La mesa de diálogo
Ricardo J. Lombardo
El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, instó a que sea cual sea el resultado del referéndum del domingo 27, el gobierno cree una mesa de diálogo para encontrar soluciones a los problemas planteados.
Ese mensaje promovió reacciones desde el oficialismo, pues se considera que la “mesa de diálogo” que se reclama ya existe y es el parlamento, donde está representada proporcionalmente la voluntad popular surgida de las últimas elecciones.
Se ha afirmado que la propuesta de Pereira es antirrepublicana y tiene reminiscencias corporativistas que recuerdan al fascismo, el franquismo y hasta el nazismo.
La controversia encierra un profundo asunto ideológico que nunca se ha discutido debidamente ni expuesto a nivel popular.
Como este tema no se vincula con el referéndum convocado por iniciativa ciudadana, no violamos ninguna veda si nos referimos al mismo en el día de hoy.
Los partidos históricos, es decir blancos y colorados, son regidos por estructuras que se sustentan irrestrictamente en los resultados electorales. Las convenciones en ambos partidos son conformadas por integrantes que han emergido de los comicios convocados a tales efectos.
Sus autoridades, el Directorio en el caso del Partido Nacional, y el Comité Ejecutivo de los colorados, surgen de elecciones de segundo grado entre los convencionales que representan la voluntad popular.
Su carácter democrático es incuestionable.
El Frente Amplio, sin embargo, tiene otra forma de gobernarse.
Se órgano máximo, el Plenario, está constituido esencialmente por dos mitades: una de ellas, representa a los grupos políticos y la representación es proporcional a la manera de los partidos históricos; la otra, está constituida por las coordinadoras, es decir las organizaciones de base que incluyen hasta representantes del exterior.
En los partidos históricos gobiernan las mayorías surgidas de la voluntad popular, respetando republicanamente el derecho de las minorías.
La estructura del Frente Amplio permitiría que una organización política abrumadoramente mayoritaria según la voluntad popular expresada en las urnas, quedara en minoría del plenario si las bases fueran controladas por organizaciones que pudieran responder a otros partidos minoritarios.
Por eso se habla de mesa de diálogo, ya que no es tan clara la forma de dirimir los conflictos como se asume en la democracia a través de las mayorías elegidas por la voluntad popular.
El planteo de Pereira responde a ese tipo de estructura original del FA que provoca que muchas veces organizaciones francamente minoritarias pero muy militantes, terminen imponiendo su voluntad a las mayorías.
Sea cual sea el resultado del referéndum, al otro día el Uruguay tendrá que seguir siendo republicano y democrático. Las discrepancias se deberán seguir dirimiendo en el Parlamento elegido por el pueblo, articuladas por un sistema político maduro que busque articular las mayorías para aprobar, derogar o modificar las leyes.
Siempre seguirá existiendo el recurso del referéndum como válvula de escape para expresar la voluntad popular y aprobar o revocar las decisiones de gobierno, pero cualquiera sea el resultado de las legítimas iniciativas ciudadanas, eso no debe violentar la organización republicana sobre la cual está concebida nuestra convivencia: la democracia representativa que consagra al parlamento como escenario legítimo para dirimir las discrepancias y legislar a través de las mayorías que exige la Constitución.