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Hagámonos cargo

Ricardo J. Lombardo

Nietzsche en 1885  popularizó la frase “Dios ha muerto”, es decir desacreditó la idea de que las cosas ocurrían por la voluntad de alguien superior, sobre la que antes  había hablado Hegel. Ya no tuvimos a nadie más para echarle la culpa, ni agradecerle nuestras venturas. “Háganse cargo”, parecieron decirnos los filósofos por esos tiempos

A principios del siglo XX Einstein escribió sus ensayos sobre la relatividad que lo hicieron tan  famoso. El tiempo y el espacio, que creímos eran nuestras referencias invulnerables, se convirtieron en variables según desde donde se miraran.

Heinsenberg, con su Principio de la Incertidumbre, destruyó en 1925 las certezas de la ciencia con las que Laplace nos había convencido que todo era posible de conocer. Sólo podemos saber la probabilidad de que las cosas sean como creemos.

La física cuántica derrumbó el mundo predecible y  de certezas que nos había proporcionado Newton. Niels Bohr, uno de sus principales autores, dijo que “es muy difícil hacer predicciones, sobre todo cuando se trata del futuro”

Wittgenstein, el más grande filósofo del siglo XX, nos dijo que el pensamiento se limitaba hasta donde podía llegar el lenguaje. Lo que hubiera más allá, quedaba por fuera.

Stephen Hawking, el extraordinario cerebro aún viviente,  nos enseñó que percibimos la realidad según el modelo mental que tengamos. Por lo que para dos observadores contrapuestos, si se cumplen ciertos requisitos de constatación y verificación, el mismo fenómeno puede tener dos interpretaciones diferentes y por lo tanto existir dos realidades.

Los grandes filósofos y científicos nos advirtieron con tiempo que las cosas en que creíamos se irían derrumbando una por una.

Las religiones, los sistemas de gobierno, las estructuras familiares, los valores entendidos por las sociedades,  las relaciones de producción, la organización de los estados, los medios de pago, las normas de convivencia, etc., están  jaqueados y parece que de manera irreversible.

Es necesario construir todo de nuevo en un mundo tan cambiante que no nos proporciona referencias y apenas nos ofrece unas pocas agarraderas muchas veces tan flojas que se caen al menor esfuerzo, pero que nos abre un abanico de oportunidades insospechadas si somos capaces de mirar hacia el futuro. Y nos permite  seguir siendo optimistas, aunque veamos derrumbar las columnas de la sociedad en que crecimos y nos formamos.

Así que hagámonos cargo. Dejémonos de añorar el pasado, de enredarnos en las minucias de las disputas cotidianas o en los horrores de la intolerancia,  tratemos de entender hacia donde transcurren los acontecimientos y creemos una nueva realidad

Nuestros enemigos son  el inmovilismo, la nostalgia y esa tendencia tan conservadora de sobrevalorar el pasado por sobre el porvenir, sin entender que ya nada será comparable.

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