Política Internacional

Xi Jinping, entrelaza a Irán y Arabia Saudí

Lorenzo Aguirre

Arabia Saudí, e Irán, comenzaron un acercamiento – luego de siete años de conflicto que trajera, además de estallidos en la región, el “estímulo” a los problemas entre Siria, y Yemen – gracias a la mediación de Pekín. Riad, y Teherán, establecieron un acuerdo en las relaciones diplomáticas, y en 60 días abrirían las oficinas representativas. El reciente compromiso afirma que existirá respeto a la soberanía de los Estados, como asimismo no injerencia en asuntos internos.

Tanto Irán, como Arabia Saudí, soportaron entre sí conflictos y presiones de todo tipo al ser parte de posiciones políticas diferentes y en la problemática de un centro neurálgico como es la proyección del islam. Dentro de dicho perfil, las divisiones entre sunitas u ortodoxos – “sunna” – código de conducta -, seguidores de los califas sucesores de Mahoma (rama perteneciente a la mayoría musulmana, no solo en Arabia Saudí, sino también en Afganistán, Pakistán, Kuwait, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Siria), y chiitas – continuadores de Ali Ibn Abi Tálib, primo y yerno del profeta -, linaje con presencia en países como Irán, Irak, y también en forma sostenida en Arabia Saudí, Turquía, Líbano, Afganistán, y Pakistán).

La mediación de Pekín, fue decisiva, más allá que, la actitud de “niño bueno” restableciendo relaciones entre Irán, y Arabia Saudí, es estrategia para afirmar la estructura en la geopolítica internacional y establecer los platos de la balanza en la guerra entre Rusia, y Ucrania, donde el presidente chino Xi Jinping, ha tomado posiciones ambiguas.

La reconciliación entre Irán, y Arabia Saudí, llega justamente por parte de Pekín cuando en forma paralela, la “Asamblea Popular Nacional” – el falso Parlamento haciendo mandados al “Partido Comunista Chino”- toma juramento a Xi Jinping, reelegido presidente, votado por unanimidad por los 3.000 diputados (única lista).

De esa manera, Xi Jinping toma el poder no solo como Presidente de la República Popular de China, sino, además, de la “Comisión Militar”, y primera figura de dicho partido político.

Con su reelección, Xi Jinping tendrá que abandonar su estrategia de pedir “alto el fuego y soberanía de todos los países”, al mismo tiempo que estrechaba aún más los vínculos con Vladímir Putin, pues, es engorroso mantener lazos con Washington, proyectar artificios contra Occidente, y tomar vodka edulcorado con Moscú, mientras se va en carrera para imponer una hegemonía.

Por supuesto, en este mundo tumultuoso que nos ha tocado vivir, donde los valores van perdiendo terreno, puede ocurrir cualquier cosa, más, si gran parte de la recalcitrante ultraizquierda, como la derecha, hacen fuerza al mismo tiempo para liquidar finalmente a quien estorba – la posición de “centro” -, logrando una anarquía y luego consiguiendo el control.

Esto, indudablemente, es una contraposición a la democracia, porque, de no equilibrar el llamado “centro”, los platillos de dicha balanza se inclinan sobre ideologías, y lo ético y moral va quedando en tinieblas pues un ramaje de la sociedad occidental se ha movido entre relatos bastardos, y contradicciones.

Xi Jinping, tiene como Ministro de Exteriores a Qin Gang, un experimentado y “malhumorado” hombre – en realidad, no existen malhumorados… son tipo de lacras que reverencian hacia arriba, y vomitan a los de abajo – con amplia trayectoria diplomática exaltando valores nacionalistas, que tendrá a su cargo los movimientos en las relaciones con Estados Unidos.

Qin Gang, manifestó: “Si Estados Unidos no pisa el freno, y continúa a gran velocidad por el camino equivocado, no habrá barandilla que impida el descarrilamiento, y seguramente habrá conflicto”, pero entre otras declaraciones inflamables y cínicas, se habla de buscar un deshielo con la primera potencia mundial.

