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La marca del batllismo en la coalición será un eje relevante

César García Acosta

Faltan 91 días para que volvamos a votar. La Constitución de la República nos convoca para el 30 de junio para elegir un candidato presidencial y a los convencionales que gobernarán en cada partido político. De ahí en más la actividad se ordena se racionaliza la cohabitación de las agrupaciones y de las listas de candidatos, así como el programa del partido y de las coaliciones que eventualmente integrará. Este contexto lleva al anticipo del posible balotage que dirimirá quién será el presidente. La campaña que comienza comprende además de la elección de un presidente, senadores y diputados, las elecciones departamentales y municipales que y tendrán en 2025 como protagonistas a Intendentes, Alcaldes y Ediles. La radicalización de las posturas será sin duda una de las claves de este complejo proceso electoral: si proviniese de la izquierda se convertiría a la derecha en centro, o viceversa. Uruguay que no es la excepción se afiliará a la tendencia mundial y las ideas tendrán su lugar de competencia. El Batllismo, en este contexto se observa como una marca registrada que podría actuar en la Coalición Republicana como el fiel de una balanza, o en el Frente Amplio como el aditivo necesario para alcanzar los votos que le permitan acceder al gobierno. Los que deben aclarar texto y contexto de esta controversia son los candidatos: ahora es su tiempo de acción y de la defensa de sus ideas.

La decisión de convocar a elecciones a mediados de año no deja de ser controversial e inconsistente con la historia de Uruguay, porque tendrán lugar en invierno en vez de en verano, que era cuando tradicionalmente se iba hacia la caza del electorado. En tiempos de coaliciones la suma de las tendencias además apuntará a la dualidad de las propuestas donde fluirá «la derecha extrema y la extrema derecha» como la alternativa a un “centro social” en el que todos pretenderán pescar electoralmente.

Pero Uruguay que ciertamente no será diferente al resto del mundo, seguramente se posicione en tanto proceso electoral, en incorporar a la topología de esta lógica política, a los protagonistas de estas elecciones, remontando a los debates y fundamentos conceptuales de la idea de derecha e izquierda todas sus argumentaciones. Y cuando el tópico pase por estos extremos, sobrevendrá la interrogante de ¿a la derecha o a la izquierda de qué?, se situará cada propuesta política.

Yendo a la génesis de este concepto, la raíz se encuentra en la Asamblea Nacional francesa del año 1789 lo que definía la posición relativa era la posición que tuvieran en el hemiciclo respecto al presidente. El argumento original, a pesar de fortuito, puede seguir resultando útil. Si hago coincidir derecha con malo y defino como derecha todo aquello que se ubique en la mía, seré siempre la única alternativa posible, en la medida que consiga convencer al electorado de que el que no esté conmigo está confundido o equivocado.

Bajo este esquema de razonamiento, resulta caprichosa la consideración de los espacios derecha e izquierda, porque eso genera inmediatamente una opción en el centro, que no se puede negar y que, afortunadamente, beneficiará a aquella opción que elija no radicalizarse, aunque pueda tener una inercia natural o una mejor aceptación en el electorado de uno de los dos espacios. Independientemente de donde se acaben sentando los representantes políticos, serán los ciudadanos con su voto los que decidirán qué va a estar a la derecha, a la izquierda o en el centro. 

Todo progreso indica un avance que tiene que referirse a alguna situación anterior, respecto a la cual hay algo o alguien que mejora. El progreso necesita de un sujeto y este sujeto siempre, hasta ahora, se ha referido al ser humano en su conjunto. Según Reinhart Koselleck: «El progreso se refiere a la humanidad, única, que fue apostrofada como sujeto de su propia historia«. Para este autor, “los ilustrados, que se sentaban a la izquierda del presidente, recuperaban a su manera a Protágoras y volvían a reivindicar al «hombre como medida de todas las cosas» («de lo que es en cuanto que es y de lo que no es en cuanto que no es», abundaba el filósofo griego). Buscaban, a través de la ciencia, del conocimiento y de la mayoría de edad de los ciudadanos la prosperidad global, y sociedades mejores y más cohesionadas. La ecología era un valor en cuanto a su capacidad de hacer mejor la existencia humana. Considerar al ser humano como un parásito del planeta tierra, cuya multiplicación hay que evitar o, como poco, limitar es un planteamiento que no puede ser más contrario a la idea clásica de progreso. Por ser contrario, esa consideración llega al extremo de negar la también idea ilustrada de la fraternidad.

El Batllismo visto como “la uruguayez” como concepto, será el factor central de un debate que tendrá al Estado como insumo de referencia y de discusión fundamentalmente entre socialdemócatas y liberales.

Los desayunos de ADM serán un ámbito de formación de opinión tan interesante como necesario.

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