¡Somos una República!
César García Acosta
Dos hechos vamos a comentar que demuestran cómo en la política, el paso de los años y los roles circunstanciales que se logran como gobierno u oposición, enrocan a los partidos en posiciones históricamente antagónicas. Los que ayer ocupaban la universidad reclamando mayores presupuestos, derechos y libertad, hoy, desde el gobierno adoptan medidas que van desde el cierre de la Biblioteca Nacional como símbolo, hasta la inaudita insistencia de que lo político debe estar por encima de lo jurídico por más que sea subversivo y radical. ¿Qué diría Mario Benedetti si pudiera ver a su Frente Amplio cerrando bibliotecas, retaceando el derecho a una mayor educación, o aumentando los impuestos para mantener el `estatus quo´ bancario, desoyendo, al mismo tiempo, al republicanismo como la fuente de inspiración del Uruguay moderno?
EL CASO DE LA BIBLIOTECA CERRADA En la sesión del 29 de mayo del Consejo de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la UdelaR, ante el anuncio del cierre al público de la Biblioteca Nacional, se aprobó un documento con seis puntos, donde el primero manifestaba la preocupación por la crisis institucional que atraviesa la Biblioteca, resolviendo dar seguimiento a “las acciones que se implementen por parte de la Dirección”, para “velar porque la reestructuración organizacional prevista, se realice en el menor tiempo posible”. En la cuarta resolución “se expresa la necesidad de que cualquier propuesta de transformación (…) incorpore recursos humanos calificados formados en las disciplinas de bibliotecología, archivología, comunicación y preservación del patrimonio documental”.
La realidad, que por lo general es más empecinada que las intenciones, dejó al descubierto, una vez más, que la verdad relativa de la cultura uruguaya la ataron con alambres como hecho circunstancial de la historia, a contrapelo de lo que significa una biblioteca que fue concebida no para lo inmediato sino para la perpetuidad y a la luz del Uruguay que vendrá. Esto, visto en retrospectiva podría representar nada más que un tropezón con la piedra, pero cuando se repite, lo que muestra no es una desavenencia fortuita, sino una actitud que se transforma en un acto estúpido.
En 1960, sobre estas cosas, escribía Mario Benedetti: en su libro “El País de la Cola de Paja” decía “que la cultura siempre ha quedado muy bien en los finales de los discursos.” Y agregada como todo ferviente defensor de las ideas de izquierda, que “muchas veces los oradores políticos se refieren a ella como si fuera su violín de Ingres, aunque en realidad no sea otra cosa que la su flauta de Hamelin.” Según Benedetti: “ para el Estado… la cultura es como una inconmovible opositora, que no sólo es exigente y suele tener escrúpulos, sino que además representa pocos votos.”
Este `leit motiv´ pone a la izquierda que hoy gobierna, a diferencia de aquella sesentista de Benedetti que se oponía a todo, en la encrucijada de los caminos: si el cierre de la Biblioteca Nacional puede verse como un acto radical e insensible de la derecha, ¿cómo calificaría Benedetti al hecho de cerrarla a contrapelo hasta de la Udelar que tanto lo critica? ¿Y qué diría -como periodista Benedetti- el rol del director de la Opp que ayer fue el rector de la Universidad? ¿Lo declararía persona `no grata´ o comprendería que gobernar no es lo mismo que ser gobernado?
OTRO HECHO: EL DIPUTADO ZABALA Y LA PÉRDIDA DEL REPUBLICANISMO
En el programa “Esta boca es mía” de canal 12, el diputado frenteamplista Alejando Zabala, consultado sobre la controversia del informe de la asesoría letrada de la JUTEP en relación a su decisión de avalar que el presidente de ASSE ocupe varios cargos simultáneamente, donde en alguno controla a quien lo contrata, dijo que una cosa es un asesor y otra quien decide, argumentando en su favor de en el Uruguay, siempre, lo político está sobre lo jurídico.
Esto es muy grave. Parece que el diputado Zabala no entiende que el Estado de derecho en cuanto tal, implica una separación de poderes como garantía de la democracia. Los norteamericanos le llaman a esto «check and balance», que es justamente el sistema de pesos y contrapesos de la clásica teoría de Montesquieu, que tanto influyó en las democracias europeas, y que terminó perfeccionando a la democracia norteamericana como eje central del funcionamiento de la democracia republicana.
Alguien como Zabala que debe representar cabalmente a uno de los poderes de ese engranaje republicano, parece no querer defender los conceptos básicos del republicanismo que lo alberga. Ya es repetitivo que legisladores del Frente Amplio hagan discursos subversivos que atentan contra el funcionamiento de la justicia, como última `ratio´ como resorte.
Y si bien es admisible que así sea, es decir, que el pueblo sea quien defina las cosas del pueblo, no debemos anteponer los momentos procesales de nuestra Carta Magna a la convivencia política de un tiempo circunstancial.
Por eso viene bien reafirmar los valores democráticos: la esencia de todo razonamiento republicano pasa por la debida consideración de ciertos elementos materiales e inmateriales. La ley y el orden, la certeza jurídica y la legitimidad de las urnas, Esas son las bases imprescindibles para interpretar correctamente el “fair play” de la Constitución, como llamaban los ingleses a las “reglas del juego” que tenían, y que al decir de Aréchaga, son portadores de “un alma y un espíritu” que no es otro que la república como significante.
EL FINAL El lector podrá juzgar estos dos hechos en apariencia distintos y temporalmente separados por 60 años de historias, que dejan en evidencia cómo una corriente política orada avasallando la historia con ideas sobre la esencia de un país, que no por capricho se definió como una democracia republicana: no somos en Uruguay un estado federal, y nuestra concepto unitario no va en desmedro de la descentralización, pero su carácter unitario no fija tantas reglas, como el republicanismo la separación de poderes. Lo jurídico siempre está sobre lo político, porque lo político, para consagrarse requiere, además de acuerdos y de votos, la legitimidad que sólo le da la Ley.