El batllismo según diferentes visiones: Económica, marxista y partidaria.
Miguel Lagrotta
Batlle y el batllismo según Henry Finch
«Si bien los resultados económicos de la política batllista fueron en verdad modestos, sus logros sociales y políticos fueron realmente importantes. Las organizaciones obreras se fortalecieron a partir de 1895 y el descontento laboral se intensificó durante la década de rápido crecimiento que precedió a la Primera Guerra Mundial provocando alarma entre los sectores empresarios más poderosos. Los partidos políticos tradicionales, tan mal equipados para registrar y articular los nuevos reclamos se sintieron igualmente amenazados por la militancia de los obreros. La respuesta de Batlle fue elevar al Estado y con él al sistema político al plano de una benevolente neutralidad desde la que se podía mediar en los conflictos sociales que se convirtiese en un peligro para el orden que el Estado quería salvaguardar. Las leyes consagraron una aspiración primaria del movimiento obrero, la jornada de 8 horas, en 1915. Posteriores actos legislativos fueron anticipando los reclamos laborales y, de esa manera, los viejos partidos políticos se fortalecieron a expensas del movimiento sindical y, más aún, de la eventual temática de los partidos de izquierda. Mientras los clubes políticos cumplían el rol de agentes para la integración de los inmigrantes montevideanos, la aprobación de leyes sobre pensiones a la vejez, jubilaciones, descanso semanal para los trabajadores, seguros de accidentes de trabajo y salarios mínimos consolidaba la lealtad de los trabajadores al aparato estatal que los protegía. La legislación era el precio que debían pagar los pequeños industriales en ascenso por la estabilidad política y social.
La ideología del batllismo fue, fundamentalmente, una ideología de clase media. Aunque ningún sector social fue excluido de la alianza batllista, los mejor representados fueron el de la pequeña industria y el de los empleados públicos y privados. Un sentimiento igualitario combinado con la defensa de la propiedad, la creencia en el valor de la movilidad social manifestada a través del apoyo a la educación y a la igualdad de oportunidades y la afirmación del Estado por encima de los intereses de las distintas clases sociales, fueron rasgos característicos de la temática del movimiento. La política batllista consistía, entonces, en mantener mediante concesiones el equilibrio entre fuerzas sociales eminentemente antagónicas, mientras conservaba y fortalecía la independencia del sistema político a través de su capacidad de mediar entre ellas.
El sistema político comparativamente autónomo que se gestó en épocas anteriores fue empleado para asegurar el aislamiento político del sector económicamente dominante, es decir, los propietarios rurales, y para establecer un cierto grado de equilibrio entre el capital y el trabajo en el medio urbano, entre el capital nacional y el capital extranjero, entre el capital británico y el capital norteamericano. El Estado se convirtió en un mediador neutral en los conflictos de intereses y el control de las organizaciones partidarias tradicionales sobre un aparato estatal en franco crecimiento quedó plenamente confirmado.»
El batllismo en la perspectiva crítica del Marxismo Ortodoxo:
el Uruguay que no fue, por Julio Louis
«El batllismo mantiene el carácter burgués del Estado ampliando su estructura democrático-burguesa y la apropiación privada de los medios de producción y de cambio. Sostiene el sistema burgués y propagandea entre las masas la confianza hacia el régimen democrático-burgués. El punto principal del batllismo ideológicamente consiste en valorar la democracia y la ley, como factores supremos, estables y condicionantes de los demás.(…)
La burguesía industrial inteligentemente conducida por Batlle y Ordóñez propagandea, posibilitada por la situación económica, la democracia, consciente de que es la forma más sutil de enfrentar la política revolucionaria del proletariado. Un proletariado, por otra parte, sumamente débil social, política e ideológicamente. Favorecida por esas circunstancias, la burguesía permite que dentro del batllismo se hable de conquistar una autentica libertad y justicia a través de la colectivización, se manifiesten principios antiimperialistas y hasta socializantes. Permite que el Estado se mantenga neutral en los conflictos obrero-patronales, aunque ejerciendo el papel de sostenedor jurídico del orden burgués, y hasta llegar a tolerar que el representante más radical de la pequeña burguesía, el obrerista Domingo Arena, declare que debe dejarse de lado la simple neutralidad estatal en los conflictos obrero-patronales para colocarse de parte del más débil.
Tan liberal es que, por boca de ese batllista, se denuncia duramente a la sociedad capitalista:-esta sociedad capitalista, para poder seguir marchando como marcha, para poder seguir utilizando como utiliza al pobre rebaño humano, necesita forzosamente mantenerlo en un estado de abyección, de embrutecimiento, de abandono que hoy vive-.(Arena, 1905)
O se plantea, para un futuro indefinido, la colectivización de la tierra y de los restantes medios de producción. Pero en el fondo, la burguesía industrial se siente expresada y segura por el batllismo, a pesar de los pujos radicales de la pequeña burguesía, expresada sobre todo por los escritos de Domingo Arena. Y eso en la medida en que el batllismo descarga todos sus dardos contra la lucha de clases, verdadero motor de donde el proletariado extrae en la práctica su ideología revolucionaria, socialista y comunista. Ataca, primero sutilmente, la lucha de clases, propagandeando la conciliación; y siempre muchas veces ya no sutilmente blandiendo el garrote o la pluma contra las ideas revolucionarias.
