó, entonces, lograr un acuerdo con Herrera. Olvidando viejos enfrentamientos, en agosto de 1947, apenas asumido el cargo, el Presidente acudió a la Quinta y fue recibido por el viejo caudillo con su clásica campechanía y cordialidad. Se sentaron allí las bases de un acuerdo, y pocos días después, Herrera acudió a la residencia de Batlle. En el curso de esas conversaciones se generó lo que Herrera llamaría la “Coincidencia Patriótica”.
Los resultados fueron muchos, entre ellos la transformación de la Administración Nacional de Puertos en Ente Autónomo; la separación en tres organismos diferentes de la Caja de Jubilaciones: Caja Civil, Caja Rural y Caja de Industria y Comercio; la estatización del transporte; hubo coparticipación en organismos del Estado, con contralor y dinamización de la gestión pública, etc.
Tantos otros hechos podríamos blindar como argumentos sostenedores de lo que manifestamos; las grandes políticas sociales de nuestro Uruguay, eran presentadas por unos y apoyadas por los demás, demostrando con altura, la posibilidad de hacer política de nivel, encontrando los puntos similares, en pro de logar el mayor objetivo.
En breve, quien gobierne tendrá que conciliar con la oposición sus políticas directrices para poder gobernar; y, la oposición, para no pecar de irresponsable, tendrá que incursionar en negociaciones para no paralizar el andar del país.
Según Max Weber: “El partidario de la ética de la convicción no se sentirá responsable más que de la necesidad de velar sobre la llama de la pura doctrina…”;”sus actos, que no pueden y no deben tener más que un valor ejemplar pero que, considerados el punto de vista de su fin eventual, son totalmente irracionales, no pueden tener más que este solo fin: reanimar perpetuamente la llama de su convicción”; ”desde que las consecuencias de sus actos son nefastas, el partidario de esa ética no atribuirá responsabilidad al agente sino al mundo, a la estupidez de los hombres o aun a la voluntad de Dios…”.
Mientras que, el político que asume su responsabilidad dirá: “Nosotros debemos responder de las consecuencias previsibles de nuestros actos”.
La República Oriental del Uruguay, nace a la vida institucional y libre, el 18 de Julio de 1830; pero su espíritu de Nación, en aquél lejano 1811 con el estoico Éxodo o Redota. Su pasado se encuentra repleto de hechos de grandeza y desprendimientos, de sacrificios y renunciamientos, de perdones y reconciliaciones, de luchas y de concordia, de enfrentamientos y de entendimientos.
Los uruguayos dieron un claro mandato el pasado 27 de octubre, en ese principal y más importante acto de gobierno que es el voto.
Sea quien fuere la próxima coalición que gobierne -la republicana o la de izquierdas-, deberá demostrar estar a la altura de las circunstancias.