¨Vivir más, nacer menos: ¿estamos preparados? ¨
Mónica Castilla Alonso
En el último año, Uruguay registró 29.899 nacidos vivos, según datos del Ministerio de Salud Pública. Esta cifra llama la atención por su dimensión histórica: es similar a la registrada en 1888, más de 130 años atrás. Por cuarto año consecutivo, murieron más personas que las que nacieron. En 2024, hubo 29.899 nacimientos frente a 35.956 fallecimientos, un reflejo de una tendencia demográfica que se profundiza: la baja natalidad. La tasa de fecundidad en Uruguay fue de 1.4 hijos por mujer, ubicando a Uruguay entre los países con menor natalidad en América Latina, junto a Chile, Costa Rica y Cuba. A modo de contraste, India, es el país más poblado del mundo, con una tasa de 2 hijos por mujer. Entonces, ¿cómo se encuentra Uruguay desde el punto de vista demográfico?
Por un lado, con una natalidad en descenso sostenido; por otro lado, un dato alentador: la esperanza de vida al nacer alcanzó los 78,3 años, la más alta del continente americano. Para ponerlo en perspectiva, en el año 2000 era de 74,7 años. En apenas dos décadas, ganamos casi 4 años de vida.
Se estima que para el año 2050, la esperanza de vida en Uruguay alcanzará los 82,2 años,
según proyecciones de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).
Estos datos confirman que estamos ante un cambio demográfico estructural, menos nacimientos y mayor longevidad.
Esto nos plantea nuevos desafíos para el sistema de salud de nuestro país.
Este nuevo escenario plantea desafíos significativos para el sistema de salud de nuestro país, así como para las políticas públicas en general.
A nivel mundial, la tendencia es similar.
Las causas de la baja natalidad son múltiples. Entre ellas, se destacan:
Mejor acceso a la prevención del embarazo, gracias a la cercanía de los servicios de salud en los barrios y a la disponibilidad de información sobre anticoncepción y planificación familiar.
Mayor desarrollo profesional y educativo de las mujeres en edad fértil, lo que ha llevado a una postergación voluntaria de la maternidad, especialmente en los sectores medios y altos.
Mientras estos factores inciden principalmente en los niveles socioeconómicos
medio y medio-alto, los sectores más vulnerables mantienen unas tasas de fecundidad significativamente más alta, cercana a tres hijos por mujer.
Este contraste nos lleva a prever que, en pocos años, la mayoría de los nacimientos en Uruguay podrían provenir de contextos socioeconómicos más vulnerables.
Esto abre interrogantes sobre la equidad en el acceso a oportunidades, el diseño de políticas públicas integradoras y el futuro perfil social y económico del país.
Allí es donde aparece un punto clave: ¿cómo asegurar el desarrollo pleno de estos niños?
Un dato a tener en cuenta es que, dependiendo de la maternidad, entre un 10 y un 18% de los nacimientos corresponden a niños prematuros.
Al nacer con menos semanas de gestación, estos bebés son más vulnerables y pueden presentar patologías asociadas, lo que requiere seguimiento cercano y una atención en salud estricta para que puedan alcanzar su máximo potencial de desarrollo.
Es fundamental poner en el cuidado de la infancia desde el inicio de la vida: esto implica:
Seguimiento riguroso del embarazo, con controles prenatales de calidad que permitan prevenir complicaciones y favorecer que los embarazos lleguen a término.
Al momento del nacimiento, garantizar condiciones óptimas de atención neonatal para los recién nacidos, especialmente los prematuros.
En la primera infancia, mejorar y fortalecer los controles en salud sistemáticos, con especial énfasis en la detección temprana de problemas de visión y audición.
Muchos trastornos sensoriales no detectados a tiempo afectan directamente el desarrollo cognitivo y emocional del niño. En éste sentido, la detección precoz puede marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso escolar. Sin embargo, en muchos barrios periféricos el acceso a controles oftalmológicos y auditivos es limitado o inexistente. Esto refuerza la necesidad de implementar políticas territoriales activas, que acerquen los servicios de salud a donde más se los necesita.
Garantizar una infancia saludable y con oportunidades reales de desarrollo es una de las
iniciativas más inteligentes y justas que puede hacer un país.
Asimismo, en el caso de niños prematuros, es fundamental poder ofrecerles un seguimiento adecuado, a través de policlínicas de atención multidisciplinaria, integradas por neuropediatras, fisiatras, neonatologos, licenciados en enfermería y, cuando sea necesario, asistentes sociales y psicólogas.
