Dar la espalda a la democracia
«Esa astucia de los tiranos para embrutecer a sus súbditos” (Étienne de La Boétie)
Hugo Machín Fajardo (revista digital Las dos orillas. Colombia)
Pocas veces se coincide en leer un ensayo que se conjugue con un programa televisivo dedicado al mismo tema y que, al mismo tiempo, en un país se apruebe una legislación confirmatoria de la hipótesis enunciada en el libro.
Me refiero al libro El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, de la periodista estadounidense Anne Applebaum, ganadora del Premio Pulitzer; el especial de CNN Asalto a la democracia. Las raíces de la insurrección de Trump y una ley que criminaliza a la comunidad LGTBIQ en Hungría.
El ensayo de Applebaum fue publicado en mayo de 2021, y los otros dos hechos ocurrieron en junio de este año.
Applebaum enfoca el periodo entre 1990 y 2020, cuando tras la caída del Muro de Berlín los países de Europa del Este recuperaron sus democracias, pero los que en los últimos años han optado por una deriva autoritaria con tintes fascistas camuflada en el nacionalismo radicalizado.
Brote irracional. Para comprender cómo llegaron a esos extremos en Polonia y Hungría, la periodista, y autora de varios trabajos históricos, documenta cómo aquellos luchadores contra el comunismo impuesto por Moscú en países de Europa oriental, fueron sustituidos por una nueva generación que sustenta «un pensamiento conspiranoico o se ha vuelto despreocupadamente cruel». La autora advierte que para esto «No hay una explicación única ni aspiro a ofrecer una gran teoría o una solución, pero sí hay un tema de fondo: dadas las condiciones adecuadas cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia»; y reafirma este concepto con Platón y sus prevenciones contra la demagogia; cita a Cicerón en su intento de detener el deterioro de la República romana; y a los estadounidenses fundadores de la democracia. Según ella, cuando en 1776 se cimentó la democracia norteamericana en «el debate racional, la razón y la voluntad de negociación», los precursores sabían que ante el desborde pasional «cualquier sistema político basado en la lógica y la racionalidad siempre corría el riesgo de sufrir un brote de irracionalidad».
Luego Applebaum apoyándose en Hannah Arendt —la primera teórica política que estudia el totalitarismo e identifica la «personalidad autoritaria»—, concluye: «el autoritarismo es algo que atrae simplemente a las personas que no toleran la complejidad: no hay nada intrínseco ‘de izquierda’ o ‘de derechas’ en ese instinto. Es una actitud mental meramente antipluralista; recela de las personas con ideas distintas, y es alérgico a los debates acalorados».
Nueva derecha. Esa actitud mental más que un conjunto de ideas, la autora lo compara con lo vivido en Europa y descrito por el intelectual francés Julien Benda en La traición de los intelectuales (1927), una crítica los intelectuales que abandonaban la búsqueda de la justicia y la verdad para servir intereses partidarios o personales. Fueron ideólogos de extrema derecha como de extrema izquierda que fomentaban la «pasión de clase» en forma de marxismo soviético, o la «pasión nacional» en forma de fascismo.
En el presente «la nueva derecha, por el contrario, no quiere conservar ni preservar nada de lo existente (…) desdeña a la democracia cristiana», a quien Applebaum atribuye haber cimentado la Unión Europea y concluye: «la nueva derecha es más bolchevique que burkeana: son hombres y mujeres que quieren derrocar, sortear o socavar las instituciones existentes, destruir todo lo que existe».
En el capítulo Cómo ganan los demagogos, puede leerse que «El Estado unipartidista antiliberal que hoy está presente en todas partes del mundo —piénsese en China, Venezuela o Zimbabue— no surgiría hasta 1917, cuando se desarrolló en Rusia de la mano de Lenin (…) Es el modelo que utilizan hoy muchos de los autócrata del mundo», sostiene la autora, quien aplica el concepto al Partido Nazi de Hitler, al Chile de Pinochet, a la Sudáfrica del apartheid, o los actuales partido Fidesz, de Víckor Orban en Hungría, o al partido Ley y Justicia de Polonia. En su análisis sobre las técnicas empleadas por los demagogos refiere a la «Mentira Mediana», sugerida por el historiador Timothy Snyder: fenómeno aplicado por los manipuladores de opinión consistente en animar «a sus a seguidores a involucrarse, al menos durante un parte del tiempo, en una realidad alternativa». Y ejemplifica con Donald Trump quien «entró en la política promoviendo lo que ha dado en llamarse birtherism, esto es, la falsa premisa de que el presidente Barak Obama no nació en Estados Unidos, una teoría conspiranoica cuyo poder se subestimó en aquel momento», pero que en opinión del autor y periodista de The Atlantic, Adam Serwer, «era mucho más que meras mentiras»: en 2020 se transformó «en la ideología gobernante en Estados Unidos».
Boris Johnson. El ocaso de la democracia…además de analizar lo ocurrido en EE. UU. con Donald Trump, estudia la actuación y características personales del actual primer ministro británico Boris Johnson. Recuerda los inicios del actual político cuando era corresponsal en Bruselas del diario conservador británico The Daily Telegraph donde «su especialidad era redactar noticias divertidas, construidas sobre una pizca de verdad», burlándose de la Unión Europea en que sostenía que las salchichas británicas, los autobuses de dos pisos o las papas fritas, iban a ser prohibidas por la UE. Los entendidos se reían de aquellas crónicas fantásticas donde se hablaba de «la mafia de Bruselas», pero «tenían su impacto «y otros directores de periódicos británicos comenzaron exigirles a sus corresponsales en Bruselas el mismo tipo de noticias. Applebaum sostiene que ese goteo de falsedades año tras año contribuyo a «allanar el camino del Brexit».
