Política nacional

El natalicio del progreso

Guzmán Ifrán

Este martes 21 de mayo conmemoramos fecha del natalicio de José Batlle y Ordóñez, el Presidente más influyente en la historia del Uruguay debido a las reformas progresistas que implementó durante su gestión y que marcaron un antes y un después en la historia política y social del país. Pero además, por ser -sin lugar a dudas- la figura nacional cuya forma de pensar el país y entender a su gente se impregnó en el ADN social como es difícil encontrar un fenómeno similar o siquiera asimilable en el mundo. Los cientistas y actores políticos hablan muchas veces del concepto de “batalla cultural”, entendida como la disputa entre fracciones políticas por la ascendencia en el sentir de los pueblos. Y, en general, se enmarca la tan mentada batalla en la circunscripción a dos corrientes antagónicas que se disputan las preferencias populares, la izquierda y derecha política. Ello no es descabellado y mucho menos incorrecto, en tanto y en cuanto estas facciones son, en efecto, las protagonistas de la mencionada puja en la mayor parte del mundo. Pero no en el Uruguay. Tengo la firme convicción que la tan invocada pero poco comprendida batalla cultural en nuestro país, no solamente se encuentra ya indiscutiblemente laudada, sino que además, no es en favor ni de la izquierda ni de la derecha política nacional, sino del batllismo.

Durante sus gobiernos, que tuvieron lugar entre 1903 y 1907 y luego entre 1911 y 1915, José Batlle y Ordóñez impulsó una serie de reformas que transformaron la estructura política, económica y social del Uruguay. Entre las medidas más destacadas se encuentran la creación de leyes laborales que protegían a los trabajadores, la separación de la Iglesia y el Estado y la ampliación de derechos civiles en su más amplio espectro, revolucionarios para la época.

Estas reformas progresistas tuvieron un impacto harto duradero y trascendieron largamente su tiempo, ya que sentaron las bases de un Estado moderno y democrático en Uruguay que se mantiene hasta nuestros días. Es así, como la influencia del batllismo se puede observar en diferentes aspectos de la sociedad uruguaya, como la igualdad de género, la protección de la clase obrera y la potente descentralización de la educación pública en los ciclos primarios y secundarios, entre otros.

Sin embargo, la impronta de José Batlle y Ordóñez y su legado político siguen siendo motivo de disputa en la actualidad. Diversas fuerzas y actores del sistema político uruguayo reivindican su figura y se adjudican su bandería, cada uno con interpretaciones divergentes sobre su legado y eventuales posturas en temas de actualidad, cayendo muchas veces en burdas retóricas contrafácticas que lindan más con el irrespeto que con la reivindicación. Asimismo, esta disputa no es nueva, en tanto y en cuanto en la propia contemporaneidad de Don Pepe era un tema de debate; controversia que el propio José Batlle y Ordóñez laudó al afirmar que el batllismo como corriente política y forma de gestión se concibe únicamente dentro del Partido Colorado, al sentenciar claramente que “se puede ser colorado sin ser batllista, pero no se puede ser batllista sin ser colorado”.

Pero hoy me gustaría ahondar un poco más en las raíces que cimentaron el árbol de tan fecundos frutos, es decir, en la fuente inspiracional de sus manifiestas sensibilidades. ¿Cuáles fueron entonces las bases filosóficas que lo inspiraron a cultivar una mente progresista y a llevar a cabo las importantes reformas que marcaron su carrera política y determinaron para siempre la impronta del Uruguay como sociedad?

Para entender la mentalidad de Batlle y Ordóñez, es necesario entonces adentrarse en sus raíces filosóficas, asentadas e influenciadas -mayoritariamente-  por las corrientes del positivismo y del krausismo. Estas corrientes filosóficas abogaban por el progreso, el cambio social y la educación como pilares fundamentales para el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa.

En este sentido, el positivismo le brindó a Batlle y Ordóñez la visión de que la ciencia y el conocimiento eran los pilares sobre los cuales debían basarse las decisiones políticas. Creía en la importancia de utilizar el método científico para abordar los problemas sociales y económicos de su país, en lugar de basarse en ideologías o creencias infundadas.

Por otro lado, el krausismo le aportó a Batlle y Ordóñez la idea de la educación como motor de desarrollo y cambio social. Creía firmemente en la necesidad de promover la educación y la difusión del conocimiento como medios para empoderar a la ciudadanía y fomentar la participación democrática en la sociedad.

Gracias a su enfoque progresista y a su visión de futuro, José Batlle y Ordóñez logró convertirse en el político más importante de la historia del Uruguay. Su legado perdura hasta el día de hoy y continúa siendo una fuente de inspiración para las generaciones venideras. Sin duda, su compromiso con la educación, la ciencia y el progreso han dejado una huella indeleble en la historia del Uruguay, e inspira a las nuevas generaciones batllistas a traspolar esa forma de pensar -y sentir- a nuestros días, a los problemas que hoy nos aquejan y, sobre todo, a las tantas cumbres aún por conquistar.

El legado político de José Batlle y Ordóñez sigue siendo motivo de debate y reflexión, pero sin duda alguna, su obra perdura en la historia del Uruguay y en el corazón de su pueblo.

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