Política nacional

La inseguridad es real y palpable

Zósimo Nogueira

La inseguridad es como una herencia que se trasmite sin que se le dé solución, gestores aletargados que no la visibilizan en su real dimensión. ¿O será que alucinamos? El nuevo ministro, una persona de probada seriedad inicio sus funciones diciendo que el fenómeno de la droga es incontrolable. Parece ser que las políticas llevadas adelante por los gobiernos que lo precedieron son las correctas. El mando superior de la policía es el mismo, se le ha renovado la confianza y no ha habido ninguna modificación en la operativa anticriminal. Para saber de inseguridad en Montevideo y en cualquier ciudad del país basta un poco de coraje, decisión, capacidad de observación y poder recorrer sus calles y entornos comerciales en diferentes horarios, pero transitar por la inseguridad, según la hora y el lugar, va variando.

En esas zonas copadas por indigentes y el malevaje al anochecer, con las primeras sombras de la noche se inicia el periodo de mayor riesgo. El público gris en movimiento.

Pasan las horas y la movida se pone incierta y peligrosa; con las primeras horas de la madrugada luego del agite intenso, el movimiento, pero no el riesgo comienza a decrecer.

Las bocas cierran, los zombis pasan del consumo al promiscuo descanso. Tirados ente cartones y trapos.

Va amaneciendo. Con el despertar de las actividades laborales y educativas el vecindario activo retoma su movilidad rumbo a las paradas de ómnibus, eludiendo espacios colonizados por “ocupas” que duermen tirados en los más variados espacios y resguardos.

Esas personas en su mayoría con problemas de salud mental por consumo problemático de drogas y muchos arrastrando resabios carcelarios es factor determinante de la inseguridad real. 

Tangible a ojos de todos los moradores y transeúntes de las ciudades.

Esa “sensación de inseguridad” que pueden percibir los foráneos, para el vecino del lugar es muy real.

Cualquier observador perspicaz podrá advertir que se elude pasar por determinados lugares, que se cambia de veredas, que en ciertos lugares se camina por las calles y que unos se apresuran para caminar en cercanía de otros.

Si quieren verla, está ahí.

Esa es nuestra realidad, a la vista de todo aquel que esté dispuesto a una recorrida de observación.

Es algo a realizar con mucha cautela, en las horas más difíciles en vehículo y con compañía.

Poco dialogo por los riesgos y también para evitar generar temores.

Observar el tránsito vehicular, ómnibus, autos, motos, vehículos oficiales, policía, ambulancias, y todo lo que escape a la rutina, al cotidiano.

Resulta importante para calibrar el grado de inseguridad de las ciudades una recorrida en el entorno de los organismos públicos y en especial de las unidades policiales. 

Como puede alguien sentirse seguro si para llegar a una unidad policial a pedir socorro, realizar una denuncia, etc. etc. debe sortear periferias colonizadas por marginales.

Lo mismo para concurrir a un centro hospitalario o a una terminal de ómnibus.

Para Montevideo, el termómetro más preciso lo tenemos en el entorno del Hospital Maciel, la terminal de ómnibus de Rio Branco, las inmediaciones de las comisarias de la jurisdicción y las plazas, calles peatonales y parques. El entorno del ministerio del Interior es caótico.

Hay otros centros barriales tan o más conflictivos y peligrosos.

El momento y las circunstancias lo determinan.

Hay trabajos periodísticos sobre la promiscuidad reinante, serios y valiosos. La crónica policial resulta de gran valía para identificar puntos críticos.

Simplemente con esto se puede ser un entendido y un vocero fundamentado en cuestiones de la real situación de inseguridad que vivimos.

Luego vendrán las consideraciones sobre la realidad anterior, actual y lo que se viene; si no se logra revertir el crecimiento de la marginalidad.

La liberación de los espacios públicos y privados ocupados por individuos con problemas de adicciones, consumo y tráfico de drogas.

Atenti. No hay solución sin actuar sobre el consumidor, sin comprador no hay vendedor.

Muchos, muchos dirán que no se puede, que es un criterio restrictivo de la libertad individual, pero es la mejor y más eficaz forma de combatir al tráfico, venta y consumo de drogas prohibidas. Hay que actuar sobre el consumidor.

Aquel que adquiere su droga en forma ilegal, en los lugares denominados “bocas” o a través de distribuidores.

Hay que sacarlo de la calle, evitar que siga contaminando y generando inseguridad, darle atención en sus problemas de adicciones y salud mental.

Se debe impedir el ingreso de drogas al país, pero también actuar sobre toda la cadena de acopio, distribución y el consumidor. Si es necesario actualizar la legislación, pues que se haga.

Determinados y visualizados esos indicadores tan notorios de la inseguridad hay que llegar al abordaje del tema en procura de la solución.

Dejando de lado todos los sortilegios y soluciones mágicas, en el Uruguay hay un organismo profesional encargado de mantener el orden y colaborar con la justicia en el esclarecimiento de los delitos y la aprehensión de sus autores.

Es la policía, y por más que le busquen la vuelta es la institución responsable.

Es el poder coactivo del Estado. Toda otra discusión está demás.

Si hay problemas de seguridad que no se resuelven a quién cambian.

A los comandos de las Jefaturas o unidades policiales involucradas, cuestionadas.

Es así, y está bien. Para eso estudian, practican, se especializan.

Por eso es necesario una reestructura de la carrera policial, que lleguen a los más altos rangos los mejores y con la experiencia debida.

Que las fuerzas policiales cuenten con los recursos y la tecnología de avanzada necesaria.

Que sus integrantes estén debidamente instruidos y motivados en el ejercicio de su función.

Que reciban una retribución adecuada y razonable acorde a su actividad, al riesgo de vida y al grado de especialización.

A los abogados, sicólogos, sociólogos, políticos etc. diría que dejen de planear operaciones policiales, visto el problema se lo pasen a la policía para que lo resuelva, dialoguen y consulten de qué manera pueden apoyar, pero no incurran en el error de diseñar políticas de seguridad pública.

Hay tanta otra cosa para mejorar que puede incidir en el resultado de una buena gestión policial.

Diagramen una mejora en la aplicación de la justicia.

Elaborar o corregir las normas que procesales, dando a todo individuo las garantías del debido proceso, aplicación del principio de presunción de inocencia. Reducir los tiempos de prisión preventiva, terminar con los juicios abreviados cuando la prueba no tenga la debida consistencia.

Que sean la excepción y no la norma. Que la policía tenga mayor libertad y disponibilidad de tiempo en la investigación de los delitos.

Combatir a la corrupción en todos sus ámbitos, dar el ejemplo.       

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