Historia

LA RAICES DEL GOLPE MILITAR

La logia de los halcones

Jorge Leiranes

No es nada ocioso recordar la Hidra de Lerna en referencia a la logia militar que fue columna vertebral del golpe de Estado del 9 de febrero del 73. Ese instinto golpista sempiterno, que reina en el alma de los déspotas, tiene en común con la mítica Hidra [despiadada bestia, que por enésima vez debió decapitar Hércules, para poderle dar muerte] la capacidad de regenerar dos cabezas por cada una que le cercenan.

Tampoco carece de lógica mentar el arma secreta de los nazis -los halcones- que surcaron los cielos de Europa durante la guerra, entrenados para matar a las palomas mensajeras del Ejército de Estados Unidos, en la llamada “guerra de los pájaros”. Enorme problema para la inteligencia británica, estar prestos a contrarrestar -en el momento menos esperado- el ataque traicionero de los alcotanes, como para los uruguayos, salvaguardar la estabilidad democrática.

En un cuartel se celebró el acto fundacional

El 25 de agosto de 1964, el golpismo dejaba de ser sólo una tendencia y se daba una estructura formal, nacía la logia militar Tenientes de Artigas, en el casino de oficiales de un cuartel.

El recientemente ascendido general Oscar Mario Aguerrondo Tallac, los coroneles Julio Tanco y Alberto Ballestrino Valls y el teniente coronel Luis Vicente Queirolo reunidos para la ocasión, procedieron a redactar a lápiz los “fundamentos” de la logia, pasados luego a máquina por Ballestrino, único componente del grupo, que treinta años después, aceptó responder a la requisitoria periodística del reconocido autor Diego Achard, respecto a las interioridades de la secta militar.

De acuerdo a esas declaraciones -publicadas en la revista Posdata del 26 de enero de 1996- el grupúsculo proyectaba “ensancharse con camaradas afines en ideas; en principio, sólo oficiales superiores”. Se organizaban en “batallones de 15 a 20  integrantes  bajo las órdenes de coroneles”. Como sociedad secreta que era, los ritos de iniciación y los objetivos de la misma, debían permanecer ocultos de todas las personas ajenas a la organización. La propia existencia de la facción permaneció de incógnito por mucho tiempo, aunque finalmente, determinadas actitudes sostenidas en común, comenzaron a despertar sospechas entre sus pares.

Es un hecho inobjetable que los militares de la logia, eran de extracción blanca [herrerista] católica y ultraderechista. Ahora bien, por más que el propio Aguerrondo reiteraba, en cuanta ocasión tenía “Nosotros no somos nazis, ni fascistas, somos orientales y nacionalistas doctrinarios” era evidente el sesgo totalitario. El propio Balestrino en la entrevista mencionada admitía que “las obras completas de José Antonio Primo de Rivera, era lo que más se leía… se inspiraban mucho en los líderes europeos de aquella época, Franco, Mussolini y el propio Hitler”.

El tan mentado José Antonio, como se lo conocía entre los discípulos a distancia de la logia, fundamentaba sus ideas dejando precisas evidencias de su orientación, “No confío en el voto de la mujer. Más no confío tampoco en el voto del hombre. La ineptitud para el sufragio es igual para ella que para él. Y es que el sufragio universal es inútil y perjudicial a los pueblos que quieren decidir de su política y de su historia con el voto”.

Cuando el 29 de octubre 1933, en el Teatro de la Comedia, de la calle Príncipe, en Madrid, Primo de Rivera, en el discurso fundacional de la Falange Española, hizo conocer con precisión los elementos medulares de su pensamiento.

“Cuando en marzo de 1762, un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau, publicó El Contrato Social dejó de ser la verdad política una entidad permanente (…) De ahí vino el sistema democrático que es, en primer lugar el más ruidoso sistema de derroche de energías. (…) Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que sustanciar el ochenta o el noventa por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder, a soportar humillaciones y vejaciones de los que precisamente por la función casi divina de gobernar estaban llamados a obedecerle”.

Así pensaba el inspirador de los miembros de la logia, aun cuando, no  podía ser para ellos -reconocidos herreristas- una idealidad novedosa, ya antes, el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera, había sido objeto de una seducción comparable.

Herrera y la Falange Española

En 1937, en su viaje por Europa -según cuenta Alfredo Alpini, licenciado en Ciencias Históricas, en su libro, Uruguay en la era del fascismo– Herrera además de visitar Inglaterra, pasó por Italia. Mussolini lo recibió personalmente en el Palacio Venecia. Al retirarse de la reunión. Herrera le dijo a la prensa italiana que “la Italia que vi es muy distinta a aquella [de hace 15 años], existe un espíritu nuevo que me ha maravillado. (…) El gran cambio fue obra del mismo pueblo y de su Jefe”.

Luego, invitado por la Radio Italiana, en una extensa entrevista el caudillo nacionalista, expresó,  “…veo ahora aquí, lo que antes nunca viera: colosal despliegue de energías morales y materiales, infatigable acción reconstructiva (…) y en lo alto una bandera gloriosa y una gran afirmación colectiva. ¡La Nueva Italia! (…) En el centro de este formidable movimiento anímico, cívico, patriótico y social, cual propulsor de la obra inmensa, la figura extraordinaria de Benito Mussolini, que llena la época contemporánea”.

Hurgando en archivos documental Alpini halló una muy elocuente misiva de José de Torres [dirigente de la Falange en Uruguay] que ratificaba la membrecía de Herrera a la Falange Española.

Escribía el falangista, al líder blanco en 1940 “…quiero aprovechar esta ocasión para testimoniarle cuanto agradecemos, Falange y yo personalmente, el interés y el afecto con que Ud. mira esta Organización, como asimismo su labor en el terreno político a favor de Falange. También lamentamos las molestias que pudieran ocasionarle compañeros de prensa motivados por su interés en Falange, que si estuviese en nuestras manos, evitaríamos gustosamente (…) no dude que todos los afiliados ven con honda simpatía su labor política y están en espíritu con Ud. que tanto nos distingue y nos ayuda. Para evitar que indiscreciones de los empleados de Administración puedan dar fundamento a las críticas (…) he mandado retirar su ficha administrativa de las oficinas de administración, pero la conservo en mi fichero particular considerando que ella honra los ficheros de Falange, como así mismo recibiré con mucho gusto y como un honor los donativos que en forma periódica u ocasional Ud. haga para la obra social de Falange en el Uruguay…”

Había nacido la logia secreta, Tenientes de Artigas, siguiendo el ejemplo de la UME Unión Militar Española [sociedad secreta nacional catolicista, de gravitante participación en la Guerra Civil] y había reverdecido el viejo anhelo de los noveles conspiradores de 1946 -los que liderados por el coronel Esteban Cristi (padre del general homónimo, que en el 73 encabezaría el golpe del 9F) habían sido sofocados por la policía- el viejo anhelo de dotar de organicidad a la tendencia antirrepublicana del Ejército.

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