Política nacional

El último reducto de la República

Ricardo J. Lombardo

Al cumplirse hoy, 9 de febrero,  50 años de su resistencia al Golpe de Estado y su heroica defensa de la República y de la democracia, el Contralmirante Juan José Zorrilla  ex comandante en Jefe de la Armada, ya merece un monumento destacado.

Nunca es tarde para superar esta omisión de tantos años.

Cuando en febrero de 1973 sectores militares golpistas se levantaron contra los poderes constitucionales, hubo reacciones diversas tanto de la dirigencia política como de la ciudadanía.

Los sublevados que controlaban el Ejército y la Fuerza Aérea, hicieron sentir cantos de sirena a varios  sectores políticos de izquierda haciéndoles creer que su rumbo se orientaba hacia establecer una dictadura al estilo del General Velazco Alvarado en Perú.

Así, a la hábil estratagema tejida por los Generales Gregorio Álvarez y Esteban Cristi  como también el Coronel Ramón Trabal,  hubo reacciones de apoyo desde el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Cristiano y la central sindical CNT, que se alinearon sin ambages a alentar el levantamiento militar. Incluso el General Líber Seregni en un discurso pronunciado en 8 de Octubre y Comercio con motivo de festejar el segundo aniversario del Frente Amplio, reclamó la caída del gobierno constitucional promoviendo la accesión al poder de los militares golpistas. Sólo algunas honrosas excepciones salvaron a la coalición de izquierdas de la vergonzosa unanimidad. Entre ellas la del Doctor Carlos Quijano que desde su semanario Marcha advirtió sobre los peligros de suprimir un régimen civil por uno militar.

En general, hubo pocos sectores que se pararon firmemente frente al atropello del Ejército y la Fuerza Aérea. El más estridente y efectivo fue el desencadenado por la Armada encabezada por el Contralmirante Zorrilla, que inició la resistencia bloqueando la Ciudad Vieja, aislando algunos puntos neurálgicos para el funcionamiento del país. Además el destructor Artigas estacionado en la bahía, apuntaba con sus cañones a algunos puntos estratégicos de Montevideo.

El heroico alzamiento llegó al límite del enfrentamiento armado con otros sectores de las Fuerzas Armadas, hasta que el Presidente Juan María  Bordaberry, que había iniciado negociaciones con los sublevados, le ordenó a Zorrilla deponer la actitud.

Se vivieron horas de tensión en los dos días siguientes llenas de lealtades y traiciones a la Constitución.  Bordaberry terminó pactando en Boiso Lanza con los militares el tutelaje de estos a su gobierno vulnerando el ordenamiento institucional.

Ante esa evidencia, y a que algunos oficiales de la Armada lo desobedecieron apoyando al Ejército,  Zorrilla se vio obligado a pedir la baja y con él se fue la última esperanza de salvar la República. En su carta de renuncia dijo:

“En el ejercicio del mando con que me honrara el gobierno, he tratado por todos los medios a mi alcance de cumplir personalmente, e inducir a ello a mis subordinados, con el postulado básico del deber militar, de lealtad al orden constitucional, orgullo y fuerza de nuestra República. Ello me indujo a no acompañar declaraciones públicas realizadas por los mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, con las consecuencias conocidas. Agotados todos los esfuerzos normales en pro de la legalidad, este Comando cumple con el deber de manifestar que no ha podido lograr que todo el cuerpo de jefes y oficiales participe del mismo criterio. Por lo expuesto, con el mismo valor moral con que enfrentamos esta circunstancia, y entendiendo que ello es favorable a la normalización de la situación nacional, solicito a Ud. Sr. Presidente se sirva relevarme del cargo con que me honrara. Espero que cada uno de los actores de estos sucesos asuma su responsabilidad ante la historia”.

Zorrilla fue electo senador por el Batllismo Unido en las elecciones de 1984, en que se restablecieron la democracia y la república  a las que tanto defendió.

Vaya hacia él, nuestro recuerdo con reconocimiento.

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