El gradualismo reformista es posible mientras se exprese el propósito de aplicar la ley contra los que inciten a la violencia. De esta forma, hábilmente, el batllismo actúa como antídoto contra la revolución proletaria. Su práctica es la siguiente: cuando el proletariado forcejea para romper sus cadenas, le dirige palabras dulces convenciéndole de que no apele a la violencia, de que dirija sus argumentos a convencer al patrón, o se dirige al patrón pidiéndole que no sea cruel. Por fin es preciso estimar la significación política interna de José Batlle y Ordóñez. Su aguda inteligencia, su habilidad para maniobrar entre amigos y enemigos, su penetrante visión psicológica, puesta sagazmente de relieve par Domingo Arena, al servicio de la unidad del Partido. Es la expresión más alta, más definida, de lo que es su partido. Con sus virtudes y sus defectos. Cobija bajo su atenta mirada intereses contradictorios pero no antagónicos. Está siempre listo a inclinarse según las circunstancias, a desplegar el progresismo social, económico y político del partido hacia el cual parece predispuesto, e igualmente a replegarse, en aras de la unidad partidaria, en aras de seguir siendo expresión política de la burguesía industrial en períodos de crisis, como ocurre en el-alto de Viera-.
Su progresismo de los años de apogeo económico poco a poco se va apagando, a medida que la burguesía industrial retrocede y, junto a él, en primera fila, retrocede el partido en su conjunto.
Cumple en el Uruguay, y dentro de su partido, similar papel al de Luis Bonaparte, que Marx pone de relieve. Su papel bonapartista consiste en otorgar leyes avanzadas a los obreros, favorecer a los pequeños propietarios, proteger a las mujeres, ancianos y niños, impulsar el desarrollo de la burguesía industrial, serenar a los grandes propietarios de tierras y de comercios, nacionalizar resortes básicos y otorgar concesiones a los imperialistas.
El batllismo según Giudici y González Conzi
«El batllismo, después de señalar la existencia de graduación infinita de posiciones económicas entre la burguesía y el proletariado, apoya su acción más en el sentido moral de los hombres que en su posición económica. Y no hace, ni podría hacer, un llamado excluyente a determinada clase social: convoca a todos los hombres que amen la libertad y la justicia, hállense donde se hallen, para establecer un régimen de justa distribución de la fortuna social. Así integrado, el batllismo utiliza la democracia como medio de acción. Los procedimientos revolucionarios están buenos para los gobiernos absolutos que niegan todas las libertades. «En las repúblicas, el obrero tiene el voto que es la fuerza que fácilmente puede realizar sin una gota de sangre y sin una lagrima, las más justas aspiraciones del proletariado», dice Batlle. Y con el voto por arma, los más fuertes, los que tiene la victoria en sus manos, los seguros vencedores son los desheredados: porque son los más. (…)El pueblo directamente, o sus representantes, reducidos a simples ejecutores de la voluntad popular gracias al mandato imperativo, irán realizando las reformas En efecto: el batllismo fundamenta la eficacia de la acción legislativa en este axioma: una mejora cultural, moral o económica de la multitud provoca en ésta un sentimiento de desconformidad que genera a su vez un deseo de nuevas y más grandes mejoras. El legislador ya no puede detenerse. Nuevas exigencias del pueblo provocarán nuevas reformas. Y así hasta la última.
El batllismo es, pues, una tendencia netamente reformista: una primera reforma prepara una segunda, y ésta a su vez una tercera, y cada una apoyándose en la anterior y derivando de ella; no brusco o repentino cambio, sino gradual transición. Sin violencias ni sacudidas. Armoniosamente.
El batllismo persigue como solución final el desplazamiento hacia la sociedad de los medios de riqueza. Este desplazamiento de manos particulares a manos de la colectividad se hará gradualmente. Se hará respetando la libertad del trabajo y el derecho de propiedad privada producto del trabajo. «La unificación de una industria y el establecimiento, por tanto, de un monopolio particular y, en consecuencia, perturbador en injusto, dice Batlle, es lo que constituye la posibilidad, con otros medios, de aquella paulatina transformación»
Con la nacionalización de algunos servicios públicos e industrias ya se hadado un gran paso: ellos representa el apoderamiento por la sociedad de útiles de trabajo hasta entonces en manos de particulares. Las industrias, serán monopolizadas por el Estado cuando ellas hayan sido monopolizadas, o estén a un paso de serlo, por un particular o por un pequeño número de particulares. Por el Estado que, para el batllismo, no es más que la sociedad organizada jurídicamente. Lo mismo acontecerá en el suelo.
Y así el batllismo alcanzará la finalidad última. Habrá establecido entonces totalmente la libertad del trabajo, que no existe hoy en los servicios que no pueden prestarse sin autorizaciones especiales. Y habrá respetado la propiedad privada producto del derecho y la justicia» Ver: Finch, Henry, «Historia económica del Uruguay contemporáneo». EBO, Montevideo, 1980, Páginas 19-21. Giudici, Roberto y González Conzi, Efraín. Batlle y el batllismo, Ed. Medina. «a. edición. Montevideo, 1959, págs. 402 y 404. Louis, Julio A. «Batlle y Ordóñez. Apogeo y crisis de la democracia burguesa» ARCA, 2010. También en Historia del Uruguay contemporáneo, ICP,