El personaje de referencia es el mismo que, envuelto en ira, lanzara una cadena de insultos cuando la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, solicitara visitar Xinjiang, zona en la cual se tenía certeza sobre la represión a la minoría Uigur.

Es oportuno hacer memoria y destacar que, Bachelet, utilizó en sus apreciaciones, términos muy templados y expresiones condescendientes en relación al totalitario gobierno de China, hecho que provocara, incluso, pedirle la dimisión.

A decir verdad, en buena medida Michelle Bachelet se burló de la Oficina de Derechos Humanos al adoptar la narrativa de Beijing, mantuvo el mismo speech que lanzara el Partido Comunista Chino, e indudablemente promovió el dinosaurio discurso de neblina mental antiterrorista, y en consecuencia – aunque sea de manera indirecta – avaló el genocidio en China, porque, Bachelet, mira hacia otro lado debido a su tortícolis izquierdista, al mismo tiempo que sostiene, además, una gira de propaganda china.

Michelle Bachelet tendría que haber renunciado por no condenar al gobierno de China, especialmente al visitar la región de Sinkiang, y los campos de detención – para China, “centros de capacitación laboral”, (¡me reí dos meses!) -, los cuales encierran a personas por pertenecer a diferentes religiones y posturas culturales.

La actitud de la Alta Comisionada, ha sido una especie de encubrimiento, dando marco a una gestión frágil, llena de fluctuaciones, claroscuros, y por supuesto no desempeñando su cargo – tan trascendente para la humanidad – con la fuerza y transparencia necesaria.

Volviendo a Qin Gang, y Xi Jinping; Pekín, manifestó que, el Mar de China Meridional les pertenece en un noventa por ciento, y es necesario volver a 1947, cuando, China, hizo pública una carta marítima en la cual el delineamiento del mapa señala los límites territoriales en la zona.

Hace apenas siete años, el “Tribunal Arbitral de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”, desestimo el reclamo de Pekín.

A partir de allí, China, no solo ignoró el fallo de referencia, sino que duplicó su potencial militar en la zona, y como si fuera poco, desde la llegada al poder por parte de Xi Jinping, se construyeron islas artificiales – las cuales son contrarias a la Ley Internacional -, con bases militares.

La verdad, es, que, tanto Estados Unidos, como China, militarizaron el Mar de China Meridional, marcando un acentuado autoritarismo, y en ese estado de nerviosismo, los países de “mala muerte, vulgares” – llamados también “disminuidos” -, tratan de defender su chacrita y embarcadero, entre las dos potencias a las cuales poco les importa los niños hambrientos.

A su vez, la “Asociación de Naciones del Sudeste Asiático”, teniendo la responsabilidad de llevar adelante las negociaciones para un “Código de Conducta Regional” (compromisos aéreos y marítimos) – decisivo para detener, o aminorar las confrontaciones -, duerme plácidamente.

Washington, lucha contra Pekín por la hegemonía global…. Londres, quiere poder colonialista en otras regiones, para la alianza militar “Aukus” (Estados Unidos, Reino Unido, y Australia), la cual, para muchos, es una clara traición hacia el bloque, aunque dicho acuerdo tenga como finalidad, contrarrestar, o desmotivar, a China.

Xi Jinping, tiene su estrategia para la región Indo – Pacífico, y su teatralización en la cuestión Arabia Saudí, Irán, le acerca un respaldo único, más allá de lo pensado, tan más allá, que, lejos del Mar de China Meridional, Irán se transforma en punta de lanza de China, para una coordinación de penetración conjunta en Sudamérica – obviamente sin dejar de sostener a movimientos palestinos en la Franja de Gaza -, mientras por otro lado Arabia Saudí, ha financiado y abastecido a rebeldes sirios porque espera que los sunitas, exterminen a chiitas para dejar inutilizado el sutil carril de poder desde Teherán, a Damasco.

Cuando más turbulento sea el mundo, más firmes serán las relaciones entre China, Rusia, e Irán, dejando claro que, esa “estabilización a nivel global” podría pautar la conducta y el perfil a seguir, respecto a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.  

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