Una verdad incómoda
Ricardo ACIS
El 24 de agosto de 1994, el ex Hospital Filtro fue el escenario de uno de los episodios más dramáticos y controvertidos en la historia reciente de Uruguay. Aquella noche, conocida como “los sucesos del Filtro”, marcó un enfrentamiento entre las fuerzas policiales y manifestantes que se oponían a la extradición de tres ciudadanos vascos, acusados de pertenecer a la organización terrorista ETA: Jesús María Goitia, Mikel Ibáñez y Luis Lizarralde. La tragedia culminó con la muerte de Fernando Morroni, un joven de 24 años, y dejó heridas profundas en la sociedad uruguaya, con efectos políticos y sociales que han perdurado.
El contexto de estos hechos se remonta a las semanas previas, cuando los tres vascos, bajo custodia en el Hospital Filtro y en huelga de hambre, esperaban la decisión sobre su extradición a España, donde enfrentaban serias acusaciones. Diversos sectores de la izquierda uruguaya, entre ellos organizaciones sindicales y sociales, se movilizaron exigiendo que se les concediera asilo político, argumentando que en España no tendrían un juicio justo. La tensión aumentaba cada día, y mientras la extradición se acercaba, las protestas ganaban en número y en intensidad.
La noche del 24 de agosto, cuando la policía se dispuso a trasladar a los detenidos, miles de personas se congregaron alrededor del hospital para impedir el operativo. Lo que comenzó como una manifestación pacífica pronto degeneró en violencia. La represión policial fue severa, con un centenar de heridos, muchos de ellos por disparos de escopeta. Fernando Morroni murió por una bala policial y, horas más tarde, Roberto Facal fue asesinado en circunstancias aún confusas. Aunque su muerte no tuvo una conexión directa con los sucesos del Filtro, ambos nombres quedaron ligados a esa jornada trágica.
Sin embargo, detrás de los enfrentamientos había una serie de dinámicas más profundas. Según el periodista Antonio Mercader, en su libro postumo «El último golpe tupamaro», exintegrantes del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN) brindaron apoyo logístico a los manifestantes en el Filtro. Mercader sostenia que este no fue solo un acto de solidaridad con los vascos, sino que también marcó un último intento del MLN de desafiar al Estado uruguayo a través de la movilización.
El periodista Alfonso Lessa también ha señalado la complejidad de la relación entre el MLN y ETA, y sugiere que las conexiones entre ambas organizaciones incluían apoyo financiero y operativo.
El Frente Amplio, que ya tenía grandes posibilidades de ganar las próximas elecciones, enfrentó una crisis política tras los hechos. En particular, el MLN, que estaba en proceso de abandonar la lucha armada para convertirse en una fuerza política, sufrió un golpe. Algunos analistas, como Adolfo Garcé, creen que los sucesos del Filtro aceleraron la transición del MLN hacia una participación electoral plena, que más tarde derivaría en la creación del Movimiento de Participación Popular (MPP). Pero no todo fue tan claro dentro de la izquierda uruguaya. Jorge Zabalza, una de las figuras más reconocidas del MLN, estuvo presente en las protestas e intentó desarmar a algunos manifestantes que estaban preparados para usar la violencia. Según algunos testimonios, Zabalza se enfrentó a quienes llevaban cócteles molotov y miguelitos. Sin embargo, este relato contrasta con las arengas previas de figuras como Fernández Huidobro y José Mujica, quienes, desde las radios CX 36 y CX44, convocaron a la confrontación directa esa noche.
El paso del tiempo no ha apagado la memoria de los sucesos del Filtro. Cada 24 de agosto, marchas conmemorativas recuerdan a las víctimas, con la madre de Fernando Morroni a la cabeza. Para ciertos sectores de la izquierda, esa noche representa una lucha contra la represión estatal, mientras que otros ven en esos hechos un ejemplo de la radicalización de algunos grupos. Aunque el Filtro sigue siendo un símbolo para algunos, muchos uruguayos prefieren recordar esa noche como una advertencia de lo que puede suceder cuando la política se aleja de la paz y la democracia. La historia del Filtro ha sido utilizada y reinterpretada por diversos sectores para avanzar agendas políticas, pero la lección más importante debería ser la defensa de una democracia plena, donde la paz y la convivencia estén por encima de cualquier otro valor.
Treinta años después, el ex Hospital Filtro permanece como un recordatorio de las profundas divisiones ideológicas que marcaron a Uruguay. El país ha avanzado, pero los fantasmas de ese pasado reciente todavía influyen en el presente. Es necesario que la memoria y la verdad prevalezcan, sin que los hechos históricos sean manipulados para el beneficio de unos pocos.