Subversivos y Pecadores
Nicolás Martínez
Hace muchísimos años atrás, el célebre escritor Eric Arthur Blair, mejor conocido como George Orwell, afirmaba que “El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen confiables y el asesinato, respetable; y para darle la apariencia de solidez al mero viento”. Orwell, con la edad de 33 años y a través de las Brigadas Internacionales, se unió a las filas republicanas en el marco de la Guerra Civil Española, siendo víctima de un conflicto librado entre anarquistas y comunistas. Esta pugna ideológica casi lo lleva a perder la vida tras recibir un disparo en el cuello, hecho que marcase en demasía su vida convirtiéndolo en un férreo luchador contra los totalitarismos, espíritu que se refleja en sus obras más trascendentales: “1984” y “Rebelión en la Granja”.
La breve frase mencionada que traigo a colación de la presente columna connota la existencia de un lenguaje político que, a sabiendas, es utilizado para la mentira y la manipulación, lenguaje que cala profundamente en el tema a tratar. Resulta que hace cuestión de unos pocos días, navegando en las redes tendidas por esta era de la información, di de lleno con un reportaje publicado en la prestigiosa BBC y que tenía como protagonistas a Corea del Norte y a la libertad.
La investigación periodística allí vertida, expone según fuentes norcoreanas, una serie de medidas adoptadas por el tiránico y dictatorial gobierno de Kim Jong, para evitar cualquier tipo de influencias extranjeras en la nación. No hace mucho, a finales del pasado año, había entrado en vigor una ley de “pensamiento anti reaccionario” que castiga duramente a sus habitantes, ante la mínima semejanza con las costumbres o la cultura surcoreana. Dentro de las prohibiciones establecidas por la ley, están las de hablar o escribir como lo haría un surcoreano o el poseer películas de ese origen, con penas que van desde los 15 años de trabajo forzoso en campos de prisioneros, hasta la condena de muerte.
Dentro del pensamiento reaccionario que señala la ley, se encuentra todo lo relativo a acciones o actividades relacionadas con lo proveniente de lo extranjero, lo que en palabras de Jong se traduce como “comportamiento desagradable, individualista y antisocialista”. En este sentido, se consideran como “venenos peligrosos” la ropa, los peinados y el habla extranjero. A propósito de esto último, el reporte señala un caso de tres adolescentes enviados a un campamento de trabajo forzoso para su reeducación, esto como consecuencia de haber advertido la utilización de pantalones por encima de los tobillos, y de utilizar cortes de pelo no permitidos.
Según relatan los analistas del prestigioso medio, esta suerte de actitud de combate y erradicación de los estilos de vida propios del sistema capitalista, no son más que una pantalla o distracción para el verdadero objetivo detrás de estas delirantes medidas, que es el de mantener aislada a su población de cualquier contacto con el mundo exterior, un mundo de libertad y de posibilidades.
Según el testimonio de Choi Jong-Hoon, un opositor y desertor que pudo escapar el último año de las fauces del régimen, “cuanto más difíciles son los tiempos que nos toca vivir, más severos se vuelven los reglamentos, las leyes y los castigos”. Añade también que «Psicológicamente, cuando tienes la barriga llena y ves una película surcoreana, puede que sea por placer. Pero cuando no tienes comida y es una lucha para vivir, la gente se enfada».
En relación o coincidencia con lo anteriormente señalado, en uno de los pasajes de la novela “1984”, Orwell menciona que “No se trata de si la guerra es real o no, la victoria no es posible. No se trata de ganar la guerra, sino de que esta sea constante. Una sociedad jerarquizada solo es posible si se basa en la pobreza y en la ignorancia. En principio, el fin de la guerra es mantener a la sociedad al borde de la hambruna. La guerra la hace el grupo dirigente contra sus propios sujetos y su objetivo no es la victoria, sino mantener la propia estructura social intacta”.
El tormento al que se deben enfrentar los habitantes de la República Popular Democrática de Corea es terrible, indignante y aberrante, este régimen dictatorial de expresa filiación comunista que cuenta con la incorporación de la aplicación del marxismo-leninismo en su Constitución desde 1972, lleva más de tres millones de muertos víctimas de una profunda hambruna. En este sentido, una de las investigaciones realizadas por la ONU sentenció que «la gravedad, la escala y la naturaleza de estas violaciones revelan un estado que no tiene ningún parecido en el mundo contemporáneo». Según datos de investigaciones realizadas por el Comité de los Estados Unidos para los Derechos Humanos en Corea del Norte, el número de prisioneros en campos de prisión y concentración asciende a un total de 200.000 personas.
El Articulo 68 de la Constitución Socialista de la República Popular Democrática de Corea versa lo siguiente: “El ciudadano tiene libertad de creencia religiosa. Ese derecho es asegurado con el permiso de construir edificios y celebrar ceremonias con fines religiosos. No se puede aprovechar la religión para introducir fuerzas extranjeras o perturbar el orden estatal y social”, en el Articulo 81 se señala que: “El ciudadano debe defender con firmeza la unidad y cohesión político-ideológica del pueblo. El ciudadano debe apreciar a la organización y el colectivo y manifestar alto espíritu al trabajar con abnegación en aras de la sociedad y el pueblo” y, en el Articulo 85, que: “El ciudadano debe mantener siempre una alta vigilancia revolucionaria y desvivirse por la seguridad del Estado”.
Dentro de la larga lista de prohibiciones a sus habitantes, se encuentra la prohibición de sacar fotos, incluso existe una normativa para los turistas en la que antes de abandonar el país, deberá ser revisada su cámara fotográfica o celular pudiéndose borrar aquellas que vulneren la seguridad de la nación. También se prohíbe el sarcasmo al hacer comentarios de su líder o del régimen, así como el viajar fuera del país o el navegar por internet entre otras cosas. El periódico oficial norcoreano “Rodong Sinmun” publico a fines de mayo un artículo sosteniendo que «Debemos tener cuidado con el más mínimo signo del estilo de vida capitalista y luchar para deshacernos de ellos».
Sobran las palabras y las sensaciones encontradas ante tantos abusos y vulneraciones sistemáticas a los derechos humanos, a la integridad de las personas y a la posibilidad de desarrollarse como tales, sobre todo, cuando hay una expresa orden de matar a todo aquel que intente cruzar la frontera en busca de un nuevo horizonte. Choi, quien años atrás pudo escapar de este escalofriante escenario, dice que «Los norcoreanos tienen en su corazón la semilla de un reclamo, pero no saben a quién está dirigido. Es un reclamo sin dirección. Me duele el corazón que no puedan entenderlo ni siquiera cuando les digo. Es necesario que alguien los despierte, los ilumine».
Para finalizar, y como bien señala Orwell: “Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas, emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria y luego olvidarlo de nuevo; y sobre todo aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Esta es la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había generado un acto de autosugestión. Incluso comprender que la palabra doble pensar, implica el uso de la doble pensar”.