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La forja del batllismo

Miguel Lagrotta

La evolución política del Uruguay en el siglo XX es un tema muy interesante y complejo, que se puede dividir en cuatro etapas principales: La primera etapa fue la consolidación de la democracia política, la reforma social y la prosperidad económica (1903-1930), bajo el liderazgo del presidente José Batlle y Ordóñez, quien impulsó medidas como el sufragio universal, el laicismo, el voto femenino, el divorcio por voluntad de la mujer, el seguro social y la nacionalización de algunos sectores económicos. La segunda etapa fue la crisis económica y política y la restauración democrática (1930-1958), marcada por el impacto de la Gran Depresión, el golpe de estado de Gabriel Terra en 1933, la resistencia de los partidos tradicionales y las fuerzas sociales, y el retorno al orden constitucional en 1942 con la elección de Juan José Amézaga. La tercera etapa fue el estancamiento económico, la atomización de los partidos políticos tradicionales, el crecimiento de la izquierda y la dictadura militar (1959-1985), caracterizada por el aumento del desempleo, la inflación, el endeudamiento externo y la conflictividad social, el surgimiento del movimiento guerrillero Tupamaros, el golpe de estado de Juan María Bordaberry en 1973 y la represión y violación de los derechos humanos por parte del régimen militar. La cuarta y última etapa fue la restauración democrática y la entrada del Uruguay al Mercosur (1985-2000), en la que se restableció el sistema democrático con la elección de Julio María Sanguinetti en 1984, se aprobó una nueva constitución en 1996, se creó el bloque regional del Mercosur junto con Argentina, Brasil y Paraguay en 1991, y se alternaron en el poder los partidos tradicionales hasta el triunfo del Frente Amplio en 2004.

La perspectiva batllista

Si vamos a los inicios del Uruguay batllista tenemos que incursionar en los ferméntales debates del siglo XIX.

La tradición política y republicana del Uruguay actual no se inicia durante el período civilista a partir del gobierno de Julio Herrera y Obes, ni se consolida luego de finalizada la Guerra Civil de 1904, sino que tiene raíces más antiguas y profundas. La tradición política y republicana del Uruguay se refiere al conjunto de principios, valores e instituciones que caracterizan al sistema democrático uruguayo, basado en el respeto a la soberanía popular, la división de poderes, el pluralismo político, el Estado de derecho y los derechos humanos. Esta tradición no surge de forma repentina ni lineal, sino que es el resultado de un proceso histórico complejo y conflictivo, que se remonta a la época colonial y que atraviesa diferentes etapas, como:

– La lucha por la independencia y la participación en las revoluciones rioplatenses, que expresaron las aspiraciones de autonomía y libertad de los criollos frente al dominio español.

– La elaboración de la primera Constitución en 1830, que estableció la forma de gobierno republicana y representativa, aunque restringida por el sufragio muy limitado por la definición de ciudadanía y sus requisitos y el poder de los “doctores”.

– Las guerras civiles entre blancos y colorados, que enfrentaron dos proyectos políticos y sociales antagónicos, pero que también generaron pactos y acuerdos para preservar la unidad nacional.

– La reforma constitucional de 1918, impulsada por el batllismo, que introdujo el sufragio universal, el voto secreto, la representación proporcional y el colegiado ejecutivo, entre otras innovaciones.

– La resistencia a las dictaduras militares de 1933 y 1973, que implicó la movilización social y política en defensa de las libertades públicas y los derechos humanos.

– La restauración democrática en 1985, que significó el retorno al orden constitucional y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Por lo tanto, se puede afirmar que la tradición política y republicana del Uruguay actual tiene una larga trayectoria histórica, que se ha ido construyendo y consolidando a través de diversos acontecimientos y actores. No obstante, esto no implica que sea una tradición estática o inmutable, sino que está sujeta a cambios y desafíos que, entre otros mecanismos la concepción laica del Estado contribuye a defenderla en forma sustancial…

El rol del primer batllismo

Siguiendo a Gerardo Caetano la política del modelo batllista de desarrollo se escapa de la visión republicana para devenir en un proyecto con perfiles uniformadores casi con un perfil disciplinante que se promovía a través del Estado que demandaba, e incluso imponía su visión de las “ideas de bien” sobre el conjunto de la población. Había en la construcción ideológica del batllismo en el desarrollo del denominado Uruguay del 900, fuertes tensiones entre la visión liberal y el rol jurisdiccional del Estado a través de la ley. Es cierto que existía una fuerte presencia de inmigración anarquista que luchaba por defender la intimidad del ciudadano frente al intento “disciplinar” del Estado o cualquier institución con esas visiones regulatorias caso concreto de la Iglesia Católica. En esta línea hubo un fuerte debate en el parlamento entre dos legisladores batllistas: José Espalter y Domingo Arena discutiendo sobre el proyecto de ley sobre el divorcio llevado adelante por Ricardo Areco:

–        Espalter- Los mismos que están dispuestos a sancionar leyes para corregir la conducta de los hombres en todas las circunstancias de la vida, aún en el orden de las cosas más íntimas, aún en el orden mismo de los derechos individuales, esos mismos declaran la quiebra y la bancarrota de la ley en el orden del matrimonio (…) Considero un sueño, una utopía, el deseo de constituir la familia sobre nuevas bases….

