Política nacional

Jorge Batlle: primero está el país

Adrián Báez

El pasado sábado por la noche, en un canal capitalino, emitieron la película «Batlle: entre el cielo y el infierno», del compatriota Federico Lemos. Un documental sobre la vida del dirigente colorado, que recopila los hechos históricos, políticos, económicos y sociales acaecidos durante la presidencia del homenajeado, haciendo especial hincapié en la crisis, incluyendo los testimonios de los expresidentes Sanguinetti, Lacalle Herrera y Mujica, del exvicepresidente Danilo Astori, de Alberto Couriel, del exministro Alberto Bensión, de Carlos Steneri, de los hijos del caudillo Raúl y Beatriz Batlle y de la exprimera dama Mercedes Menafra, entre otros protagonistas de aquellos años.

En el rodaje, se hace un destaque a la Comisión para la Paz, con las interesantísimas declaraciones de Juan Gelman y su nieta Macarena Gelman, con la participación, también, del historiador, Gerardo Caetano.

Realmente, para quienes tuvimos el enorme privilegio de frecuentarlo, fue un recordatorio sublime sobre su trascendencia en el escenario político del Uruguay.

El fallecimiento del Dr. Jorge Batlle en octubre de 2016, significó para buena parte de la ciudadanía, un verdadero golpe; no sólo por el inesperado episodio, ya que era poseedor de una jovialidad y fortaleza espiritual y física admirable, que como bien lo expresó Hierro López, nos auguraba su inmortalidad; sino que también, ante su desaparición, quedó un enorme vacío en el Partido Colorado en particular, y en la política nacional en general, sintiéndonos muchos de los que lo teníamos como nuestro guía político, literalmente huérfanos de liderazgo.

Batlle supo transcurrir su carrera política con tenacidad, casi con tozudez, si hilamos fino; nunca escatimó palabras para que sus ideas quedaran claras y pudieran ser comprendidas por todos y cada uno de sus compatriotas, lo que no siempre sucedió, aunque le valió la indiscutible fama de hombre honesto y sincero.

Heredero de una estirpe única en el mundo, de hombres de hierro, que en el error o en el acierto supieron forjar una nación, tuvo la honestidad intelectual y la independencia de criterio, de enfrentarse contra el patrimonio ideológico de su familia, al creer que debía aggiornarse a los tiempos actuales, empapándolo de un liberalismo que, muy fuertemente criticado en su momento, hoy es reconocido y aceptado por propios y extraños como esencial.

Polémico, contestatario, frontal, exigente con los suyos y con una disciplina prusiana; inculcó en varias generaciones de jóvenes, la necesaria, imperiosa y casi imprescindible idea, de que Uruguay debía abrirse al mundo de la forma que fuera, insertarse a más no poder en el acontecer internacional y, como lo sostuvo su padre, Luis Batlle Berres, vender todo lo que Uruguay produzca, menos el alma.

Y así lo demostró cuando tuvo que lidiar con una de las peores etapas del país; crisis por doquier, se mantuvo firme junto a otros hombres de fuerte personalidad y leales a la Patria, soportando golpes de un lado y del otro, pero no permitiendo que las Instituciones flaquearan ni que a las mismas se las derribaran, tomando medidas sumamente impopulares, que derribaron su imagen, pero que eran las aptas para evitarle a su gente y a su terruño, males mucho más grandes y desastrosos, posibilitando, al mismo tiempo, que los mercados nos aceptaran, firmando acuerdos para que nuestra economía no se estancara y pudiera reencausarse.

Ya en el llano, habiendo cumplido con el deber constitucional de entregar por medios democráticos el poder al sucesor elegido por el pueblo, y un país en notorio crecimiento y con credibilidad mundial, prosiguió su prédica desde el periodismo político, otra de sus pasiones, opinando de todo aquello que entendiera pertinente, aportando propuestas con sólidos y lógicos argumentos, siendo un férreo opositor a las políticas de una izquierda que representaba todo aquello contra lo que combatió desde su juventud.

Quienes lo conocimos muy de cerca, compartimos largas jornadas de militancia política, a pesar de nuestra juventud, y también momentos particulares, en los que no dejamos de aprender de su fuente inagotable de conocimientos, no podemos hacer otra cosa que continuar admirándolo por la dignidad, valor, carácter y, sobre todo, el enorme coraje con el que transcurrió por esta vida, tanto en las victorias, como en las derrotas, y vaya si éstas últimas fueron más que aquellas.

Su legado de compromiso irrestricto con las causas más caras a su amado Uruguay; su ejemplo de renunciamiento sin mezquindad alguna, cuando era necesario padecerlo porque su país lo requería; su elevación de pensamiento y de visión, al luchar a través de la predica incansable a pesar de su avanzada edad, hablando, enseñando, discutiendo, generando debates; su esencia de líder, al jamás guardar rencor contra los adversarios de dentro, ni contra los de afuera, teniendo siempre en claro que la libertad de expresión debía ser resguardada, protegida y defendida a raja tabla, aun cuando el blanco de las críticas más acérrimas fuera su persona, habla por sí sólo de la enorme talla de tal dirigente.

Un Batlle al fin, pudo concitar el respeto de todos sus conciudadanos, de todas las fuerzas políticas y un lugar indiscutible en la historia, en la que quedará marcado que, inclusive aquellos que lo enfrentaron en las trincheras políticas, se animaron a gritarle como último adiós: ¡Viva Batlle!.

El mejor homenaje que podemos rendirle a este campeón de la libertad, es no descansar hasta que su adorado Partido Colorado vuelva a ser fiel representante e intérprete de los anhelos de los orientales, buscando siempre el entendimiento entre los mismos, trabajando esmeradamente por el futuro de nuestro Uruguay, siendo constante generador de ideas, de propuestas, de cambios, de evolución; comprendiendo que, en cada paso y en cada jornada que dediquemos a conseguirlo, vibrará en nuestros pechos, un nuevo grito de batalla, que más que grito debe transformarse en alarido: “El país está antes que todo. Está antes que mí, antes que usted, antes que mis hijos. El país está antes que todo. Está primero el país”.

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