En nombre del padre…
La batalla ideológica no tiene apellidos
César García Acosta
En un hecho que el Partido Colorado mejoró su votación y su perfil político, pero lejos de reeditar el gobierno fue derrotado en las urnas. Muchos de sus votantes al desapegarse del voto partidario en el balotaje, no escucharon a su dirigencia y rechazaron la experiencia de la Coalición Republicana. Las causas fueron multifactoriales: no es una obviedad decir que muchos batllistas no aceptaron los condicionamientos blancos, ni aceptaron a rajatabla el discurso proclive a la coalición como integración sin una orgánica que los proteja. Tampoco parecen haber aceptado con resignación los hechos judicializados que derivaron en “cuestiones de honor”.
Y como si fuera poco ahora una nueva «cuestión de honor» enrarece el relacionamiento interno entre los colorados. El hijo de Jorge Batlle cuestionó al de Juan María Bordaberry, porque éste pretendió parecerse al líder quincista, cuando en realidad, él –Raúl Batlle- percibe a Pedro más parecido a su progenitor. Esta actitud que no tiene que ver con cuestiones fisonómicas, sino de sentimiento republicano y democrático, parece que también serán un tema de enfrentamiento y de voces críticas en la Convención partidaria.
Mientras tanto votar a Andrés Ojeda como Secretario General del Partido siempre se consideró un hecho, aunque condicionado a la “rotación” del cargo en función de lo que es la filosofía política colegialista de los colorados.
Es más: la votación le dio a Vamos Uruguay más representantes que al Ojedismo, por lo que la foto de las elecciones internas, si bien es un dato de la realidad, varió sustancialmente entre las internas y octubre, en los comicios legislativos, donde Bordaberry conquistó más adhesiones.
Los que tenemos algunos años en el Partido Colorado, y pudimos asistir a las Convenciones de otras épocas, sabemos que las ideas y el debate siempre abrieron paso a la templanza colorada. También es justo decir que la «negociación» siempre fue un eje movilizador en el Partido. Cada rincón de la vieja casona de la calle Martínez Trueba es un testigo fiel y silencioso de ese mundillo de intimidades acuerdistas.
Personalmente presencié Convenciones con dialécticas impecables: desde el constructivismo de Américo Ricaldoni y la pasión de Enrique Tarigo, a la vehemencia inteligente de Julio César Sánchez Padilla, hasta la lógica política de Yamandú Fau, asistido después de su retorno del Frente Amplio, de Carlos Cassina. La voz de Pedro Cersósimo resonaba como a modo de sentencia, y sólo se descomprimía ante la hidalguía del discurso franco de Enrique Tarigo, quien invariablemente abogaba en defensa del republicanismo, acompañado fielmente por Gerardo Tovagliari. Pero la paz en el Partido siempre fue atributo de unos pocos: Alejandro Atchugarry era uno d de los más firmes en sus ideas, aunque con la capacidad suficiente para flexibilizar sus alcances dejando conforme a todos.
Es por eso que la pasión y la reflexión siempre fueron un signo necesario en el partido de Batlle y Ordóñez. Esa condición no admitía limitaciones ni autocensuras. La ideología y su debate eran el único camino para el entendimiento. Los batllistas en todas las épocas marcaron sus diferencias con el coloradismo tradicional. Siempre fueron más proclives al progresismo. Como batllistas buscaban un Estado fuerte no por la cantidad de funcionarios públicos que pudieran contratar, sino para asistir con esos recursos adecuadamente a un Estado que debía asistir las necesidades más urgentes de la población.
Ni ayer ni hoy la estrategia fue dar o pedir un voto. Por eso es inadmisible la autodefinición de renovador que muchos se atribuyen, porque aunque hayan variado sus etiquetas, no modificaron sus contenidos; muchos de los «ojedistas» de hoy integraron Batllistas y antes al Foro o la 15; otros militaron en listas satélites y hasta en la vieja 123.