–        Arena- (…) las leyes fracasan siempre cuando quieren penetrar dentro del dominio de la ley moral (…) porque la ley moral – diga lo que quiera el doctor Espalter, y lo diga con la brillantez que lo diga- escapa a la ley escrita (..) el Código Penal no se atreve un solo minuto a penetrar en el fondo moral de las personas…

Krause y Ahrens

en la forja del Estado batllista

Krause es uno de los teóricos más influyentes en nuestro país y sus ideas tienden a armonizar los fines individuales, siendo el Estado el que lo debe llevar adelante. Siendo el Estado una forma exterior de justicia su función es: «(…) asegurar a los ciudadanos las condiciones para cumplir libremente la totalidad de su destino; pero las condiciones exteriores de libertad y de mérito moral, las intimidades de ánimo y las potencias superiores del entendimiento y la voluntad están fuera de su esfera y sobre sus medios. Bajo estos respectos el Estado puede solo dar las condiciones exteriores, puede concurrir a su modo, prestando derecho a la actividad de las otras instituciones relativas al destino humano; pero el Estado no puede fundar ni dirigir la vida interior de estas instituciones. Hasta aquí no alcanzan las leyes ni los medios políticos; éstos pueden impedir y hasta destruir fuerzas materiales; pero no tocan el espíritu, ni al ánimo. El Estado cuida de que no impida a los ciudadanos la prosecución y cumplimiento de su destino individual y social, sino más bien que todo preste condición favorable para este fin, y con esta idea aspira a convertir las relaciones sociales en un sistema de recíproca condicionalidad humana. Pero lo que el hombre interior puede y debe realizar en sí, su cultura en ciencia y arte, en moral y religión, debe al Estado dejarlo a la libertad y a las influencias espontáneas, las sociales y exteriores, como las individuales e interiores sobre el hombre»

Este pensamiento es mejorado y complementado por Ahrens, al denunciar una sucesión de problemas en la definición de la doctrina liberal clásica que va a ser solucionada por la intervención del Estado. Para Ahrens el Estado es una institución que debe buscar el desarrollo social por lo que en una visión extrema el Estado puede ser empresario, agricultor, industrial, etc… Por lo que, siguiendo a Ahrens, el Estado podrá proporcionar los instrumentos legales que fomenten el desarrollo de la sociedad civil, ya sean estas civiles, industriales o educativas. Pero su intervención deberá ser limitado por la propias iniciativas que las asociaciones determinen: «El Estado(…) no es una institución de simple policía, de seguridad y de protección; sin extralimitarse de su propio objeto, puede y debe ayudar al desarrollo social, puede y debe facilitar por medidas legales la constitución y la acción de todo género de asociaciones(…) Para Krause y para Ahrens la justificación del intervencionismo estatal en distintos campos de la realidad social, tiene su fundamento en la unidad y organicidad de la vida, o sea fundamentando la importancia del Estado asistencialista o benefactor y finalmente en la legitimación de las empresas públicas. El propio Ahrens sostenía: » El Estado ya no es una institución de simple policía, seguridad y de protección(…) puede y debe ayudar al desarrollo social, puede y debe facilitar por medidas legales la constitución y la acción de todos los géneros de asociaciones(…) por los objetos de consumo y por la producción común»   El fin último de la institución Estado debería ser, entonces, la realización moral de los fines del ser humano. La tutoría del Estado está fundada en la naturaleza del hombre, entendido este como individuo y como humanidad la protección de aquello a que debe su ser. El proteccionismo que el Estado deberá desarrollar, a diferencia de la visión liberal abstencionista e indiferente, la reconstitución del equilibrio social. El liberalismo como sostenía Ardao llegó a constituirse como una conciencia nacional en el Uruguay del 900. La denominada construcción de la fe en el Estado se la debemos a Karl Krause, filósofo postkantiano y fueron difundidas por obras de Heinrich Ahrens y Guillaume Tiberghien que representaban la corriente belga del krausismo.

Las primeras alusiones de esta filosofía fueron realizadas por Carlos María Ramírez en el curso de Derecho Constitucional a partir de 1871 en la Facultad de Derecho. A partir de 1878 fue la filosofía oficial de la cátedra de Derecho Natural y la figura más representativa fue Prudencio Vázquez y Vega. También Domingo Arena fue influido por Krause, aunque se definía como «socialista importado y sin programa».

La política actual debate otros temas con otros enfoques, siempre es útil volver a las raíces.

Ver. Delio, Luis M. Nuevo enfoque sobre los orígenes intelectuales del Batllismo. FCU. 2007        Ahrens, E. Curso de Derecho Natural. Pag.320 Krause, K. El Ideal de la humanidad para la vida. Berisso, Lia/Bernardo, H. Introducción al pensamiento uruguayo. Lagrotta, M. Domingo Arena, realidades y utopías. Arca.2009. Caetano, G. La novedad de lo histórico. Planeta/Clacso Montevideo 2023. Pp.122-126.

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