La detección precoz de desviaciones del desarrollo en los niños de 0 y 6 años permite actuar con rapidez para establecer un diagnóstico preciso y brindar el tratamiento más adecuado a cada niño. El objetivo es claro: asegurar que su etapa escolar transcurra en las mejores condiciones posibles para el aprendizaje y el desarrollo integral.
En este sentido, existen en el país Unidades de Desarrollo, que también trabajan con equipos interdisciplinarios conformados por fonoaudiólogos, psicólogos, psicomotricistas, neuropediatras, psiquiatra infantil, y pediatras especialistas en trastornos del desarrollo global. Su función principal es detectar, diagnosticar y tratar oportunamente dificultades que puedan afectar la inserción escolar y el desarrollo pleno del niño.
Por ello es imprescindible avanzar en políticas activas de acción en territorio, que permitan detectar precozmente las dificultades de aprendizaje y su origen, ya sea un trastorno orgánico, visual, auditivo, o del desarrollo neurológico, para luego derivar oportunamente a estos equipos especializados.
Todas estas acciones deberán tener un único propósito: mejorar la calidad del aprendizaje y potenciar al máximo las capacidades de cada niño, asegurando así que incluso en un país con menos nacimientos, cada niño tenga la mejor oportunidad de desarrollarse plenamente. En definitiva, se trata de una apuesta al futuro: pocos, pero buenos.
En el otro extremo de la curva demográfica, asistimos a una longevidad en constante aumento. Según estimaciones de la ONU, para el año 2050 habrá más de 400 millones de personas mayores de 80 años en el mundo. Este dato, además de impactante, plantea nuevos desafíos y responsabilidades.
Entonces, surge una pregunta central:
¿Cómo acompañamos a nuestras personas mayores en esta etapa de la vida?
Desde nuestra perspectiva el sistema de salud debe adaptarse a esta nueva realidad demográfica, incorporando un enfoque que vaya más allá del tratamiento de enfermedades. Es necesario promover una medicina integral y holística, centrada no solo en curar, sino en prevenir, sostener y enriquecer la vida en todas sus dimensiones.
Esto implica impulsar políticas públicas orientadas a
Promoción activa de la salud, con énfasis en la autonomía y el bienestar emocional.
Planes lúdicos y recreativos que incluyen actividades como juegos, bailes , talleres artísticos, clubes de lectura o espacios de reflexión filosófica.
Fomento de la vida comunitaria, a través de clubes barriales y centros de encuentro que fortalezcan los vínculos sociales y prevengan el aislamiento.
Espacios intergeneracionales, que permitan a las personas mayores compartir saberes y experiencias con generaciones más jóvenes.
La calidad de vida en la vejez no puede medirse solo en años, sino en cómo se viven esos años. En ese sentido, una sociedad que envejece no puede permitirse relegar a sus mayores: debe integrarlos, escucharlos y valorarlos, generando condiciones para una vejez activa, participativa y digna.
Si hay pérdida del estado de salud y sobreviene una enfermedad, ésta debe ser tratada y controlada en el domicilio siempre que sea posible, evitando así separar a la persona mayor de su entorno, su familia y los objetos que le son familiares, aquellos que le brindan seguridad, comodidad y contención emocional.
Por eso, es fundamental fortalecer los equipos multidisciplinarios con enfoque gerontológico, sensibles al contexto social y capaces de atender cada caso en su singularidad promoviendo la reinserción en la vida cotidiana lo antes posible.
Creemos que hay tres pilares fundamentales para una buena vejez:
Actividad cognitiva
Actividad física
Vínculo social
En torno a ellos deben orientarse las políticas públicas , para que cada persona mayor pueda vivir con calidad, dignidad y sentido.
En resumen, estamos atravesando una transformación profunda en la estructura de nuestra población, en Uruguay y en el mundo, que nos exige repensar nuestras políticas de salud y desarrollo humano : desde los controles del embarazo, pasando por los cuidados en la infancia, el acceso al aprendizaje en las etapas escolares hasta el bienestar y la atención integral de las personas mayores.
Los desafíos son nuevos, sí, pero el compromiso con el cuidado de las personas en todas las etapas de la vida debe de seguir siendo el mismo, el mejor posible.
Llevar a nuestro país por este camino no es solo una necesidad técnica: es un verdadero cambio de paradigma.
Un compromiso que nos invita a construir una sociedad más justa, más humana y consciente del valor de cada vida, en cada momento del camino.