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Una vida con auténtica plasticidad

Para muchos, quizás para casi todos, fue una novedad, una sorpresa, descubrir en 1995 que el Presidente del Banco Central del Uruguay, Ricardo Pascale, era además de un connotado técnico, académico y hombre de gobierno, un artista plástico en pleno auge creativo.

La consulta sobre el origen de esta “rareza” es sin duda tan recurrente como inevitable para entender la convivencia de esos mundos tan aparentemente diferentes y por los cuales Pascale transita con pasión y destreza, como también lo ha hecho por el deporte, aunque en este último caso no en forma profesional, solo por decisión familiar y no por falta de oportunidad.

A sus 78 años y en pleno desempeño de sus actividades docente, profesional y artísticas, recuerda que “la historia viene de niño, de cuando tenía unos 10 años. Mi madre me vio dibujando en varias ocasiones y decidió llevarme a tomar clases con grandes profesoras de arte, que después con los años me di cuenta de que eran famosas, porque eran muy adelantadas para su época. Fui años y empecé con todas las técnicas: dibujo, acuarela, crayola, óleo en barra, óleo collage, pero siempre en cosas planas, bidimensionales. Y fui años y años”.

“Luego con los estudios, en los años universitarios, se me fue complicando y dejé de ir, pero seguí pintando, yo tenía muchos amigos pintores, a los que les mostraba lo que hacía, pero siempre en un ámbito íntimo y familiar. Lo veía mi familia y los amigos que venían a casa”.

“Y estando en el Banco Central, en el último año del primer período (1985-1990), en 1989, yo tenía muchas ganas de volver ya más formalmente al arte, pero no para dejar la otra profesión, la profesión del mundo académico, porque nunca la dejé”, subraya. Pero como ya le quedaba poco en la función pública de gobierno, aquel tiempo representaba una buena oportunidad para retomar el camino artístico, aunque hacerlo mientras todavía ejercía la Presidencia del BCU le planteaba cierto conflicto interno. Así que fue a hablar con el Presidente de la República, Julio María Sanguinetti.

Pascale recuerda claramente aquel diálogo, así como los otros que luego tendría por motivos similares. “Le dije a Julio que tenía ganas de ir al taller de Nelson Ramos, los días sábado y algún día de semana a la noche y estando siempre perfectamente ubicable. El Presidente sabía que a mí me gustaba mucho el arte y me dijo si, si, andá tranquilo, adelante. Así que retomé los estudios y cuando terminaba la jornada en el Banco me quitaba el traje, me daba un baño en el baño que había en la Presidencia del Banco y me ponía mi equipo de pseudo artista y me iba para lo de Ramos, donde estuve yendo durante varios años”.

De la exposición pública a exponer en público

“En el año 1990, luego de cesar en el cargo de Presidente del Banco, como consecuencia del cambio de gobierno, seguí con mucha más intensidad el estudio en el taller de Ramos; fueron cuatro años largos pero muy intensos, y en cierto momento se produce algo muy raro: viene Ramos y me dice acá todo el mundo viene y quiere exponer y no está en un nivel de exponer y vos que sos el único que estás en nivel de exponer, sos el único que nunca me pediste para exponer. Yo dudé, pero él pasó por arriba mío y me consiguió en 1994 para exponer en la Alianza Uruguay-Estados Unidos para mayo o junio de 1995”.

“Por entonces yo estaba en la actividad privada, pero en 1994 Sanguinetti gana las elecciones por segunda vez y se le ocurre llamarme de nuevo. Yo había pasado cinco años muy duros en el Banco y había quedado muy cansando, además de los perjuicios económicos que había tenido, que claro a la hora de dar una mano en esa época, después de la dictadura, uno ni se le pasaba por pensar en eso, pero fue una pérdida muy significativa. Entonces le dije que si le parecía bien yo iba al Banco solo por un año y me dijo “bueno, bueno”, aunque creo que él pensó que me iba a quedar después del año. Pero yo tampoco podía más con la presión familiar, porque estas funciones son muy absorbentes y la familia te reclama, yo tenía hijos chicos… y bueno agarré. Sale la venia a principios de abril de 1995 y por los primeros días de mayo me llama el Director de la Alianza y me recuerda que para el mes siguiente está programada la exposición que había coordinado Nelson Ramos…”

“Yo las obras las tenía prontas, no porque las hubiera preparado para la muestra, pero las tenía, el problema era que yo estaba nuevamente como Presidente del Banco Central, y era algo medio raro que expusiera en ese momento, así que me fui otra vez a hablar con el Presidente Sanguinetti, y me dice: ¿cuál es tu problema?, ¿no te tenés fe?, ¿no tenés fe en tu obra? No se trata de eso, le respondí, es que, si bien es un hecho artístico, podría tener sus repercusiones políticas si llegara a ocurrir algo importante mientras se lleva a cabo la muestra. Pero él le restó importancia y en cambio se interesó por saber qué opinaba de mi obra, a lo que le respondí que a mí me gustaba, pero en realidad Ramos, que sabía más que yo, era el que me alentaba a exponer. Así que mi primera exposición individual la hice siendo Presidente del Banco Central y la verdad es que fue fantástico, la crítica me trató muy bien”, rememora con una indisimulada satisfacción.

Luego en octubre de 1995, también con el visto bueno del Presidente, a quien nuevamente consultó, hizo su primera muestra en Buenos Aires, que también recuerda como “una experiencia muy buena” y donde le hicieron “una de las críticas periodísticas más lindas que me han hecho, en el diario Página 12”.

“Así que hice esas dos muestras siendo Presidente del Banco Central, lo que fue una cosa media rara para mí, pero bueno, la vida se ha dado así, yo no pensaba volver más al Banco después de aquellos cinco años tan intensos. Y desde entonces, seguí y seguí y ahora estoy exponiendo en el Blanes”, dice, en referencia a la muestra con curvas catenarias en el Museo Juan Manuel Blanes, donde la madera dejó lugar a cordeles marinos.

Sobre cómo pasó de la pintura a la escultura, explica que estando en el taller de Ramos por “momentos hacía cosas raras, como meter un pomazo”, “me estaba saliendo del plano”, “me estaba yendo de las dos dimensiones y estaba incrustando elementos de tres dimensiones. Y Nelson (Ramos) me lo advierte, porque yo lo estaba haciendo casi sin darme cuenta. Y por ahí seguí hasta que llegó el momento en que me di cuenta de que quería empezar a hacer esculturas, así que empecé y de ahí en adelante seguí con la escultura. Eso no quiere decir que cada tanto no agarre los pinceles, pero ya solo para un disfrute personal”, apunta.

Comenta que con el tiempo fue pasando por distintas técnicas, generalmente trabajando en madera, muchas de cuyas obras están en Uruguay, pero también en destacados sitios del mundo. “Tengo varias obras en el exterior, implantadas, en Naciones Unidas, en la Embajada uruguaya en Washington, en la Biblioteca de Alejandría, en el Palacio de Sanssouci en Potsdam, en Venecia, en Lima, en Buenos Aires, en fin, en distintos lugares del mundo y acá en Uruguay muchas. Siempre una predominancia de la madera, pero no una sujeción a la madera. Si voy a hacer una obra y veo que con la madera voy a tener problemas, no la haría en madera”.

Sostiene con firmeza que sus “dos amores en la vida profesional (no sé si llamarle exactamente así) son la vida académica y el arte, que pueden parecer muy distantes, pero que son muy cercanos, tienen la matemática en el medio, tienen creatividad”.

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