Monstruosidad y la mirada dogmática
Daniel Manduré
Habló el mesías. Nos iluminó con sus palabras.
Nos dice que hacer y que tenemos prohibido. Nos mandata.
Nos indica que actos son inmorales. Intenta alejarnos de decisiones que considera monstruosas.
Pretende decidir sobre mi libertad individual. Porque al decir de uno de sus principales apóstoles, él es un enviado de Dios y ante ello debemos rendirnos.
Las frases anteriormente mencionadas, con evidente tono irónico, solo intentan expresar mi preocupación por las recientes expresiones públicas del senador Manini al referirse al proyecto sobre “eutanasia y suicidio asistido” que está a estudio en la comisión de salud de la cámara de diputados.
Desde el momento en que se presenta el proyecto nos manifestamos a favor del mismo. Reconociendo además lo delicado y serio del tema e insistiendo que más allá de la postura que se tenga al respecto, todas muy respetables, se debía tratar con altura. Esgrimiendo argumentos y desterrando de la discusión los calificativos que entorpezcan o bajen el nivel de la discusión. Lo delicado del tema merece un tratamiento con altura, sin zancadillas, distorsiones ni adjetivos rastreros.
Parece que no todos piensan lo mismo y lo lamentamos.
Las desafortunadas expresiones de las últimas horas del senador Manini van en sentido contrario. No por oponerse al proyecto de eutanasia, que está en todo su derecho de hacerlo, sino por el camino elegido para ello, descalificando a quienes lo apoyamos y utilizando adjetivos duros y vacíos de contenido.
Habla de la monstruosidad de la eutanasia y de las inmoralidades del proyecto. Nada más alejado de la realidad. El senador Manini parece haber tomado en sus manos el “moralòmetro” y pretende medir la moralidad de los ciudadanos. Intenta darnos clases sobre los valores, que es moral y que no lo es.
Es bueno recordar que la amplia mayoría de los uruguayos, en varias encuestas de opinión, se han manifestado a favor de la eutanasia.
En un primer momento no entendimos esa salida destemplada del general retirado, después cuando recordamos las expresiones de Domenech, uno de sus principales seguidores, entendimos todo. “Dios nos manda a Manini para encabezar a los artiguistas” había expresado el senador Domenech hace un tiempo atrás. El enviado de Dios que todo lo sabe y todo lo juzga…
Así es muy difícil analizar un proyecto con seriedad.
No seamos hipócritas todos sabemos que en silencio ya existe.
Como dijimos siempre el tema debe ser estudiado con respeto hacia todas las posturas, alejado de dogmas o lobbies ideológicos, esos grupos de presión que siempre existen y que bajan muchas veces el nivel de la discusión.
Escuchar las expresiones de Manini fortalece cada vez màs nuestras convicciones en cuanto al tema.
Cuando no hay tratamiento suficiente, cuando no existe la mínima posibilidad de curación, cuando el fin es irreversible, cuando el sufrimiento es insoportable, cuando los cuidados paliativos ya no son solución, cuando el dolor, la angustia e impotencia invaden al enfermo y a su familia, cuando todo se transforma en un verdadero calvario, cuando la vida ya no es vida, cuando se está muerto en vida, es el momento de ejercer nuestro derecho de elegir.
Es una decisión autónoma, intransferible, individual, que proviene del ejercicio responsable de mi libertad.
Donde se somete a las más estrictas garantías médicas, jurídicas y éticas.
Nadie está obligado a nada, solo prima mi derecho y libertad a decidir.
Insistimos una vez màs, no hay que mostrar a los cuidados paliativos y sus bondades innegables como alternativa de la eutanasia.
No son antagónicas ni opuestas son complementarias.
La eutanasia no es una elección entre vida o muerte sino entre dos formas de morir.
No intenta violentar creencias de ningún tipo, tiene principios humanitarios.
Morir con dignidad también es un acto de compasión y amor