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Transformación educativa

Entre el dejà vu y la intolerancia.

Daniel Manduré

El investigador francés Emile Boirac en su libro “El futuro de las Ciencias Psíquicas” (L’avenir des Sciences Psychiques) describía por primera vez el significado del término “dejà vu”. Los científicos establecen que posiblemente la respuesta a este misterio está en el cerebro, en su lóbulo temporal y relacionado a como almacenamos datos en nuestra memoria. Ese término sirve para describir la sensación de una situación que vivimos en el presente y que ya la habíamos vivido en el pasado.

¡Esto ya pasó! Seguramente pensamos más de uno de nosotros al estar pasando por ese momento.

Cuando comenzamos a escuchar a los gremios de la enseñanza intentando argumentar su oposición a la reforma, nos parece estar viviendo un gran dejà vu. Nos decimos a nosotros mismos ¡eso ya lo vivimos!

Porque no es que se opongan a esta transformación educativa, se han opuesto a toda propuesta de reforma desde el retorno a la democracia.

Se opusieron con violencia a la que impulsó Rama incluso trancando y no permitiendo incluso, el ingreso a las escuelas de las bandejas con alimentos.

Se opusieron, en un inicio, al plan ceibal impulsado por Vázquez y a todo tímido esbozo de cambio que intentó insinuar el Frente Amplio en sus 15 años y que pudiera de alguna manera poner en jaque su cuota parte de poder.

Esa sensación de que estamos repitiendo momentos del pasado se vuelve a dar cuando escuchamos los argumentos utilizados basados en falsedades.

¿O acaso no recordamos los fantasmas que agitaban para oponerse a la LUC? Los uruguayos iban a ser desalojados insensiblemente y dejados en la calle por un salvaje desalojo exprés, iban a privatizar la enseñanza, el gatillo fácil y el abuso policial iba a estar a la orden del día, entre otras barbaridades que nunca se cumplieron.

Hoy parecen estar recorriendo el mismo camino. A eso también ya lo vivimos.

Esa férrea oposición sindical de la que hablábamos unida a una irreconciliable división sectorial interna, el Frente Amplio, en sus tres períodos consecutivos y a pesar de mayorías parlamentarias, no pudo llevar adelante la tan mentada y prometida reforma educativa. Los cambios en el adn en la educación y aquello de educación, educación, educación, pasaron a engrosar la larga lista de promesas que quedaron guardadas en el baúl de los recuerdos.

¿Que se destinaron muchos recursos a la educación durante las administraciones frenteamplistas? Eso es verdad y lo destacamos. Aunque la administración de esos recursos fue pésima. Se mejoró el salario del maestro y del docente y está muy bien, pero también hubo despilfarro en muchos aspectos, donde la calidad del gasto dejó mucho que desear.

El Frente Amplio dejó a la educación en una situación deplorable, con los peores niveles educativos. La educación quedó como un gran barco a la deriva.

No sabían que hacer, pensaron que con la plata arreglaban todo.

La impotencia en su momento fue notoria. Tres veces recurrió Tabaré Vázquez a decretar la esencialidad de la enseñanza, para frenar paros y ocupaciones, no dudó ni le tembló la mano al firmar los decretos ante la furia de los sindicatos. El propio Fernando Pereira en aquel momento en la presidencia del Pit Cnt decía: “Con estas medidas pretenden masacrar a los sindicatos”.

“El Ministerio de Educación y Cultura debe garantizar la educación de todos los niños y adolescentes, es un derecho de los ciudadanos a la educación y no debemos permitir que esos derechos de estudiantes pertenecientes a hogares de menores recursos se vean vulnerados” así anunciaba y fundamentaba María Julia Muñoz, ministra de educación de ese momento, la solicitud de esencialidad.

Mujica decía en aquellos momentos “no hay que dejar en pelotas a los niños con paros continuos” o como supo decir en su libro “Una oveja negra al poder”, refiriéndose a la imposibilidad de transformar la educación: “la única forma de avanzar es hacer mierda a esos gremios, no queda otra” continuó diciendo.

José Rilla, especialista en temas educativos, decía sobre Fenapes: “está en contra de la educación y sus acciones ya no tienen nada que ver con lo educativo” y agregaba que: “mientras que el Frente Amplio no rompiera con la cultura Fenapes no aportará a los cambios”.

Así fue…el Frente Amplio no aportó a los cambios en la educación.

Hay que oírlos hoy pretendiendo dar cátedra de lo que hay que hacer, oponiéndose a todo, suspendiendo incluso su trabajo en el parlamento para que varios senadores puedan ir a solidarizarse con los gremios de la enseñanza que ocupaban centros educativos, cuando no hace mucho esa fuerza política los sacaba a palos y decretaba la esencialidad.

Por este camino no se podía seguir, la transformación educativa no se puede postergar.

Podrá no ser la reforma ideal, es verdad, pero es la reforma posible, una buena reforma, el inicio de una transformación que se debe continuar en el tiempo. Algo hay que hacer, el porcentaje de jóvenes de barrios màs vulnerables y de estratos sociales más bajos y que no logran terminar sus estudios secundarios es muy alto.

El mercado laboral hoy exige otros conocimientos que ya no responden a la mirada clásica o tradicional. El mundo que espera a nuestros jóvenes no es el mundo que vivimos nosotros, es otra realidad, donde el mercado laboral obliga a adquirir nuevas competencias.

No importa la reforma que sea, se iban a oponer siempre, incluso lo hicieron antes de conocerla.

Hoy, como ayer, no hay propuestas alternativas.

En el fondo lo ideológico y esa sensación de pérdida de poder se impone a los temas educativos propiamente dichos.

Ellos quieren compartir el poder, hacer y deshacer, como lo hicieron los últimos 15 años.

La mirada fascista de Fenapes es un hecho, esa mirada dogmática, radicalizada e intolerante, que invade todas sus acciones.

Agresiones físicas y verbales, escupitajos, enchastre de institutos de enseñanza, amenazas al que piensa diferente, paros, ocupaciones y violaciones a la laicidad.

Se intenta crear un clima de malestar generalizado que no es tal, no como hechos aislados o excepcionales sino como algo reiterativo y cotidiano. Un grupito minoritario, siempre los mismos, que pretenden silenciar y pisotear a una mayoría.

Pero que no son representativos de la mayoría de los docentes y de alumnos. Esas amplias mayorías muchas veces silenciosas que no ven en la violencia y el atropello un medio para lograr sus propósitos. Que solo quieren la mejor educación para sus hijos.

La historia vuelve a repetirse una y otra vez, con esas posturas cavernarias de los muchachos de siempre.

Pero la transformación educativa, tan necesaria, no puede ni debe frenarse.

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