Editorial

Grafitti en un contendedor: “desnudaron las ideas e hicieron el amor”

«Los mitos y los hechos»

César García Acosta

Bajo este mismo título el 15 de abril de 1966, en el semanario MARCHA, Carlos Quijano escribía «¿Cómo definir a un país conservador? ¿Cómo definir al conservadorismo? Conservador, conservadorismo, progresista, progresismo, izquierda, derecha y tantas otras palabras, suelen convertirse, con el andar del tiempo, en muletas. Ayudan a tenerse en pie. Dificultan la marcha. Una definición, no obstante, debe intentarse. Conservador no es solo aquél que por inercia, por pereza,, por senectud y también por interés, transforma las ideas recibidas, que en la época del alumbramiento pudieron ser revolucionarias y fecundas, en un campo de dogmas inmutables, aquél que vive y actúa sobre un fondo intocado de axiomas. Los países como los hombres, suelen ser más conservadores cuando tienen un pasado venturoso. Lo añoran. Es una especie de edad de oro ennoblecida y embellecida por el recuerdo. Hacia ella miran. En ella que es el pasado, es decir la muerte, ponen la esperanza, es decir la vida. Por el contrario los países como los hombres, que conservan de los años idos, una imagen desagradable o de horror, son los que están más desembarazados para tentar nuevas experiencias y aventuras. Nada los ata. Libres están de olvidar. Olvidan a sus cadenas. Las religiones y las revoluciones no las hacen los satisfechos. Las hacen los desesperados. Pero acontece que tampoco las hacen los que alguna vez fueron satisfechos. A lo sumo éstos, se dejan arrastrar por los desesperados que no conocieron el Paraíso perdido. En América Latina, pocos países tienen como Uruguay, un pasado cercano –relativamente cercano- y venturoso, relativamente venturoso. Durante los primeros 25 años del siglo gozamos la estabilidad de un nivel de vida superior al de otras naciones, del continente, de un desarrollo comparativamente superior al de éstas, en las letras, y las artes, la instrucción, la salud pública, y las  prácticas políticas. Creíamos haber alcanzado una especie de jefatura espiritual, un puesto de vanguardia. Creíamos que buena parte de la restante América vera el caos y el atrás. A esa convicción –trasfondo de nuestra individualidad- contribuían a darle rigor, otras condicionantes que no han perdido, por cierto, totalmente vigencia: la uniformidad racial, el clima templado, el desarrollo y consolidación de una clase media, la formación histórica, las características de nuestra producción.»

Después de este relato de definiciones sesentistas que bien podrían llegar hasta nuestros días, después de haber pasado por las guerras de Corea, Vietnam, Bosnia, más acá en el tiempo Bosnia, por no citar al medio oriente como concepto geográficamente válido, y sea quien sea el protagonista del desastre, la pluma justificante de Quijano recrearía exactamente por igual y justamente –hayan sido de derechas o de izquierdas- las mentes protectoras de tanto desastre generalizado.

Pero me importa, y mucho, resaltar casi textual alguna idea más del Quijano periodista: después de una sana crítica a la falta de leyes eficaces, Quijano imputa responsabilidad a los legisladores de la falta de soluciones económicas en la rendición de cuentas, para el Uruguay de 1965, recreándolo de esta manera: «… Y a la hora señalada, el proyecto que nadie ha leído, nadie ha estudiado, nadie ha podido conocer, queda aprobado. Las formas están salvadas. Ni un minuto más. Ni un segundo más. La separación de poderes no ha sufrido mengua. Las potestades del legislativo tampoco. Todo es farisaico, como se comprende, sin necesidad de probarlo.»

Dejemos el relato de Carlos Quijano y retornemos por un minuto al Uruguay de siglo XXI en el año de 2023, y reflexionemos los debates de la izquierda durante 15 años de frenteamplismo sobre la gente que vive en situación de calle, tengamos en cuenta la voluntariosa intención del Ministro Lema del MIDES de pretender ser candidato a la Intendencia de Montevideo, y veamos -del relato incumplido- que ha hecho este gobierno para que los que viven en la calle dejen de hacerlo: por ejemplo, en el Centro de Montevideo, la Intendencia del Frente Amplio alquiló en la calle Uruguay un edificio para que les sirva de dormitorio, transformando la zona es un despeñadero de miserias incalificables, igual que el MIDES hizo alquilando varios hoteles céntricos donde aloja gente con cargo a los impuestos que, entre otros, pagan los residentes del propio Centro de la ciudad capital del país.

En este contexto los contenedores para la basura de la Intendencia son literalmente salas de baño a cielo abierto, y mientras la policía –si es llamada por un vecino para que sus derechos sean defendidos- se les contesta que la vía pública es tarea de la Intendencia, que cuando es llamada, imputa responsabilidad al MIDES que pretende colaborar ofreciendo la candidatura de su ministro Lema a la Intendencia de Montevideo.

Si en 1965 Carlos Quijano decía lo mismo que puede criticarse hoy, es que la crisis en vez de sueprarse se hizo idiosincrática, y el Uruguay se sumergió en la depresión social.

De esto no se sale ni con twitter y con campañas publicitarias; se sale con acciones que den esperanzas. Quizá por eso es que deberíamos reflexionar sobre lo que un graffitero escribió en un contenedor de la calle Joaquín de Salterian y Charrúa, frente a la seccional 5ª de Policías: «desnudaron las ideas e hicieron el amor».

Este romántico principio graffitero, debería servir a los políticos de la oposición y del oficialismo para no seguir perdiendo con sus inacciones, la necesaria credibilidad republicana.

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