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La frazada corta de la cultura

Fátima Barrutta

Uno de los temas que ocupó la agenda informativa esta semana fue el reclamo del sector teatral independiente, en el marco de la rendición de cuentas que se tramita a nivel parlamentario.

En representación de la Federación Uruguaya de Teatros Independientes (FUTI), el reconocido actor y director Héctor Guido reclamó para esa agremiación una subvención de 40 millones de pesos, advirtiendo que si no se otorga, incluso el Teatro El Galpón corre el riesgo de cerrar sus puertas antes de fin de año.

El ministro de Educación y Cultura ablo da Silveira, por su parte, salió a la prensa a matizar esa visión y transparentó algunas subvenciones ya existentes.

Explicó que la FUTI agrupa solamente a salas y compañías independientes de la ciudad de Montevideo (entre ellas El Galpón) y recibe todos los años 7 millones de pesos.

Que la Asociación de Teatros del Interior (ATI) nuclea a unos 40 grupos de los restantes departamentos del país y obtiene una subvención de apenas 500.000 pesos.

Más significativo aún es que otras agremiaciones, la Asociación de Danza del Uruguay y la Red de Artistas Circenses, no reciben ninguna subvención del Estado.

Estamos de acuerdo con Héctor Guido en que el teatro independiente debe ser apoyado, porque realiza un significativo aporte a la cultura nacional desde hace casi un siglo y porque da trabajo a muchos compatriotas.

Es una falacia lo que se lee en las redes sociales, cuando acusan a la gente de teatro de querer vivir del contribuyente.

No es así: los teatros no necesitan los recursos públicos para pagar sueldos, los precisan para sobrevivir. Para cubrir mínimamente los gastos inherentes a mantener abiertas salas de cultura que, de no existir, serían estacionamientos o shoppings.

 Y quien no entienda que la producción cultural es un activo fundamental para el país, realmente no entiende nada.

Ahora bien: los datos que aporta el ministro hablan de una inequidad que debería subsanarse.

En el contexto de una rendición de cuentas, atender a algunos implica desatender a otros, por aquello que siempre se dice de que “la frazada es corta”.

Es comprensible que los teatros independientes de Montevideo merezcan incluso más fondos que esos 7 millones anuales.

¿Pero qué pasa con los grupos del interior?

¿Qué pasa con bailarines y artistas de circo, que nada reciben?

Es una inequidad que se explica porque tradicionalmente, la gente de teatro montevideana ha tenido más llegada al sistema político y por eso ha influido para obtener un mejor posicionamiento en la distribución de subvenciones del Estado.

Los apoyos estatales a la cultura son una tradición del país, más allá de banderas políticas.

Al batllista Justino Zavala Muniz le debemos la creación de la Comedia Nacional en 1947, y dos años después, de la Escuela de Arte Dramático.

El ministro del Partido Nacional Antonio Mercader dio viabilidad en 1992 a la Comisión del Fondo Nacional de Teatro (Cofonte), una iniciativa que nuclea a teatristas de todo el país y los apoya con fondos públicos.

Por su parte, en los gobiernos del Frente Amplio se relanzó el Ballet del Sodre con la incorporación de Julio Bocca y comenzaron los fondos concursables para la cultura, que hoy se siguen entregando.

El desafío actual consiste en no desatender los valiosos esfuerzos que realizan los artistas locales, y hacerlo con un criterio de justicia que atienda a los distintos sectores de actividad, y no solo al teatro montevideano.

Tal vez este año, con un país que atravesó la pandemia y una reciente sequía, pero salió económicamente airoso -como no lo lograron otros en la región- la frazada quede corta para que los apoyos crezcan en cantidad y calidad. Máxime cuando el gobierno pone el énfasis en salud mental y adicciones, que son emergentes de absoluta gravedad en la situación actual.

Pero estoy segura de que la Coalición Republicana, honrando la tradición cultural de los partidos que la integramos, tomará este desafío y más temprano que tarde dará a los artistas uruguayos la atención que merecen, con generosidad y también con justicia distributiva.

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