Historia

Sanguinetti/Bordaberry

La Carta

Jorge Nelson Chagas

En setiembre-octubre de 1972, cuando el avance del poder militar sobre las autoridades civiles era patente, el entonces ministro de Educación y Cultura, Julio María Sanguinetti, le envió una carta al presidente Juan María Bordaberry.

En uno de los párrafos centrales decía: “El presidente públicamente va apareciendo cada vez más sometido a presiones militares. Se le ve en permanente consulta. Se le observa reunido constantemente con los mandos, pero nadie teme un golpe de Estado, sino por el contrario, se teme que él esté ya demasiado subordinado a los militares. Es muy claro que hay un grupo militar que está haciendo política y que la hace a costa de la autoridad presidencial, en proceso de disminución paulatina (…) Comprende que no te alcanza ya con cambiar piezas, ya eso se gastó con Magnani y con Legnani. Como se gasta ahora rápidamente, salvo que quienes vienen no deseen otra cosa que subordinarse. Sólo una apertura política de base amplia, con movilización popular, puede romper el proceso; si no, seguirá como hasta ahora y el día que quieres jugar tu carta personal ya será tarde”

Sanguinetti formaba parte del gabinete y tenía acceso directo al presidente. Bien podía haberle planteado este delicado tema en forma verbal. Sin embargo, optó por la vía escrita. ¿Por qué?

A mi entender no se trata de una carta personal. Era la visión de los sectores democráticos más lúcidos del Partido Colorado alarmados con la situación institucional. Estaban pidiéndole a Bordaberry que reflexionara sobre donde estaba parado. No podía seguir cediendo ante los planteos militares. Puedo equivocarme pero creo que se procuró adrede que esta visión quedara  plasmada por escrito pensando en el futuro. En otras palabras: es un documento concebido para la historia.

En su biografía “Antes del silencio” (escrita por Miguel Ángel Campodónico) Bordaberry no hace mención a esta carta. No poseo información sobre  cuál fue su reacción al leerla o si la respondió, ya sea en forma escrita o verbal. Lo comprobable es que los militares continuaron a todo tren con su cruzada contra la corrupción. 

Las Fuerzas Conjuntas  realizaron una serie de arrestos a personas vinculadas a  maniobras con divisas y seguros.  La espectacularidad de estos procedimientos militares provocaron todo tipo de trascendidos. El 7 de octubre la Junta de Comandantes emitió un comunicado público en el que puntualizaban que la acción contra los delitos socioeconómicos era de responsabilidad exclusiva de la CRIE, “las Fuerzas Conjuntas intervienen en esta actividad únicamente cuando como consecuencia de las operaciones antisediciosas surgen evidencias de la existencia de este tipo de ilícitos y una vez comprobados los mismos, por la realización de las investigaciones correspondientes, se trasladan los resultados a la órbita de la citada Comisión a quién compete determinar las responsabilidades pertinentes”    

El comunicado de la Junta de Comandantes buscaba salvar el buen nombre de las personas que actuaban en el mundo de los negocios en forma honesta y evitar cualquier tipo de sensacionalismos. Pero en los corrillos políticos y periodísticos  comenzó a circular otra información inquietante:  dos oficiales del Batallón Florida se llevaron por la fuerza al escribano Ramón Queiruga, actuario del juzgado donde se había tramitado el caso de la “Infidencia” –archivado desde 1970- para exigirle su entrega.

Hablar de la “Infidencia” era, de hecho, hablar de Jorge Batlle uno de los aliados políticos más importantes del gobierno…

Las alegrías de la izquierda legal

En más de una oportunidad he dicho y escrito que el episodio de “La Infidencia” fue uno de los mitos  más nocivos y duraderos de la historia política del Uruguay. No explicaré ahora las posibles causas de su gestación y perdurabilidad, pero lo cierto es que  en octubre de 1972 retornó a la agenda política.

Los hechos son de sobra conocidos: el 25 de octubre de 1972,  Jorge Batlle habló por cadena de radio y televisión denunciando la intromisión militar en asuntos judiciales. Esta alocución  provocó el  malestar castrense. En Casa de Gobierno hubo una extensa reunión en la cual participaron los tres Comandantes de las Fuerzas Armadas, el general Gregorio Álvarez y el general Luis Rodríguez, director del Instituto Militar de Estudios Superiores.  Los militares allanaron su domicilio y se libró una orden de captura. El dirigente colorado estuvo prófugo unos días y finalmente el viernes 27 de octubre fue detenido en la redacción del diario Acción por oficiales de las tres armas. Batlle fue llevado a la Región Militar No 1 y quedó incomunicado. El dirigente sindical  José D´Elia recordaba una anónima y siniestra pintada callejera que decía “Jorge Batlle ¡Al Tacho!”

Más allá que el día 29  Bordaberry manifestó,  por cadena de radio y televisión,  que Batlle tendría todas las garantías de la ley, además de solicitar a la ciudadanía la defensa de las instituciones, no resulta comprensible- al menos a primera vista – que permitiera semejante acción de los militares. Jorge Batlle era su aliado leal. Da la impresión que Bordaberry en esos días vaciló entre las lealtades políticas y su relación con los militares.

No es que Bordaberry fuera débil de carácter. El problema central – a mi juicio- era bastante paradójico: los militares estaban desobedeciendo al poder civil y desconociendo su legítima autoridad presidencial pero, al mismo tiempo, no tenía discrepancias profundas con ellos. Bordaberry tenía la misma visión que los militares sobre que lo que necesitaba el país.  Por eso la ambigüedad de su discurso y la ambivalencia de sus acciones. Habló de defender las instituciones e incluso, pidió a la lista 15 no abandonar el gobierno y al mismo tiempo, estaba socavando sus respaldos políticos. 

Cómo era previsible los ministros quincistas renunciaron y Sanguinetti retornó a la Cámara de Diputados e interpeló al ministro de Defensa. Durante la misma  criticó duramente al general Cristi, acusándolo de haberse excedido en sus funciones. El Comandante en Jefe del Ejército, el teniente general César Martínez  en nombre de todos los generales rechazó por falsas e improcedentes las palabras del diputado interpelante. El general Cristi, por su parte, solicitó un Tribunal de Honor para retarlo a duelo, pero este rechazó el pedido.

Pero la 15 no se volcó hacia el campo opositor. Con el corazón caliente y la mente fría comprendió que lo peor que podía pasar – en tales circunstancias- sería dejar al Presidente de la República aislado.                   

Se ha sostenido que Héctor Amodio Pérez tuvo mucho que ver con la prisión de Jorge Batlle. De hecho, Batlle lo mencionó expresamente en su discurso del 25 de octubre. Pero en el libro “Alto el fuego” – y lo cito adrede, porque absolutamente nadie puede acusar a Caula y Silva de ser agentes de la derecha  –  en su página 214 expresa textualmente: “Amodio Pérez (…) en ese contexto también mantuvo acciones en común con los uniformados, pese a que éstas no tuvieron nada que ver con los ilícitos económicos (…)” 

También se ha afirmado que la izquierda legal tomó con alegría la prisión de Jorge Batlle.

Pero, ¿fue realmente así…?

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