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Gobernando para las próximas generaciones

Fátima Barrutta

Si el ciudadano quiere conocer los temas verdaderamente importantes que hacen al presente y futuro del país, hay una manera muy directa de lograrlo: alcanza con no prestar atención a los temas que desvelan al Frente Amplio.

Porque mientras la oposición se rasga las vestiduras por un supuesto plagio (que en realidad es una mera omisión en el borrador de un documento de la Anep que estaba para ser discutido, no publicado), el Uruguay se enfrenta a una reforma histórica, que impactará positivamente en la macroeconomía y, con ello, en el bienestar de todos los ciudadanos.

Hablamos, claro está, de la reforma del sistema previsional, que está llamada a ser un verdadero paradigma de progreso. Las características del proyecto son bien reveladoras de un cambio cuantitativo y cualitativo que saneará al sistema, descargando la mochila de las nuevas generaciones de activos y transparentando los recursos que el Estado destinará a la protección de quienes se acojan a un merecido retiro.

Lo decimos nosotros, los colorados, que hemos sido los artífices del sistema previsional desde tempranas épocas de nuestra independencia como nación.

La reforma que propone la coalición republicana es paradigmática porque nace de un consejo multipartidario de expertos en el tema, al que incluso fueron invitados representantes del Frente Amplio (que nada aportaron, pero allí estuvieron).

Es la manera de hacer política por la que tanto bregamos: no sacar ideas diletantes de la galera, sino escuchar a los que saben y tomar decisiones contundentes, sin importar que sean audaces, en la medida en que sean racionales y justas.

El nuevo proyecto mantiene el régimen mixto, que es una inteligente incorporación de la reforma impulsada por nuestro partido en el segundo gobierno del Dr. Julio María Sanguinetti. Ni la ineficiencia de un sistema de reparto, ni la inequidad de uno totalmente privado. El hecho de que sea mixto, permite un adecuado equilibrio entre la solidaridad que compete al Estado y la pertinencia del ahorro individual. 

Al mismo tiempo, se propone aumentar la edad de retiro a los 65 años, una medida lógica que será criticada desde la demagogia imperante en la oposición, pero que se justifica plenamente, dada la prolongación de nuestra expectativa de vida, que está generando un peligroso desbalance entre cantidad de activos y pasivos, a favor de estos últimos.

Por supuesto que esto no será de un día para el otro: el aumento de la edad se irá dando de a un año, para no perjudicar a quienes están a punto de acceder al beneficio.

Además, se consagrará por fin una realidad que se viene dando en la práctica desde siempre: los jubilados estarán habilitados a seguir trabajando, si así lo desean. Pero ya no tendrán que hacerlo en negro, sino que el nuevo sistema les permitirá seguir aportando, con lo cual mejorarán sus ingresos y ampliarán los recursos a distribuir por el sistema de reparto.

Se logrará la convergencia entre todas las cajas, para superar las profundas inequidades que se generan entre distintos sectores.

Se mantendrán los derechos adquiridos y se realizarán cómputos múltiples para trabajadores que ejercen la docencia y también para mujeres con hijos, restando un año para la jubilación por cada hijo que tengan.

Se trata de una reforma gradualista, que se desarrollará a lo largo de las próximas dos décadas, aunque sus positivos efectos sobre la economía nacional empezarán a hacerse muy visibles dentro de cinco años.

Realmente hay que felicitar al gobierno por haber tomado este toro por las astas.

El exministro Astori declaró en 2019 que la reforma jubilatoria era inevitable pero que “la debía encarar el próximo gobierno”, asumiendo explícitamente que no tenía ganas de que el FA pagara un eventual costo político por tomar medidas que ya entonces eran imprescindibles.

La coalición republicana no gobierna para las próximas elecciones sino para las próximas generaciones, como dice la vieja máxima atribuida a Winston Churchill.

Al sistema hay que cambiarlo y acá estamos nosotros para hacerlo. Será muy triste ver, tal vez pronto, a los mismos que reconocieron el problema pero nada hicieron, utilizar demagógicamente el aumento de la edad de retiro para hacer política barata, suponiendo que el ciudadano es ignorante y desconoce la dimensión actual del problema.

De eso se trata: de volver a dignificar la política, tan bastardeada en otras épocas. Gobernar para mejorar la vida de las personas y no para simplemente hacer la plancha.

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