Política nacional

El panquequismo como deporte nacional

Daniel Manduré

Los uruguayos somos geniales.

Tenemos la doble capacidad de saberlo todo al momento de opinar y esa mágica habilidad de cambiar de postura casi que de un momento para otro. Somos ciclotímicos, tenemos oscilaciones anímicas que nos llevan de la euforia a la depresión, de la exaltación al desencanto.

Pasa en la política en la que todos tenemos soluciones a los grandes problemas nacionales.

Pasa en el fútbol donde nuestra sapiencia parece no tener límites.

Parece que estamos en los entrenamientos, en el vestuario y hasta en la mente de jugadores y técnicos para conocer quienes son los que están en mejores condiciones físicas, emocionales y futbolísticas al momento de un partido. Todos sabemos con meridiana claridad cual debe ser el once titular que debe salir al verde césped.

Sabemos que cambios hay que hacer y en que momentos del partido hacerlos. Quien debe ser el encargado de ejecutar un tiro penal y hasta como pegarle al balón en un tiro libre.  La verdad, somos unos fenómenos.

Sobre todo, teniendo en cuenta que muchos de nosotros, los opinòlogos, solo vimos una “globa” de lejos o por tv.

Es verdad, el fútbol es pasión y aunque a veces luchemos en forma denodada para tener la mente fría y razonar, las emociones pueden más. Somos sanguíneos, emotivos, sufrimos, “nos calentamos”, no queremos perder. Está bueno que así sea.

Aunque a veces nos pasemos de rosca.

Vivimos y nos alimentamos de glorias pasadas, aunque esas glorias estén tan lejanas.

Es verdad que Alonso cometió algunos errores, en ciertos casos advertidos de antemano, otros ¬- y esto es siempre más fácil – observados con el diario del lunes.

Los arbitrajes nos perjudicaron, errores decisivos y dualidad de criterio en situaciones similares. Seguramente consciente o inconscientemente, esos mismos errores contra selecciones de mayor peso político no se hubieran tenido.

De todas formas y volviendo a nosotros, los uruguayos, tenemos una gran facilidad para cambiar de parecer, mucha veces adoptando posturas extremas, de llevar a alguien de la glorificación a la crucifixión, de héroe a villano, de transformar al aplauso en silbido, el reconocimiento en abucheo.

Un poco de eso hay con Alonso, solo basta con leer lo que escribíamos  sobre el técnico uruguayo después de los cuatro últimos partidos de la eliminatoria, en momentos de triunfo y cuando fue determinante y lo que decimos ahora.

Como un triunfo puede cambiar todo, como un gol a favor o uno en contra nos puede transformar. ¿Errores? Si, los hubo.

Pero al momento de analizar: “ni tanto ni tan poco”. Moderación, debería ser la palabra.

Seguramente, ahora iniciemos otra etapa y en ella, nosotros, los iluminados de siempre, con nuestras habituales habilidades y descontados conocimientos, comencemos a largar nombres de nuevos técnicos, hablaremos de las bondades y virtudes de unos y las debilidades de otros.

A veces, seguramente sin estar consciente de ello, parece que inauguráramos un nuevo deporte: el panquequismo. Esa gran habilidad para cambiar de opinión súbitamente y con la misma rapidez que un panqueque se da vuelta en el aire. Aunque a veces la fragilidad de memoria no nos permite recordar. ¡Pero claro!  nosotros sabemos todo, aunque podamos no resistir archivos.

Tal vez porque nunca hubo héroes ni villanos.

Quizás porque esto sea un deporte y como deporte uno gana y otro pierde.

Tal vez porque la pasión no nos permite ser moderados aún a costa de contradecirnos.

O al fin y al cabo porque somos así, somos geniales y siempre sabemos todo.

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