Editorial

Libres e independientes

César García Acosta

Si consultamos el almanaque, un libro de historia, el 18 de julio, para Uruguay, es el día de la conmemoración de su declaratoria de independencia. No es poca cosa para un país republicano y democrático recordar en su presente, aunque con la mirada en el futuro, un hecho de tanta singularidad. Es algo así como mirarse de modo introspectivo, hurgando en la memoria, para reconocernos como diferentes en nuestra vecindad latinoamericana tan compleja, disímil y contradictoria.

Eso sí, la fecha aludida es el 18 de julio de 1830 que fue cuando sin el aval garantista de los poderosos de siempre, como había acontecido dos años, en 1828, Brasil, Argentina e Inglaterra nos reconocían nuestro derecho a ser libres e independientes.

Y el tiempo pasó y la forma cansina que es como ocurre todo en este rincón del sur de América, llegó nuestro tiempo constitucional no sin debates ni cuestionamientos que es la forma que nos damos ajustados a nuestra identidad.

Pero cuando ahondamos en la historia de los hechos, sus fechas y sus héroes, todo empieza a desdibujarse en una lógica casi perfecta que termina asociándonos más con cuestiones internacionalistas que por cierto mucho nos alejan del “paisito” que hemos preferido construir de manera consciente.

De esto dieron debida cuenta los arquetipos de historia de HD (hermano damasceno), que no era un solo autor sino varios en el correr de tiempo, que buscaban con tesón construir una identidad de más para el bronce que para un artiguismo que registra a su prócer, fundador de la patria según se nos dijo, fallecido en 1850 veinte años después del momento que ahora conmemoramos.

La Declaratoria de la Independencia de 1825 no creaba al Uruguay, nos independizaba como Provincia Oriental del Imperio del Brasil y nos reunificaba con las provincias argentinas.

En el antecedente reciente de esa época, lo resaltable fue que Bs As veía bien la invasión de la Provincia Oriental por los portugueses en 1817, extendida por casi 8 años. De ahí en más una sucesión de hechos nos encamina hacia la libertar: la operación de “reconquista” y la Cruzada Libertadora delos “33”, derivó en la declaratoria de la Independencia del 25 de Agosto, con las batallas ganadas por Juan  Manuel Lavalleja y Fructuoso Rivera en Sarandí y Rincón. Esto dejó virtualmente a Buenos Aires en guerra con Brasil, siendo un hecho la aceptación de reincorporar a la Provincia Oriental a ese estamento institucional. Fue así que el Emperador de Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas y el ejército argentino apoyó deliberadamente el levantamiento que habían iniciado los “33” seis meses antes. La guerra con el Brasil duró tres años que insumieron varias gestas diplomáticas. La rebelión por el poder entre unitarios y federales argentinos, antesala de la Guerra Grande que diez años después desafiaría a blancos y colorados, abrió paso a un tiempo de caudillos orientales que no estuvieron ajenos a estas confrontaciones y disputas que pasó del rango Banda Oriental, al de Provincia Oriental y Provincia Cisplatina.

La disyuntiva local era reincorporarse al imperio de Brasil, a las Provincias Unidas, o ser un nuevo Estado. Y todo se encaminó a eso cuando en 1828 Lord Ponsomby, el embajador inglés, propuso que por consenso de argentinos y brasileños se creara un nuevo Estado. Y así el camino quedó librado para ser distintos en la comarca.

Pero fue recién el 18 de julio de 1830 cuando se juró la Constitución que el Estado Oriental del Uruguay sancionó el 10/09/1829. La cronología de los hechos no es menor: el 18 de julio de 1830 comenzamos a existir como país, y esto ocurrió diecinueve años después del Grito de Asencio, diecisiete años desde las Instrucciones del Año XIII, diez años desde la ida de Artigas al Paraguay, cinco años desde la Declaratoria de la Independencia y dos años desde la Convención Preliminar de Paz.

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