Las razones por las cuales recomendé un libro
Jorge Nelson Chagas
Mi amigo y tocayo Jorge Molinari me solicitó si yo podía hacer un resumen del libro “La vida cotidiana durante el estalinismo” de Sheila Fitzpatrick, una renombrada especialista en historia soviética.
¡Menudo pedido! Pero recojo el guante y mencionaré cuatro razones importantes.
1) Está excelentemente documentado. Aquel mundo de pesadilla, con escasez crónica, burocracia kafkiana, corrupción y continua represión está retratado en base a los propios documentos oficiales, crónicas y testimonios.
2) Rescata para la historia el nombre de Yevgueni Preobrazhenski un eminente economista que fue uno de los articuladores de la Nueva Política Económica (NEP) que, en vida de Lenin, permitió la recuperación de Rusia tras la devastadora guerra civil. Preobrazhenski fue ejecutado en 1937 por Stalin.
3) Describe la lucha diaria de la población contra los burócratas y las formas silenciosas de resistencia. Contrariamente a lo que se supone, el ciudadano ruso de a pie, tenía formas variadas de protestas contra la situación imperante que eran conocidas por el Partido Comunista. Los jerarcas soviéticos sabían a la perfección de la insatisfacción popular e incluso, no estaban para nada conformes con la burocracia. Pero, aquí estaba la paradoja: al eliminar la propiedad privada y anular toda forma de libertad económica, el Estado se convirtió en el único productor y suministrador de bienes y servicios, necesitaba de un aparato burocrático extenso y muy ramificado para cumplir todas esas funciones. El Estado lo era todo y el ciudadano soviético debía lidiar, en todos los planos de la vida cotidiana, con él.
4) La corrupción era inherente al sistema. Los acaparadores, agiotistas, intermediarios y funcionarios venales, eran una verdadera plaga. El “mercado negro” era liderado por una suerte de mafias bien organizadas con complicidades al más alto nivel del aparato estatal.
Ahora bien, como todas las cuestiones históricas, esta es una de las caras de la moneda. Durante el estalinismo – pese al terror irracional y sistemático, y las hambrunas – se cumplió un proceso industrializador, la alfabetización llegó a óptimos niveles y, un punto interesante, se produjo una movilidad social y una nueva generación accedió a la enseñanza superior.
Pero la “utopía igualitaria” estaba condenada a fracasar porque partió de una base errónea: creer que se puede eliminar el mercado y que un Estado omnipresente puede resolver todos los problemas de los seres humanos. Caramba, después de todo, estamos hablando de libertad.