Política nacional

El lema que nos une

Ricardo Acosta

Como alguien que ha crecido con los valores del batllismo, no puedo evitar sentir una mezcla de orgullo y preocupación al ver cómo se mueve el Partido Colorado en la política actual. El batllismo fue siempre más que una corriente; fue un ideal, un compromiso con la justicia social, la educación y el progreso del país. Pero en esta etapa, parece que nos estamos desviando de esos principios, enredándonos en luchas de poder y en la inmediatez de los likes y las cámaras.

Los colorados elegimos a Ojeda buscando una renovación, alguien con energía y una visión distinta. Y sí, es innegable que logró mover al partido, darle un nuevo impulso y sacudir estructuras que parecían inamovibles. Pero ese movimiento no debería convertirse en propiedad de una sola persona. No basta con una buena presencia mediática o con la habilidad para hablarle a las cámaras; el verdadero liderazgo no se construye desde el carisma, sino desde el respeto por la historia y el compromiso con los valores que sostienen a un partido. Ojeda necesita recordar que no es el dueño del partido. Nadie lo es. El partido es de todos sus votantes y de todos los que creen en lo que representa.

Además, no podemos ignorar que mientras nuestra propia identidad se diluye en disputas internas, el Frente Amplio intenta apropiarse del legado batllista para sumar votos. Presentar a Batlle y al batllismo como compatibles con una coalición de izquierda no solo distorsiona la historia, sino que traiciona el verdadero significado de esa corriente, que nació para defender la democracia y los valores republicanos. El batllismo no es una etiqueta a la que se puede recurrir en tiempos electorales; es un compromiso profundo con el país, que exige una coherencia que muchos de los que lo enarbolan ahora simplemente no practican.

La unidad en la coalición es fundamental para enfrentar los retos del país y, sin embargo, estamos viendo cómo se multiplican las divisiones internas. ¿Qué sentido tiene atacar a otros integrantes de la coalición como si fueran oponentes? En lugar de cuestionar la existencia de otros sectores como Cabildo Abierto o el Partido Independiente, deberíamos reconocer que su fortaleza también suma a la nuestra. Esta falta de unidad solo refleja una crisis de identidad y una desconexión con el ideal batllista. Como coalición, necesitamos un lema único que dé cohesión y dirección a nuestro proyecto, y que esté por encima de intereses individuales. Un lema que, en vez de alimentar luchas internas, nos impulse a trabajar de manera conjunta, como lo hicimos alguna vez.

El batllismo no es solo una bandera del pasado; es la respuesta al vacío que estamos viendo hoy. Es el valor de un proyecto pensado para el bien común, y no para satisfacer ambiciones personales. Necesitamos líderes que, más allá de la popularidad momentánea, se comprometan a construir algo duradero. Si realmente queremos que esta coalición se mantenga, debemos volver a esos valores, dejar de lado las disputas internas y mirar hacia adelante con la misma responsabilidad que nos enseñaron generaciones anteriores. Solo así podremos garantizar que este proyecto tenga futuro y que no se convierta en un vehículo vacío de sentido.

La historia nos ha dado la oportunidad de cambiar, de unirnos en un ideal republicano y de competir electoralmente con una visión clara. Dejemos de lado los protagonismos y recordemos que los votos son de la gente, no de los partidos. Es hora de que el Partido Colorado vuelva a ser un ejemplo de liderazgo, pero un liderazgo que no solo busca poder, sino que se compromete con el país, con la coalición y con el lema que nos une.

En esta elección, el verdadero desafío no es solo entre candidatos, sino entre modelos de país. Lo que está en juego es una elección que trasciende la simple suma de votos: es la oportunidad de construir un futuro sólido y coherente. La Coalición Republicana, liderada por Delgado, no solo representa una unión de partidos, sino una alternativa clara y experimentada que está lista para gobernar con responsabilidad.

El lema que nos une, “Coalición Republicana,” debe ser nuestra bandera en esta lucha. No es una formalidad ni una alianza pasajera; es un compromiso con un modelo de país que prioriza la estabilidad, el respeto por las instituciones y el desarrollo. Esta coalición está aquí para diferenciarse de las viejas prácticas que han fragmentado nuestra política, y su fortaleza radica en su capacidad de ofrecer soluciones coherentes a las necesidades de los uruguayos.

La elección que enfrentamos no es una mera disputa entre partidos, sino una decisión fundamental sobre la dirección que queremos para nuestro país. Es momento de unirnos bajo un mismo objetivo: construir un Uruguay en el que cada voz sea escuchada y donde el progreso sea el resultado del trabajo conjunto, sin caer en la fragmentación ni en los egos individuales.

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