El futuro del debate político: del tuit al podscat y el auto-periodismo
César García Acosta
Hace unos días en las redes sociales, espacio que se va transformado en una especie de “auto-periodismo” a la medida, varios actores políticos de primera asumieron como válido marcar sus ideas, posiciones y debates apenas en 140 caracteres.
El Partido Colorado no ha sido una excepción, y aunque conviene reafirmar que no es lo mismo afiliado, adherente que votante, últimamente y por efecto de la pandemia, hasta las reuniones del Comité Ejecutivo Nacional son por “zoom”, esa nueva plataforma de acercamiento que empieza a sustituir con mayor eficacia el desarrollo de las ideas necesarias en un partido polítrico.
Es que al ser tan limitado el desarrollo del pensamiento en un “tuit”, en buena medida por lo limitativo de la cantidad de palabras a aplicar, la capacidad de convencer adopta más la forma de lo confrontativo que de lo apelativo. Es precisamente por esto que invariablemente en los tuits más que buscar acuerdos los interlocutores prefieren resaltar algún defecto de su oponente circunstancial, cualidad o característica particular que distingue al defensor de una eventual idea, en vez de ir con ella mediante el diálogo al fondo o esencia de su pensamiento. Y no se trata de que una reunión presencial esto resulte garantido, sino que la seguridad del bien decir y entender, pasan más por mirarse a los ojos y conjugar con mayor certeza a todo el mundillo que conforma la comunicación no verbal, esa que habilita en gesto, una mirada, el tono de la voz, o la propia estampa personal de cada uno.
En esta coyuntura y después de que el senador Tabaré Viera defendió mediante un “podscat” (otra invención de la sociedad de la información) mediante una intervención en la Cámara Alta el rol de la coalición multicolor, sus logros, sus objetivos y efectividad a la hora de la valoración política, fue adquiriendo en las redes volumen político hasta que ubicó el debate en la forma sobre cómo deberá presentarse la actuación coalición en los próximos comicios o elecciones, el que por distar de un buen tiempo aún, no está tan lejano como para dejarlo -como fenómeno social- librado al que tiempo que vendrá.
Mientras que el Senador Viera resaltó la virtud de la condición republicana de la coalición multicolor, los frenteamplistas (que son todos los demás que están parados del otro lado de la vereda imaginaria), alegan al unísono ser los titulares de la defensa de los “sin voz” y apelan a su unidad política sin cortafuegos, como el camino a seguir si el objetivo es tener certezas políticas comunes. Y obsérvese que en defensa de esto, en sus alegatos los autodenominados representantes de las izquierdas uruguayas, lo que defienden es tener una misma voz, un único pensamiento y un solo modo de acción en el Gobierno.
Y es así que un fermental debate en las redes, aunque tan sólo en 140 caracteres, abrió paso al análisis de lo que significó gobernar 93 años seguidos para el Partido Colorado. No fue ajeno a esta realidad la potencial eliminación del centro reformismo uruguayo, y se advirtió que de no reflexionarse sobre los posibles escenarios futuros, se podría volcar por inacción, la balanza electoral a la izquierda.
La dicotomía política de hecho, guste o no según el pensamiento desde donde se observe la realidad, ha dejado al Uruguay entre dos aguas; entre dos espacios; entre dos coaliciones. Ya no se trata de derechas o de izquierdas, sin de ideologías y posicionamientos políticos afines a ideologías nuevas conformados por la unión de quienes integran esos espacios más que por las propiasque cada uno dice defender.
Difícil, en este contexto, de sostener posiciones básicamente batllistas más o menos liberales. El único camino es la racionalidad de un “programa político” realista despojado de falsas imágenes que lejos de justificar acciones ponen límites a la capacidad de crecer y gobernar desde las minorías.
Por eso que haya coaliciones políticas en Uruguay, una vista por la gente como de derecha y otra de izquierda, es lo que precisa el instrumento Frente Amplio para retornar al Gobierno, impedir las reformas y asegurarse el poder por muchos años más después de un impasse tan circunstancial como los pocos votos que separó a un conglomerado del otro.
Ya partir de ahora, quizá apelando más al “zoom” del cara a cara que al tuit de 14º0 caracteres, aunque sea por la acción de un podscat circunstancial, pueda empezar abordarse en la interna del Partido Colorado con más apertura conceptual e ideológica, qué chances reales pueden tener los integrantes de la coalición multicolor, de caminar separados rumbo a una elección que de seguir todo como está, jamás será parlamentaria sino presidencialista, donde a la gente se la llama a definir un Ejecutivo y un Parlamento separadamente. Y adviértase, que esto no es lo mismo -y mucho menos constituye una garantía- de ser el mejor instrumento para la existencia de una coalición intelectualmente instalada para defender las mismas ideas.
Por eso, la coalición multicolor más allá de su experiencia en este breve tiempo, ha sido exitosa en objetivos específicos, y en un contexto presidencialista donde debió ser el Frente Amplio por sus mejores engranajes, quien debió ostentar el éxito.
Nuestro debate a partir de ahora será cómo lograr constituir el mejor sistema de adaptabilidad política para las próximas elecciones: y habrá que dirimir si unirse electoralmente en lo previo a la elección constituye o no un riesgo; o si lo es permanecer separados compitiendo en primera vuelta hasta con candidatos diferentes de perfiles antagónicos.
La política es mensaje, y el senador Viera puso sobre la mesa por dónde pasará verdaderamente la conceptualización política de los “libres” de ideas que siendo muy pocos, serán, no se tenga ninguna duda, el fiel de la balanza electoral.