Se llama Börgen
Guzmán A. Ifrán
Las elecciones nacionales del último domingo de octubre finalmente consolidaron al Frente Amplio como el partido político más votado del país, con un 44% de los votos, y al partido mayoritario de la coalición oficialista, el Partido Nacional, en segundo lugar con el 27% de las adhesiones y a prácticamente 17 puntos del primero.
En lo que a nuestro Partido Colorado respecta, indudablemente incrementó y de forma significativa su participación respecto del 2019. El sublema Unir para Crecer que aglomeró a la lista 25 del presidenciable Andrés Ojeda, 9007 de Gustavo Zubía y 600 de Robert Silva -entre otras-, fue el que obtuvo más votos (233.604) y senadores (los propios Ojeda, Zubía y Silva), pero el de Pedro Bordaberry (Vamos Uruguay) obtuvo más diputados y tuvo la lista individualmente con más adhesiones, alcanzando la friolera de 148.231. Es por ello que -según el cristal con que se mire- ganó un bloque o ganó el otro, y viceversa. Lo único cierto y objetivo es que el fraccionamiento de la bancada Colorada es alto y asimétrico. El Batllismo de Tabaré Viera cuenta con 1 Senador (Viera) y 3 diputados (1 por Montevideo y en un hito histórico se alzó con 2 más por el departamento de Rivera); el bordaberrismo tiene 1 Senador (Bordaberry) y 9 diputados; el Batllismo de Robert Silva mantiene la misma composición que el de Viera, 1 Senador y 3 Diputados; Gustavo Zubía y su “Tercera Vía” cuentan con 1 Senador; mientras que el “pragmatismo” de Ojeda con 1 Senador y 2 diputados. Así las cosas, los liderazgos colorados son múltiples y no hay uno que destaque particularmente por sobre los demás, en tanto si estrictamente a los números nos ceñimos todos menos Zubía pueden -por sí- asegurarle la aprobación de leyes al Frente Amplio en la cámara baja, de así desearlo.
En este escenario y ya con las miras en el ballotage del 24 de noviembre, la adición de votos de la Coalición Republicana supera y por casi 4 puntos porcentuales a la coalición de izquierdas, por lo que estamos ante un resultado abierto. Asimismo, y en la configuración de un hecho sin precedentes, como lo viniéramos advirtiendo desde hace mucho tiempo en las páginas de OPINAR, ningún bloque ha obtenido mayoría parlamentaria propia, por lo que el próximo Presidente de la República deberá necesariamente negociar en clave constante para lograr aprobar aquellas leyes que inexorablemente hagan a la vertebralidad de su plataforma programática.
La mayoría frenteamplista propia en el senado es algo con lo que la izquierda argumentará su ventaja relativa ante la Coalición al momento de pedir el voto, pero lo cierto, es que sin la mayoría en la cámara baja si bien su posicionamiento de base es mejor al de la Coalición, ello tampoco le asegura nada. Por el otro lado, el Senado será ciertamente un desafío para Álvaro Delgado de resultar electo Presidente, en tanto la única negociación posible allí es con el Frente Amplio. Este último, en tanto, tiene mucho más posibilidades en cuanto al abanico de eventuales negociaciones que la cámara baja le ofrece, ya que sumado a los sectores colorados, sus alternativas de negociación se abren también a Cabildo Abierto (2 bancas), Identidad Soberana (2 bancas) y al propio Partido Nacional. Ninguno tiene nada por seguro, pero que el Frente Amplio tiene mucho más margen de maniobra en el parlamento constituye también un hecho objetivo de la realidad.
En definitiva, nos encontramos en los albores de una nueva era política en el Uruguay. Una que requerirá de mayor diálogo, consenso y grandeza que nunca. Gane quien gane la segunda vuelta los bloques deberán ser generosos en su visión, amplios en su mentalidad y flexibles en su praxis política. Los dogmas ya no serán la jurisdicción mayoritaria de Avenida de las Leyes, liberando el paso al diálogo y el entendimiento entre facciones. Ciertamente es un experimento, pero uno para el cual ambos bloques se están preparando. Gravitación significativa tendrán también en esta coyuntura los Intendentes Departamentales, muchas veces, influyentes sobre los legisladores de sus respectivos departamentos. Es por ello que las negociaciones no serán solamente en la dimensión parlamentaria, sino también entre los centros de poder nacionales y subnacionales, una variable sobre la que no he escuchado hablar y será -no tengo dudas- parte ineludible de la nueva ecuación política. Una apasionante, dicho sea de paso, para quienes consumimos series políticas nórdicas cuyas lógicas deberemos rápidamente emular, adaptándolas a nuestro estilo e idiosincrasia, claro está. A todos los legisladores que asumen próximamente y entre casi el sinfín que podría elaborar, de mi parte una y sola una recomendación; que se llama Borgen.