El batllismo debe ser la doctrina
mayoritaria de la Convención. En octubre… colorados
Mientras Andrés Ojeda insiste en ser pragmático y coalicionista más que colorado, la futura convención al menos en un 60% adhirió al batllismo como definición política. Si a eso se suma el affaire del presidenciable blanco con la sindicalista de los municipales, a quien nominó como su candidata a vicepresidenta, el desajuste del mensaje político empieza a vislumbrarse estructural. Esto preocupa por su confuso perfil. En estas horas es bueno recordar que el eje colorado y batllista es un factor que mucho tendrá que ver con el contexto de negociación que se dará si realmente se llega a una instancia de balotage. Para que esto suceda, impregnarse de batllismo, más que sensato, es una cuestión de supervivencia.
Luis Costa Bonino es doctor en Ciencia Política uruguayo que fue asesor electoral de los presidentes Francois Mitterrand de Francia, José Mujica de Uruguay, y Ollanta Humala de Perú.
Aquí y ahora, este cabildero político se relanzó al debate público enfrentándose a la estructura de marketing del presidente Luis Lacalle Pou, y por haber sostenido que la campaña en redes contra el presidenciable Yamandú Orsi, estaba inspirada en una ”campaña sucia”, argumento que se derrumbó ante las condenas judiciales de quienes habían organizado aquéllas denuncias falsas.
Para Costa Bonino “… con el apoyo de acciones que la Constitución prohíbe, y que la tradición blanca condena, Luis Lacalle Pou quedó como único dueño del Partido Nacional. Pero también con similares acciones inició su apropiación personal del Partido Colorado. Andrés Ojeda, su candidato, a quien le hizo llegar enormes recursos para asegurar su candidatura colorada, cumple, junto con Álvaro Delgado, una función central en la estrategia de Lacalle Pou de apropiarse de ambos partidos tradicionales uruguayos. En esta estrategia, el papel de Ojeda será el de ganador, y el papel de Delgado será el de perdedor. Delgado debe ser el perdedor porque Lacalle Pou lo necesita para culparlo de la derrota del Partido Nacional y de la Coalición en 2024. Ojeda debe ser exitoso, porque debe hacer crecer al Partido Colorado para que los colorados puedan ver que Lacalle Pou hizo el milagro de hacer crecer a su Partido, y puedan aceptarlo como jefe político superior. Seguramente Ojeda no va a tardar en subir a 15% en las encuestas, y Delgado en bajar al PN a 25%.”
Estas afirmaciones empiezan a permear en las capas de un electorado casi desprevenido, que busca ser convencido, informado, persuadido y conquistado por el poder político.
Es por eso que al designar a la sindicalista de los municipales como candidata a la Vicepresidencia, las afirmaciones de Costa Bonino traspasan el nivel del disparate y empiezan a legitimarse y amplificarse. De este modo llegan hasta la raíz frenteamplista y se encarnan en la opinión de dirigentes de cierto peso y credibilidad. Este es el caso de Pedro Apezteguía, jerarca de alto rango durante las presidencias de Tabaré Vázquez y José Mujica, quien en su cuenta de X manifestó que “… para perder pusieron a Ripoll; y los blancos colorados de vergüenza.”
Por su parte, Andrés Ojeda, con un discurso pretendidamente pragmático busca desprenderse de la tradición colorada, insistiendo en proclamarse ciudadano de la coalición más que del Partido Colorado. Es cierto que Ojeda nació en tiempos de coalición, pero también lo es que para integrar un conglomerado primero hay que tener un programa de gobierno convalidado por la Convención. Recién después de un necesario congreso programático, podrá abocarse al diseño y construcción de un programa de la coalición, la que sólo gobernará y se integrará, a partir de que haya un balotage por decisión del electorado. Hacer gobierno no es ganarle al Frente Amplio como aduce Ojeda; hacer gobierno es materializar un acuerdo que para distinguirnos -tal y como somos-, debe hacer es respetar la esencia del batllismo y del sentimiento colorado.
Pero siendo pragmático -como le gusta autodefinirse a Ojeda-, lo primero a hacer es interpretar bien los números electorales: el 60% del coloradismo que votó, como mínimo, optó por la filosofía batllista. Incluso dentro de su propio espacio, los batllistas son el eje de las ideas. Ese mismo batllismo en apariencia desplazado, fue el que su referente, Ernesto Talvi, adoptó como eslogan de campaña en las elecciones de 2019: “El país modelo”, aludiendo al libro de Milton I. Vagner, que mostraba a la fuerza de las ideas como el instrumento para la transformación ideológico.
Al decir del contador José Pedro Damiani: “los números no mienten, los que mienten son los que hacen los números”: si el 60% de quienes votaron el 30 de junio lo hicieron bajo una definición colorada y batllista, en absoluto debería desteñirse la idea por problemas de interferencias en el discurso de un vocero tan calificado.
Para resolver este dilema, lo mejor será que hable la Convención.