Describe a Johnson, nacido en EE. UU., como alguien provisto «de un descomunal narcisismo», dotado de «notable pereza» con «tendencia a la fabulación» capaz de «inventar citas textuales, por lo que al inicio de su carrera fue despedido del Times de Londres» y «en 2004 fue expulsado del denominado ‘gabinete de las sombras’ por mentir».
«Nadie quiere salir de la Unión Europea —decía—. Las empresas no lo quieren, La City no lo quiere. Eso no va a pasar manifestaba cuando era el alcalde liberal de una gran ciudad británica [Londres] que floreció agracias a sus múltiples conexiones con el exterior de Inglaterra».
Inconstitucional. Sin embargo, en la campaña por el referéndum optó por el Brexit, al que apoyó «con la misma alegre despreocupación y la misma indiferencia por las consecuencias que había mostrado durante tanto tiempo en su carrera periodística y su vida personal».
Pero las críticas de Applebaum al primer ministro británico van más allá de su retrato como frívolo e irresponsable. En septiembre de 2019 «tomó la extraordinaria decisión de dejar el parlamento en suspenso de manera tan inusitada como inconstitucional. También expulsó del partido a un grupo de conservadores liberales que intentaban impedir un potencial Brexit sin acuerdo, algo igualmente insólito».
Expulsó a dos exministros de Hacienda y al nieto de Winston Churchill y propició la difamación de los últimos conservadores pro europeos como Dominic Grieve acusándoles de «connivencia extranjera» expresión fácilmente entendible como «traición» que le significó amenazas de muerte a Grieve, antiguo fiscal general.
En definitiva, según la óptica de la autora, Johnson encabeza una movida que propone reformar la Constitución reformulando la relación entre el parlamento y los tribunales el papel de la Cámara de los Lores y el acceso al a justicia para gente de a pie.
A ello se suman las voces conservadoras británica que quieren desfinanciar a la BBC, para minar su carácter de medio de comunicación estatal no partidario, que la autora compara con lo ocurrido con la política cultural en Hungría o en la televisión pública polaca, donde la exacerbación ultraderechista derivo en el asesinato del popular alcalde de Gdansk, Pawel Adamowiccz en enero de 2019, víctima de un exaltado. «En Polonia se ha roto el tabú contra la violencia política, y nadie está seguro de quién podría ser la próxima víctima», escribe.
Insurrección. La constatación de que un tercio de los estadunidenses en el presente siguen creyendo que las elecciones en que triunfó Joe Biden fueron un fraude, es un dato que le agrega interés al documental televisivo realizado en junio por CNN en el que el periodista Drew Griffin entrevista a instigadores y participantes de la asonada del 6 de enero, familiares de quienes están judicializados o que murieron ese día, personal del Congreso, miembros de la policía del Capitolio y otros.
Expresiones de los entrevistados que califican de «bíblico» su ataque al Congreso, de que EE. UU. vive una situación entre «el bien y Satanás» de que «todos son corruptos»; y o de que lo vivido ese día no constituyó un asalto al Capitolio sino «una protesta pacífica». El contraste de tales expresiones con videos y fotografías de los desmanes ocurridos; la horca levantada en un estrado, la frenética búsqueda realizada por grupos totalmente desacatados, que deambulan por el interior del edificio y vociferan amenazantes clamando por «Nancy» (Pelosi) o «Mike» (Pence), al tiempo que intentan derribar puertas de despachos de legisladores, redimensiona la gravedad de lo ocurrido en esa jornada largamente preparada. «El único demócrata bueno es un demócrata muerto» mensaje de un fanático retuiteado por Trump, explica porque sus seguidores estén convencidos de que los políticos demócratas son «bebedores de sangre» o una «cuadrilla de pedófilos».
Repetir falsedades. En los últimos días Trump reveló su estrategia comunicacional admitiendo que lo importante es «repetir varias veces» un mismo concepto para que la gente lo crea— aprendido de Goebbels— que coincide con su afirmación de 2018 durante su estadía europea: «Hitler hizo muchas cosas buenas», según documenta el nuevo libro llamado We Did Win This Election (Nosotros ganamos esta elección) del periodista Michael Bender que saldrá a la luz la próxima semana.
Retroceso húngaro. Otra confirmación de lo vaticinado por Applebaum ocurrió en la Hungría del ultraderechista Orban. Entro en vigor una ley que equipara homosexualidad y abuso sexual a niños y criminaliza al colectivo LGBTIQ. La UE reaccionó con un documento de rechazo a esa legislación firmado por 17 de los 27 gobiernos europeos. Y la Uefa— organismo regulador del fútbol europeo— que se negó a iluminar con los colores de la bandera arcoíris el estadio donde alemanes y húngaros disputaban el miércoles 23 de junio un encuentro por la fase de grupos de la Eurocopa, explicó su decisión con el argumento de que es política y religiosamente neutral. Las autoridades húngaras aplaudieron.