Giro a la derecha
Ricardo J. Lombardo
En las últimas décadas, las elecciones en nuestro país las define un núcleo de ciudadanos que oscilan entre el Frente Amplio y la Coalición Republicana. En el encasillamiento forzado que nos han impuesto los politólogos, esos ciudadanos se definen como de “centro”, o sea que pueden votar a la “izquierda” o a la “derecha”, según la oferta electoral que se les ofrezca. Así que las fuerzas políticas predominantes se esfuerzan por captar ese perfil que le permitirá obtener un resultado favorable en los comicios. Uno de los instrumentos más demostrativo y poderoso que poseen es la confección de la fórmula presidencial.
El Frente Amplio, que había acordado previamente que la candidatura a la presidencia y la vice saldrían de las internas, quedó encerrado en su propio laberinto, al caer Carolina Cosse en ese casillero predeterminado. Cosse no es una buena candidata para captar los votos de centro. Aparece, para buena parte de la población, como intolerante, autoritaria y hasta demasiado personalista.
Del otro lado, Álvaro Delgado sorprendió a su electorado al nominar a Valeria Ripoll como candidata a la vicepresidencia. Y aunque esto produjo cierto escozor inicial en el Partido Nacional, muchos se fueron convenciendo de que incorporar a la fórmula a una mujer joven, que viene de la izquierda y del sindicalismo, podría compensar la imagen conservadora y continuista que Delgado representa con convicción, y con ello completar un espacio de “centro” que permita ganar las elecciones.
Pero la Coalición Republicana, si bien está liderada por los blancos, tiene otros socios minoritarios que también pueden volcar el resultado final de los comicios.
El Partido Colorado quedó en una posición digna de análisis desapasionado.
En grandes números, obtuvo 100.000 votos en las internas, 40.000 de los cuales se volcaron a Ojeda, y el resto a candidatos de origen batllista.
Con eso Ojeda no solo obtuvo la nominación a la candidatura presidencial, sino también el liderazgo en un partido huérfano de conducción.
Su discurso significa para los colorados un giro a la derecha de incalculables consecuencias.
Ese partido, que venía malogrado en las últimas décadas por su falta de renovación, en las anteriores elecciones nacionales había logrado un atisbo de recuperación siguiendo la conducción de Ernesto Talvi, quien había imprimido un tono liberal progresista que atrajo a un grupo de votantes de “centro” y que, probablemente, fue decisivo al momento de votación favorable a la Coalición Republicana en 2019.
Pero ahora el discurso es distinto. Ojeda, que logró éxito cultivando su imagen, aportó muy pocas ideas fuerza a su campaña. La más importante fue que él quería asegurar el voto de la coalición para que no volviera a gobernar el FA. La otra, fue el tema de su especialidad como abogado defensor: la seguridad. Muy poco se le oyó hablar de temas sociales, económicos o educativos, que han caracterizado históricamente al batllismo.
Fue notoria, además, la adhesión que tuvo del ex fiscal Zubía , quien también se caracteriza por su discurso conservador, con escasa atención hacia la problemática social. Aún más, el retiro de su precandidatura presidencial y posterior apoyo a Ojeda, fue justificado por su voluntad de que el partido no se volcara hacia una línea más socialdemócrata (aludiendo, sin decirlo, a los demás candidatos batllistas).
40.000 votos hicieron que el Partido Colorado diera un giro a la derecha, lo cual, paradójicamente, no es una buena fórmula para lograr su objetivo de que no gane el Frente Amplio.
Si no cambia el discurso hacia un contenido más definidamente batllista, quedará disputando los votos con Cabildo Abierto o los desencantados del herrerismo por la movida de Delgado, pero eso no sumará a la Coalición Republicana, sino que significará una especie de mecanismo de suma cero, donde lo que obtienen unos, lo pierden los otros socios, sin ampliar la captación hacia los votos del “centro” que son, en definitiva, los que definen la elección.