Humor político, de allá y de acá
Fátima Barrutta
En Uruguay discutimos sobre todos los temas y está muy bien que así sea.
Pero cuando viene un extranjero a “botijearnos” o maltratarnos por nuestra condición de uruguayos, ahí felizmente nos ponemos todos la celeste y lo enfrentamos con la fuerza de nuestra verdad.
Eso fue lo que ocurrió en la reciente visita del humorista argentino Dady Brieva. Recorrió radios y canales de televisión para promover un nuevo show y se encontró con que sus ironías kirchneristas no solo no tuvieron eco en los periodistas compatriotas, sino que generaron una positiva reacción de rebeldía.
El cómico quedó algo desubicado: se volvió a su país con la probable sensación de que lo habían castigado públicamente, justo en el momento en que venía a vender su espectáculo. Aparentemente su iniciativa le volvió contra él como un boomerang: por escasa venta de entradas, debió cancelar varios shows en el interior y mantener solo las dos funciones que dará en Montevideo.
¿El público lo castigó por sus expresiones insultantes hacia la política uruguaya?
No lo sabemos; tal vez simplemente los espectadores de nuestro país están un poco saturados de los artistas porteños que vienen a aprovechar la diferencia cambiaria, del mismo modo que muchos uruguayos la aprovechan a la inversa, cruzando a Buenos Aires a gastar en espectáculos y compras.
Lo cierto es que la visita mediática de Dady Brieva deja un sabor amargo, al ver a un artista que tiene todo el derecho del mundo de pensar política e ideológicamente como quiere, pero ningún derecho a bardear al que opina diferente, como lo hace.
Es el mismo Dady Brieva que una vez dijo en Buenos Aires, como chiste, que hubiera estado bueno atropellar con un camión a la gente que salió a las calles a manifestarse contra el gobierno. Esa vez pidió disculpas, claro, pero cualquier persona que sabe mínimamente como debe expresarse, admitirá que semejante disparate criminal tiene poco de chiste y mucho de lisa y llana incitación a la violencia.
En nuestro caso, una dirigente de la oposición salió en defensa de quien agraviaba al país: fue la senadora Liliam Kechichian, que escribió por Twitter la sospecha de que la cancelación de los shows del argentino sería un “gravísimo acto de censura”.
No solo se manifestó así a favor de alguien que vino a insultarnos.
También insultó ella misma, con ese comentario, a los ciudadanos uruguayos que optaron por no comprar entradas al show de alguien que no les cae simpático, un ejercicio de libertad de elección que no tiene absolutamente nada que ver con censura de ningún tipo.
Parece olvidar la senadora que los uruguayos hemos llenado teatros para ver a grandiosos artistas argentinos, en especial a humoristas como Les Luthiers y Enrique Pinti. Incluso a humoristas de ideas políticas similares a las de Brieva, como la monologuista Malena Pichot, pero que no usan su arte para hacer propaganda.
Por eso en este momento me parece oportuno recordar a otro humorista uruguayo que ha cosechado una impresionante trayectoria de éxitos: nuestro amigo Diego Delgrossi.
No importa que él vote lo mismo que votamos nosotras.
Lo que verdaderamente importa es que es un artista integral que, en lugar de usar los chistes para agraviar y menoscabar a adversarios, propone un humor que muchas veces es político, pero no por ello menos accesible a todos los públicos, más allá de sus preferencias electorales.
¿Quién no se ha reído a carcajadas viendo a Delgrossi imitar tanto a Sanguinetti como a Mujica?
El humor debe ser eso: una instancia de libertad y regocijo; nunca un arma para dañar a quien no piensa como uno.
Por eso Delgrossi sigue llenando teatros y, tal vez por eso, Dady Brieva suspende shows.
No es una elección basada en lo que cada uno vota.
Es una elección por la calidad del humor, de un arte que no está bastardeado por la propaganda, sino que se ejerce en plena libertad.
El público uruguayo conoce la diferencia y por eso elige a quien ir a ver, sin censurar a nadie.