Por eso cae tan mal la actitud de Raúl Batlle, hijo de Jorge Batlle, quien para paradoja del destino cuando accedió a una banca en el senado lo hizo subrogando a Tabaré Viera que hoy milita junto a Pedro. Raúl, priorizando su lugar de «hijo de…», refutó a Pedro Bordaberry por pretender parecerse a Jorge «cantando la justa», resultando agredido por el hijo de Jorge, Raúl, quien para ofender a Pedro le imputó «te pareces más a tu padre que al mío», en alusión al golpe de Estado de 1973.
Dijo Raúl Batlle a Pedro Bordaberry: «La verdad no me quería meter en esta ‘pelotudez’ que armaste, pero no me queda otra luego de leer este artículo: Estás cada día más parecido a tu padre que al mío». Raúl apuntó contra una columna publicada por El País, donde se citaban declaraciones de Bordaberry en referencia al encuentro con el presidente electo.
En diálogo con Doble click (radio Del Sol), Pdero volvió sobre las críticas que sobre este asunto le hizo Robert Silva: «no puede ser que estemos discutiendo esta pelotudez de si alguien habló con el otro», manifestó; «deberíamos estar hablando del contenido, de qué es lo que vamos a hacer; en eso estamos trabajando», agregó.
Según Bordaberry, él volvió a la política con «ondas de paz y amor». «A mí me plantearon varias veces ser candidato a presidente y no quise porque no me parecía que era donde podía aportar”, expresó.
En ese sentido planteó que su sector, Vamos Uruguay, pidió participar de la coordinación con otros partidos y le dijeron que había una sola persona encargada de eso: Julio Luis Sanguinetti. «No cerramos ninguna puerta, queremos lo mejor para el partido», dijo con respecto a las reuniones que mantuvo con dirigentes de los partidos con representación parlamentaria.
COLORADOS DESDE LA HISTORIA En 1954, en la previa de una Luis Batlle arengaba: «Nosotros, cumpliendo con Batlle, salimos a la calle a reclamar el cumplimiento de una disposición de la Carta Orgánica: crear nuestras autoridades partidarias –departamentales y nacionales- para que sean la expresión misma de la opinión popular del Partido, y para que sean las que orienten al Partido en la consideración de los problemas políticos, en cuanto al camino por el que debe marchar, indicándole las soluciones».
Si esto se hubiese dicho el sábado alguno de los convencionales a nadie habría extrañado, pero la reunión sólo fue para fijar el día y la hora para votar los covencionales.
Lo novedoso de la frase es que la dijo hace 70 años Luis Batlle Berres.
Por eso debemos insistir en que la batalla ideológica si algo debe tener, es el enfrentamiento cultural de las ideas.
Lo demás, está de más.
El trabajo de ahora debe ser realzar la condición humana que el mayor énfasis posible, debe darse que estas estructuras son grupos de presión. Y los partidos políticos son precisamente eso, grupos de presión. Mirar en su perspectiva real una contienda política, aunque parezca intrascendente, jamás será menos importante que la más ensalzada de las empresas. Aunque su rol sea sólo intervenir entre largos intervalos de tiempo, en los períodos electorales esas Convenciones son un instrumento de viabilidad política.
Las elecciones internas, tan solo por esta función, se transforman en el primer escalón de la defensa de las ideas.
En esa instancia, la de las internas de los partidos políticos, para la mayoría de la ciudadanía que paradójicamente les otorga poca importa, terminan siendo los decisores de las «cosas» de los partidos, aunque pocas veces la gente lo perciba como las «cosas» de todos.
En abril de 1954, en un debate político entre colorados, a propósito de las «minorías decisivas», decía Luis Batlle Berres: «…si somos triunfadores, vendremos a encarar la dirección del partido y, si somos derrotados, vendremos, como minoría, a respetar a la mayoría y a luchar con ella y frente a ella cuando sea necesario, pero nunca como minoría decisiva; siempre como núcleo dentro del batllismo. Haciendo batllismo, como es nuestro historial».