La tragedia universitaria VIII
La ausencia de investigación
Claudio Rama
Una de las debilidades de la educación superior en el país, es su reducida investigación, y que además se focaliza en un perfil tipo académico sin articulación con las necesidades de las empresas y de la producción. En general, las universidades han sido relativamente eficaces en la región en la formación profesional de grado y con más atención a la cantidad que a la calidad, y muy limitado nivel de investigación, innovación y formación doctoral. La investigación es académica, orientada a artículos académicos individuales, con escasa atención a la innovación y la producción de patentes.
En su último libro presentado pocas semanas antes de su lamentable fallecimiento, Ricardo Pascale focalizaba su análisis en esta debilidad y la necesidad de nuevas políticas públicas de investigación, innovación y transferencia, como requisito para impulsar una economía del conocimiento que veía como el único sendero del desarrollo en la actual dinámica económica global. El Uruguay para el año 2020 tenía una inversión en I&D de apenas el 0,45% del PIB, similar al entorno de la región con la sola excepción de Brasil que destina el 1.17% del PIB a I+D. La baja inversión es una realidad latinoamericana desde hace largos años, pero además un reciente estudio sobre el estado de la ciencia producido por RICYT mostro que se mantiene y que relativamente decrece: en el 2012 América Latina y el Caribe representaban el 3.4% de la inversión global en I+D, sin embargo para el 2021, su incidencia mundial había bajado al 2,3%. Pero a su vez, el problema central diferenciado de la región es que hay una dominancia la inversión pública que alcanza al 88% del total de I&D con escasa incidencia de la inversión privada. La inversión pública se apoya fundamentalmente en una estructura presupuestal asociada a salarios en Universidades e instituciones públicas, junto a incentivos individuales asociados a resultados con indicadores académicos, en un contexto de escasa articulación a grupos de investigación y al sector privado. Hay una falta de articulación mercado-academia, poca demanda de I&D por parte del Estado, las empresas y la sociedad lo cual facilita la dominancia de la investigación académica. Si bien ésta se ha incrementado impulsado por la ANII y el SNI, se mantiene la prevalencia de una investigación de tipo académico, que plantea encarar nuevas políticas para superar esta situación de debilidad de la inversión en I&D.
El problema de la desarticulación entre la academia y el mercado, y que se acompasa con el escaso presupuesto destinado a la investigación e innovación, debería ser encarado mediante la creación de un sistema de incentivos a la inversión en I&D por el sector privado. Ello es necesario, para compensar la alta incertidumbre de estas inversiones y los altos costos, cuyos riesgos inhiben la inversión privada. Sin la creación de una batería de incentivos, y especialmente de exoneraciones tributarias, no se producirán las inversiones en este sector, como acontece a escala global. Como sostenía el propio Pascale, la respuesta debe ser la creación de un sistema de recompensas que compensen los altos riesgos de las inversiones. Las sociedades han creado los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI) que garantizan un monopolio en el aprovechamiento de los resultados de la investigación a través del patentamiento como un mecanismo compensatorio para facilitar esos capitales de riesgos, sin embargo la copia modificada por ingeniería inversa, la violación de los DPI, la alta incertidumbre y las normas muy laxas, han limitado que los DPI compense las incertidumbres y riesgos de la inversión. En este sector muchas veces el mercado no funciona.
Esta situación requiere crear de sistemas de incentivo mediante fondos competitivos y sectoriales, y exoneraciones tributarias, para impulsar que las empresas inviertan en I&D. Pero la inserción en dinámicas basadas en la innovación y una economía del conocimiento, no se puede pensar meramente en la investigación, sino además en su distribución, intercambio y consumo, creándose una dinámica articulada de efectiva transferencia y apropiación por los diversos actores. En este sentido impulsar una economía del conocimiento no se limita ni mucho menos a la inversión financiera, sino al relacionamiento de los actores.
Entre ello es necesario la investigación evolucione desde ser una actividad individual, a grupos de investigación, a alianzas entre diversidad de actores y fundamentalmente a empresas con múltiples y variables accionistas internacionales y nacionales. Hoy son las spin off, aceleradoras u sociedades anónimas especializadas en la investigación y la gestión, la expresión de la investigación como una alianza entre mercado, estado y academia. Como el propio Pascale afirma en su libro, son las empresas conjuntas las que logran mejores resultados, sinergias y eficiencias, e implican incluso menos riesgos que las alianzas estratégicas. En esta línea están las acciones recientes del Instituto Pasteur. Muy lejos de miradas políticas que plantean la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología o meramente gastar recursos públicos para alcanzar el 1% y con un enfoque burocrático, cuando el problema central, es incrementar la inversión privada, la articulación entre el mercado, el Estado y la academia, y superar la mirada estrecha de la investigación sin la innovación y el desarrollo, de la academia sin una articulación con el mercado, del conocimiento sin la aplicación útil de los resultados, que es finalmente el problema a resolver.