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El invencible ritual de la nostalgia

Ricardo Acosta

Cada vez que llega agosto, uno siente cómo el tiempo parece frenar por un rato. Acá en Uruguay, hay algo en el aire que nos hace mirar para atrás, con una mezcla de melancolía y gratitud. La «Noche de la Nostalgia» se ha vuelto parte de lo que somos, una tradición tan uruguaya como el mate o el fútbol. Es la excusa perfecta para revivir esos momentos que, aunque ya pasaron, siguen presentes en nuestro corazón.

Y lo curioso es que no somos los únicos que sentimos esto. Hace un tiempo leí «El invencible ritual de la nostalgia», de Gabriel García Márquez, y me hizo pensar en cómo, igual que sus personajes, también nosotros vivimos ese exilio emocional. En su cuento, los personajes están atrapados en una nostalgia constante, aferrados a los recuerdos de su tierra lejana como si fueran su única salvación. No pude evitar hacer el paralelismo: nosotros, aunque no estemos lejos físicamente, también usamos la memoria como refugio, especialmente en esta noche especial de agosto.

Pero acá, no se trata solo de escuchar viejas canciones o mirar alguna película retro.

La Noche de la Nostalgia va más allá. Es una oportunidad de reconectar con lo que éramos, con tiempos más tranquilos. Yo todavía me acuerdo de esas reuniones interminables con amigos, las sobremesas largas con la familia, o esas charlas en la puerta de casa que parecían nunca terminar. Hoy todo va tan rápido que uno extraña ese ritmo más lento de antes, donde había más espacio para la conexión real.

Tal como dice García Márquez en su obra, la nostalgia no es solo una emoción, es una forma de resistencia. En su cuento, los personajes usan los recuerdos para sobrevivir, y creo que nosotros hacemos algo parecido. La Noche de la Nostalgia es, en cierto modo, nuestra forma de pausar el reloj por un rato, de agarrarnos de esos recuerdos que nos hacen sentir completos, en medio de una vida moderna que siempre va a mil.

Y no es que vivamos atrapados en el pasado, pero lo valoramos. Sabemos que todo lo que fuimos en esos momentos, cada experiencia compartida, nos hizo lo que somos hoy. En esta noche no solo recordamos los éxitos del pasado, sino que celebramos una forma de ser. Porque ser uruguayo también es eso: reconocer de dónde venimos y qué nos une como sociedad. Es sentir que, por más que pase el tiempo, siempre va a haber algo que nos conecte con el pasado.

Lo lindo de la Noche de la Nostalgia es que se convirtió en un ritual que nos une a todos. No importa la edad que tengas, siempre va a haber una canción, un recuerdo, algo que te lleve de vuelta a esos días. Es un momento donde las generaciones se cruzan. Los más jóvenes se suman con curiosidad, mientras los más grandes recordamos con emoción. Y ahí estamos todos, compartiendo nuestras historias y sintiendo que, aunque el mundo haya cambiado, la esencia sigue siendo la misma.

Como en el cuento de García Márquez, donde los personajes encuentran en la nostalgia una manera de aferrarse a su identidad, nosotros también lo hacemos. Esa noche de agosto es una oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos, con lo que fuimos, y recordar que, al final, los recuerdos no son solo cosas del pasado. Siguen viviendo en nosotros, definiendo quiénes somos y cómo seguimos construyendo nuestra vida.

Por eso, cada agosto, cuando llega la Noche de la Nostalgia, siento que es más que una simple celebración del pasado. Es un «ritual invencible» que nos permite detenernos por un momento, hacer una pausa y volver a ser, aunque sea por un rato, quienes éramos antes. Porque, al fin y al cabo, la nostalgia no es solo una emoción pasajera. Es una parte fundamental de nuestra identidad como uruguayos.

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