Política nacional

El necesario paso al costado y por una Fiscalía colegiada

Daniel Manduré

Vemos con tristeza y sobre todo con preocupación lo que está sucediendo en torno a la fiscalía.

 La evidente falta de respaldo del fiscal Gómez, la precariedad de su cargo en calidad de fiscal subrogante, la incapacidad del propio sistema político para no alcanzar acuerdos en nuevos nombramientos y los propios errores cometidos dejan al desnudo una fragilidad institucional que nos lleva a ingresar en un terreno peligroso.

Temas de absoluta seriedad, delicados, que terminan convertidos en un gran conventillo, donde todo se mediatiza y los que deberían jugar su partido en el trabajo minucioso y reservado de un juzgado parecen preferir el debate por Twitter.

La prudencia, valor tan necesario, ha brillado por su ausencia.

El traslado de la fiscal Fossati, apartándola del caso pasaportes falsos, caso Astesiano y que también incluye el caso Leal, fue claramente inoportuna. Extraño momento el elegido para dicho cambio.

La decisión de Gómez ha sido, además de equivocada, contradictoria con sus dichos anteriores, donde el mismo decía: “no se cambia de caballo en el medio del rio”.

La propia Asociación de Abogados Penalistas se manifestó en contra de dicha decisión.

Una fiscalía que debe preservar celosamente valores como la transparencia, imparcialidad y con el más alto sentido de justicia, pero donde las últimas decisiones dan un mensaje contrario a esos valores.

Decisiones controvertidas, polémicas, que dan lugar a todo tipo de especulaciones, interpretaciones varias y suspicacias.

Pareciera ser que este es el momento adecuado para que el fiscal de Corte contribuya a destrabar la situación y con grandeza y dignidad de un paso al costado. El fiscal subrogante Gómez debería renunciar.

Una Fiscalía de Corte que por la ley 19334 del 2015 pasa a ser un servicio descentralizado, con mayor autonomía.

Que termina siendo una super fiscalía, con un super fiscal que cuenta con superpoderes. Aquí comenzó la debacle, con un deterioro paulatino en su imagen, primando el desorden y el desconcierto.

Con fiscales enfrentados que han agrietado el ambiente.

La fiscalía además de la misión de diseñar y ejecutar una política que investigue y persiga el crimen, el delito o la falta, que proteja y atienda a la victima y a los testigos también pose como misión ser una institución que por sus acciones brinde una imagen sumamente confiable, altamente profesionalizada y comprometida con sus cometidos. Los sucesos ocurridos últimamente ponen en jaque esa atribución principal: la confianza.

Hay que tomar medidas que desconcentren el poder. Esa acumulación de poder en una sola persona no es sana.

Los superpoderes que tiene hoy la fiscalía que puede designar a dedo, promover, trasladar, destituir, sin siquiera necesitar la venia parlamentaria para hacerlo. Puede hacer y deshacer a su antojo.

No creo, solo basta remitirse a los hechos, que sea la fiscalía que necesitamos.

Compartimos la idea de una fiscalía colegiada, que desconcentre el poder, que contribuya en la toma de decisiones màs equilibradas y que en decisiones delicadas sea más de una voz la que se escuche. Manteniendo siempre la más absoluta indepedencia técnica. 

El argumento que se utiliza con más fuerza para oponerse es que con una fiscalía colegiada se estaría politizando la fiscalía. La pregunta que surge es ¿acaso hoy no lo está?

Hoy la Corte Electoral es un órgano colegiado que imparte la justicia electoral, es ejemplo, más allá del gobierno de turno, en transparencia y tiene en sus manos nada más ni nada menos que fiscalizar la decisión soberana del ciudadano. Sus integrantes son propuestos por los partidos políticos. Pero eso no ha sido un obstáculo para ser ejemplo en cristalinidad y garantías electorales.

Lo cierto es que los superpoderes no le hacen bien a la institucionalidad.

No desconocemos que son necesarias mayorías especiales, en un momento en el que en el sistema político no hay el mejor clima, pero el esfuerzo debe darse.

El sistema político, con madurez, debe asumir su responsabilidad y ponerle de una vez por todas el cascabel al gato. Está en sus manos la solución.

No alcanza con la crítica, hay que actuar. La desidia no es el camino.

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