Culturales

La sociedad de la nieve

Ricardo J. Lombardo

Pertenezco a una generación a la que la tragedia de los Andes golpeó fuerte.

Soy contemporáneo de la mayoría de los sobrevivientes. A muchos los conocí después en distintas instancias de la vida.

Por esa razón, el excelente relato del libro de Pablo Vierci que tomó de base la película, no me resulta ajeno. Al contrario. Me volvió a introducir en aquellos hechos tan impresionantes.

No es el primer film que se hace sobre estos episodios.

El anterior, “Viven”, basado en el libro del francés Piers Paul Read, ofreció un relato bastante minucioso, pero mucho menos humano y mucho menos cercano. A tal punto que en ningún momento se menciona en aquella película que los accidentados eran uruguayos. Solo aparecía la carcasa del avión que decía “Fuerza Aérea Uru…”

Y los hechos más dramáticos eran tratados con cierto ocultamiento, seguramente para no herir sensibilidades.

“La Sociedad de la Nieve”, es todo lo contrario. Es dura, y con toda crudeza expone los dilemas, las convicciones, las debilidades y fortalezas de los protagonistas.

Además, le da un enfoque inconfundiblemente uruguayo. Desde las imágenes hasta el “bo” con que muchos de los protagonistas dialogan.

Tiene  algunas cosas emocionantes. El cameo de Fernando Parrado al principio, cuando los viajeros se reúnen en el viejo Aeropuerto de Carrasco, o el de Carlitos Páez haciendo de su propio padre Carlos Paez Vilaró al anunciarle a Tomas Fiedmann por primera el listado de los sobrevivientes a través de Radio Carve, hacen erizar la piel.

A propósito de este episodio, debo contar algo. Yo era un joven periodista del diario El Día. Tenía 19 años. Y se me ordenó que fuera a la casa de los sobrevivientes a reportar desde allí todo lo que pasara.

En una enorme casona de Carrasco se habían agrupado buena parte de los familiares esperando los nombres de quiénes eran los sobrevivientes.

Cuando desde Radio Carve Carlos Páez Vilaró empezó a leer el listado de los que estaban vivos, se produjo un silencio sepulcral. En el momento en que los  presentes oían el nombre que estaban esperando, saltaban de algarabía entre abrazos y llantos. Pero cuando Paez Vilaró terminó de leer, otros tantos quedaron paralizados porque entendieron que su ser querido no había sobrevivido.

Fue una escena sobrecogedora que la actividad periodística me hizo vivir y que hasta hoy me produce una inmensa emoción.

Volver a recordar esos hechos como provoca “La Sociedad de la Nieve”, nos impacta como cada vez que por una u otra razón reaparece en nuestra memoria. Si eso nos produce a nosotros, que conocemos los hechos con bastante amplitud e identificamos a los protagonistas con toda facilidad, me imagino el impacto que producirá esta película tan uruguaya y dramática, entre las nuevas generaciones que tienen apenas una referencia  y recién toman consciencia cabal de lo ocurrido a través de tan tremenda expresión cinematográfica.

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