Editorial

Un batllista ante el discurso del Presidente

César García Acosta

Pasó el 1º de marzo y en Uruguay todo sigue siendo una cuestión de perspectivas.

El discurso del presidente Lacalle ante la Asamblea General, que fue un  buen discurso desde el punto de vista de su propia comunicación institucional, terminó siendo sólo una mirada, un relato –expresado en modo de datos- con base en un cúmulo de apreciaciones hechas por quien tiene la responsabilidad de coordinar la administración de los servicios del Estado, y eso no es tan interesado y tan propio de su mundillo como gobernante, que a decir de Ortega y Gasset no pudo escapar a la obligación del “yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas, no me salvo yo”.

Pero fue un buen discurso inserto más en un acto político del Partido Nacional que de la Coalición Republicana. Estuvo bien que haya afrontado el momento en forma presencial ante el Parlamento. Y mucho mejor fue verlo apelar a su propia oralidad, en vez de entregar un montón de carpetas con memorias y análisis que sólo servirían a los fines de la burocracia legislativa. Sus decires estuvieron cargados de mucha intención política con una clara impronta nacionalista. Pero como lo que debe importar es la República, y el Parlamento es la expresión viva de las causas ciudadanas, estas carpetas y las palabras dichas, coadyuvan más allá de las diferencias generadas una mejor calidad democrática.

En mi opinión esta vez Lacalle fue más blanco que Presidente, y para un colorado y batllista eso está cargado de una fuerte significación que contrapone sentimientos.

En la antesala de la parlamentarización del balance anual, que expresan una suma de números quizá comprensibles sólo para los hacedores de los números, quienes están no son personas individuales, sino partidos políticos integrantes de un gobierno; es decir, que los blancos estén es un dato de la realidad, pero también están y valen por sus votos los colorados, cabildantes e independientes.

Y convengamos que alcanza con que algunos ya no estén para que todos dejen de estar.

Yendo al discurso del Presidente lo positivo fue el balance programático, y lo negativo que entre tanto agradecimiento expresado, no hubo ni una sola mención a los partidos de la coalición Es cierto que tampoco hubo críticas a las desavenencias internas y que el pacto del programa de gobierno debe ser quien debe primar, pero la sutiliza política imponía atenciones que quedaron el cajón de los olvidos.

La embestida de la interna blanca en la antesala del Palacio Legislativo, a juicio de quienes miramos al Estado desde una óptica institucionalista, nos obliga a reflexionar -ya no sólo por la responsabilidad como factor republicano-, sino como representantes de partidos políticos que no son el del presidente. Los silencios generan desasosiego e incertidumbre, y provocan la ansiedad por marcar una presencia que imbuirá antes que tarde a casi todos en una competencia electoral que poco servirá cuando la estructura de coalición bajo la que nos presentamos, deje en evidencia adolecer de los problemas con los que nació.

Tenemos un programa común, y eso ha sido un hecho. El programa más allá de diferencias cirunstanciales, eb la hora de la valoración de las necesarias cercanías que deben darse para mantenernos juntos, si faltan son la evidencia de problemas.

La pasión como rasgo individualizante en una colectividad no debe afectar la institucionalidad de un proceso que requiere trabajar juntos –confianza mediante- con ministros de un partido cohabitando con subsecretarios o directores generales de otro partido.

El protocolo parlamentario debió preverlo todo: desde donde debían sentarse cada uno de los ministros (si en primera o en segunda fila), o si todos en un mismo pie de igualdad para mostrar la representación en el Gobierno. Pero no fue así.

El discurso en sí mismo fue una suma de números bien presentados, pero como números que son, como cualquier otro dato –como decía del contador Juan Pedro Damiani, en sí mismos “no mienten, aunque los que sí mienten son los que hacen los números”. Por eso dejar en la perspectiva de los otros lo que debe ser un acierto de todos, parece un desbalance que requiere de un examen cuidadoso rumbo a lo que vendrá.

Y a tal punto todo esto es una cuestión de perspectivas, que mientras para el Gobierno se propuso una baja en los impuestos, para la oposición ese mismo hecho no es más que la restitución de lo que por la vía impositiva se le cargó a la ciudadanía en tiempos de pandemia.

Una misma realidad, un resultado similar, pero dos visiones muy distintas sobre sus motivaciones son las consecuencias sobre el resultado final de las cosas: la visión ciudadana vendrá en cuenta todo y principalmente, en función de los mensajes que se emitan, se logrará o no, certidumbre mediante, alcanzar el necesario estado del alma para continuar como hasta ahora.

El Partido Colorado es el partido de la responsabilidad y eso proviene del batllismo, quitarnos esa marca o minimizar sus efectos en la sociedad uruguaya del siglo XXI es un error estratégico inadmisible.

Compartir

Deja una respuesta